Concepto

Carbón vegetal. Historia

El carbón vegetal, hecho de haya, castaño o roble, ha tenido una gran importancia en los siglos pasados para alimentar a las ferrerías. Los carboneros [ikazkiñak], trabajaban en grupos de ocho o más, pero contratados por otra persona. También había carboneros individuales que trabajaban por su cuenta. Frecuentemente este trabajo se verificaba en la primavera y verano. Permanecían algunos grupos en el monte (hayedos) hasta seis meses sirviéndose para cobijarse de cabañas o txabolas dormitorios y cocina. Para labrar mil quinientos quintales de hierro se gastaban tres mil cargas de carbón de a diez arrobas. El P. Larramendi (s. XVIII) puntualiza que no se gastaba en las ferrerías carbón de piedra "porque saca el hierro muy feo, brincoso y fácil de quebrarse".

No es extraño que ante tal demanda de carbón vegetal las Juntas vascas prohibieran la saca de carbón fuera de sus provincias respectivas. La elaboración de carbón o carboneo se hacía cerca de algún arroyo o río y de los lotes de leña destinada para ello. Con palos entrecruzados se levanta una chimenea que se va rodeando de troncos verticales y sobre el total varias capas de leñas y troncos hasta formar un montón de 1,60 de altura. El cono así formado se recubre de tierra y musgo dejando abierta la boca de la chimenea en el centro. Una vez encendida la carbonera o txondorra, con unas ramillas se tapa la boca de la chimenea y se deja que el fuego se propague lentamente hasta convertir en carbón todo el conjunto. Para ello hace falta abrir algunos agujeros laterales a fin de que el fuego respire. La madera no se quema sino que se cuece. la parte superior de la pira es la que primero comienza a carbonizarse, mientras que la txondorra se va contrayendo de volumen. La transformación en carbón dura unos diez días. Entonces se tapona los orificios y el fuego se apaga poco a poco durante unos cinco días. De unos dos mil kilos de leña se sacan alrededor de mil de carbón.

Las ventas de carbón se hacían por cargas, que equivalían cada una a dos sacos, y cada uno de éstos era de tres fanegas y cinco celemines. La fanega de carbón vegetal equivale a 45 kilos. El peso del carbón depende también de la madera de la que proceda. Un saco de carbón de castaño pesa unos 30 kilos, el de haya 35 y el de roble 38. El saco se cierra con helecho y cuerda entrecruzada. En las ferrerías se usaba una especie de tina de capacidad de una fanega para comprobar la cantidad de carbón recibido. La fabricación requiere una serie de utensilios y cribas para cribarlo una vez fabricado, utensilios de interés, hoy en día, únicamente etnográfico.

El carbón vegetal ha ido reemplazándose por otros combustibles y fuerzas motrices, principalmente por la hulla, el cok, el gas y la electricidad. A principios de siglo, la industria del carbón vegetal era todavía importante. En 1914, con motivo de la guerra europea, cobró nuevo impulso. Las locomotoras anduvieron a base de carbón y leña hasta 1920. Durante la guerra se exportaron a Francia grandes cantidades de carbón. Como botón de muestra puede citarse el caso de Zeanuri, Bizkaia, que fabricaba anualmente entre medio millón y un millón de kilos, alcanzando en 1914 la cifra récord de 2.000.000 de kilos.

Lefebvre estudia detalladamente las zonas vascas de fabricación del carbón, los centros de consumo, personal empleado en estas faenas y precios. Las minas de carbón de piedra (hulla) se explotaban ya en la primera mitad del s. XIX, principalmente en la zona de Bilbao. El transporte hacia el interior no era viable. Se empezó a explotar el lignito en Etxalar, Hernani y Zestoa, pero las 12.000 toneladas que producían estos yacimientos en 1865 se utilizaban para el funcionamiento de hornos de cal y fábricas de cemento. El empleo industrial de la hulla requería un utillaje especial que no se tuvo hasta 1865 en que se pusieron en marcha en Barakaldo los primeros altos hornos alimentados con cok.

  • Garmendia, Juan: Ikazkina, en "Euskal Esku-Langintza. Artesanía vasca", col. "Auñamendi", n.° 79, San Sebastián, 1970;
  • Caro Baroja, Julio: Los Vascos, 2.a edic., Madrid, 1958, pp. 210-211;
  • Lefebvre, Th.: Les modes de vie..., París, 1933, pp. 240-244 y 300-304.