En 1910 las circunstancias políticas habían cambiado y el control provincial había pasado a otras manos. Balbás dimitió, se aprobaron nuevos Estatutos y se inició otra etapa de la C.A.P., siguiendo el constante crecimiento de sus saldos de ahorro y el número de impositores. Esto ocurrió a pesar de los períodos de crisis económicas vividos en esos años (al término de la I Guerra Mundial, en los años treinta) y la Guerra Civil (1936-1939) que dividió en dos a la C.A.P., la que quedó en Gipuzkoa y la que siguió a las fuerzas leales a la República al caer San Sebastián en septiembre de 1936.
Año | Libretas | Saldo (pesetas) |
1911 1915 1920 1925 1930 1935 1940 | 106.810 139.256 160.577 195.616 241.332 268.579 278.540 | 25.070.027,53 33.235.312,57 51.683.869,-- 89.872.122,52 126.579.849,12 169.986.691,78 189.836.125,42 |
Los diversos tipos de libretas se modificaron ligeramente, creándose otros nuevos con el fin de captar nueva clientela:
- ordinarias y generales (unificadas en 1921)
- libretas a plazo (1921)
- ahorro obrero (1928)
- de pequeño ahorro (se transforman en libretas de ahorro infantil, 1928)
La competencia con los Bancos obligó a la Caja a iniciar los premios al ahorro. De 1913 a 1925 se celebraron dos sorteos anuales ordinarios y uno extraordinario cada cinco años. Estos sorteos fueron prohibidos en 1925, pero el acuerdo alcanzado en 1924 en el I Congreso Internacional del Ahorro celebrado en Milán, permitió sustituirlos por los concedidos el Día del Ahorro. Por idéntico motivo, los intereses devengados fueron modificados varias veces durante los años veinte y treinta.
La importancia alcanzada por los saldos del ahorro obligaron a cuidar sobre-manera los fondos de reserva y dotación. Los nuevos Estatutos dejaban al criterio de la Diputación la cantidad que se debía dedicar a ese fin. Al tener que cumplir con la legislación general española, el Estatuto General del Ahorro estableció para el mismo el 25% de los beneficios, hasta que las reservas alcanzaran el 10% del capital de la institución. La crisis bursátil de 1929 dejó a la C.A.P. prácticamente sin reservas. Afortunadamente, la marcha de la Institución no se vio afectada por ese hecho.
Las inversiones siguieron dentro de lo que había sido la norma y en 1915 se comenzó a invertir en inmuebles. En 1926 tuvo que aceptar la ley nacional, limitándose a la compra de valores nacionales y a un determinado porcentaje en provinciales y municipales. Lo mismo cabe decir de los créditos, que siguieron favoreciendo a la Diputación y los Ayuntamientos hasta la pérdida del Concierto Económico en 1937. La construcción de ferrocarriles fue en esta etapa prioritaria para la Diputación,quien solicitó la mayoría de los créditos (los Martires-Bergara; Durango-Zumarraga; ferrocarril del Urola); sin olvidar los fines benéficos (construcción del Hospital Provincial). Los créditos concedidos a los Ayuntamientos fueron siempre de menor cuantía y también evolucionaron conforme lo exigió la legislación. Los otorgados a los particulares fueron en aumento pero, según las normas estatutarias, nunca podían exceder del 5% del valor total de la cartera de valores y casi siempre se primaba a los que tuvieran un fin benéfico. La garantía podía ser personal, hipotecaria y de valores locales.