Municipios

BELASCOAIN

Urbanismo y construcciones civiles

Cuenta con un caserío relativamente amplio, situado en el lado más favorable de una alta ladera, sin llegar a ocupar su parte superior, en donde tan sólo encontramos la parroquia. Desde este punto se tiene una amplia vista del valle que se extiende debajo, desde donde se podía ejercer un control visual y efectivo del río Arga, del puente y de un antiguo cruce de caminos que permitía la entrada hacia la comarca de Pamplona por dos rutas diferentes, una a través de Etxauri-Arazuri y otra desde Paternáin-Zizur. La carretera divide hoy en día el pueblo en dos núcleos, alto y bajo, bastante bien diferenciados.

A la entrada del pueblo encontramos en primer lugar una callecita, muy estrecha al principio, que arranca a mano derecha entre casas que se disponen de manera escalonada. En la zona más baja, una casa de planta rectangular y tres alturas presenta muros primorosamente enlucidos, que salvan zócalo bajo, esquinas y enmarques de los vanos. Todos los huecos son rectos, incluido el portalón adintelado, y se cubre con tejado a cuatro aguas con limas. La casa adyacente repite características, aunque tiene una altura menos y la puerta es de medio punto. Siguen otras casas de menores pretensiones, dispuestas a derecha e izquierda, y en la zona alta de la calle hay otra casa que repite tratamiento de muros y vanos, aunque en este caso el medio punto de acceso se abre en el hastial corto de la planta, bajo el caballete del tejado. Otras casas, que en general no parecen muy antiguas, repiten características ya reseñadas, y no faltan tampoco algunas construcciones recientes, diseñadas con cierto gusto y personalidad, sin que resulten demasiado estridentes respecto al entorno edificado preexistente.

Al otro lado de la carretera se ubican las casas más antiguas de Belascoáin. Se abre con una plaza donde vemos un edificio palaciano de notable empaque. Se trata de un bloque del siglo XVIII, de planta rectangular irregular, con muros que al presente carecen de enlucido, dejando ver una mampostería concertada con cadenas de sillares en esquinas y enmarques. Se abre mediante un portalón de medio punto con trece dovelas lisas y relativamente largas. En el primer piso se abren además cuatro pequeños tragaluces, cinco ventanas rectas en la planta noble, y de nuevo cinco ventanucos en el piso superior. En un lateral se abre una galería de ladrillo con cuatro grandes arcos de medio punto, tal vez algo rebajados, que apean sobre pilares de sección cuadrada. Remata el conjunto un vistoso alero de ladrillos aplantillados y un tejado a cuatro vertientes. En otro costado de la plaza y en ángulo con este edificio, se levanta un caserón tampoco carente de empaque, con dos alturas más desván. Los muros, enlucidos, salvan zócalo, esquinas y enmarques. Se abre mediante portalón de medio punto flanqueado por dos ventanas, piso con dos ventanas y balcón, y ático con tres tragaluces. Se cubre con tejado a cuatro vertientes.

Desde la plaza arranca una empinada calle, en la que las casas se presentan escalonadas a ambos lados. Vemos varias viviendas de muros enlucidos, en las que predominan los vanos rectos, así como una antigua casa gótica, muy reformada, pero que nos da la idea del tipo predominante en el lugar en la Edad Media. Tiene muros sin enlucir, en mampostería concertada, arco de acceso apuntado con trece dovelas largas cuya rosca va moldurada con una media caña, y piso superior con dos ventanas no muy amplias, que en la actualidad son rectas pero que pudieron en origen tener diseño apuntado o conopial. Sigue por el mismo lado la ermita del Carmen.

En la parte alta del pueblo se sigue la tónica de la tipología de casas ya reseñada, en su mayoría con dos alturas y con tratamiento de muros y vanos variable. En algunos casos se aprecia la existencia de intervenciones que han buscado mayor cantidad y amplitud en los vanos, incluso con superficies aterrazadas un tanto extemporáneas. Parece que en el sustrato tradicional predomina el tipo, ya antes descrito en varios casos, de muros enlucidos con cadenas de sillar y ventanas rectas, dándose la mayor variedad en los accesos, aunque son mayoría los medios puntos. Puede ser representativa de este tipo una casa situada en un extremo del pueblo, al final de una calle ancha que parte a mano derecha de la parroquia, según se llega al templo. Es un caserón prismático, con dos alturas más desván, muros enlucidos con las sabidas excepciones y ventanas amplias y abundantes, que responden ya a una necesidad evidente de confort. La puerta se abre con un medio punto dieciochesco, con cortas dovelas que llevan una moldura rebajada en cuyo centro corre un fino baquetón, y que llevan la rosca también moldurada.

Encontramos en esta zona alta otra casita gótica cuyas características confirman el tipo medieval antes propuesto, incluyendo un airoso arco ojival, aunque también en este caso las ventanas han sido claramente alteradas, en busca de una mejor iluminación del interior. Hay varios casos en el que restauraciones recientes han eliminado los enlucidos exteriores, concesión hecha a la moda y al prestigio actual de la piedra como material constructivo. Tampoco faltan casas de un tipo más popular, sin visos de antigüedad, como las casitas que conforman la Plaza de la Asunción.

Fuera ya del casco urbano nos encontramos un puente de gran formato que salva el curso del río Arga. Aunque su estratégico emplazamiento anuncia una antigüedad considerable, en la actualidad su aspecto responde a una reconstrucción de fines del XVIII. Consta de cinco arcos de medio punto y tres tajamares que al nivel de la calzada sirven además para crear ensanchamientos destinados a facilitar el tránsito conjunto de personas y vehículos.

En la zona baja y junto al río se levanta además el Balneario de Belascoáin, que aprovecha las propiedades "mineromedicinales" del agua procedente de su subsuelo desde hace siglos. Las edificaciones, que datan del siglo XVIII, conforman un conjunto en "L", con zonas ajardinadas entre las que destaca una fuente de finales del siglo XVIII y una pequeña capillita.

Ermitas

En 1796 se mencionan dos ermitas, las de San Miguel y la de San Pedro, pero esta última sobrevive hoy bajo la advocación de Nuestra Señora del Carmen, en el centro del casco urbano, en el barrio alto y delante de la Plaza Mayor. En cuanto a la primera, se considera desaparecida a día de hoy. La ermita que ha sobrevivido parece datar del siglo XIII, y consta de una nave ancha y corta, dividida en tres tramos, el último de los cuales ejerce de cabecera en testero recto. Se adosa a esta última una sacristía de planta rectangular. Los muros son de sillarejo y mampostería, que al exterior aparecen hoy casi totalmente ocultos por otros edificios, y a los pies de la nave se levanta un coro de madera. Se perforan estos muros por un ojo de buey enmarcado en ladrillo. La nave se cubre con una cubierta a dos aguas que descansa sobre dos arcos fajones apuntados, que apean a su vez en ménsulas encastradas en el muro. La sacristía recibe una sencilla cubierta plana que deja ver la estructura en madera. Al exterior se levanta la torre, un volumen prismático en el que se abren, sucesivamente, una pequeña puerta de medio punto con ocho dovelas lisas, el ojo de buey ya citado, y un medio punto en alto para las campanas. Sobre el tejado, a cuatro aguas, se eleva un templete ligero que alberga otra campana.

El interior va presidido por el retablo de la Virgen del Carmen, una obra barroca del XVIII, cuya traza consta de banco, un cuerpo de tres calles y ático con remate curvo. Se articula mediante columnas salomónicas y lleva abundante decoración de raigambre vegetal. La imagen titular es contemporánea del retablo, pero va flanqueada por dos esculturas góticas de San Blas y de San Pedro, sedente y como pontífice. Estas últimas son tallas de marcada frontalidad y cierto hieratismo, con ropajes simétricamente dispuestos, con plegados ampulosos y de formas ondulantes. En esta ermita encontramos así mismo un Niño Jesús barroco, una Inmaculada de vestir moderna y una Virgen del Rosario romanista.

Parroquia de la Asunción de Nuestra Señora

Se erigió en la zona alta del pueblo, en una amplia y descarnada explanada en la que no se levantan otras construcciones. Se trata de un templo protogótico construido a principios del siglo XIII, aunque sufrió importantes reformas y ampliaciones en el siglo XVI. La planta consta de una única nave de cuatro tramos, además de una cabecera poligonal de tres paños. En los tramos inmediatos a la cabecera se abren sendas capillas por cada lado, a modo de transepto, mientras que la sacristía es una amplia sala trapezoidal abierta por el lado de la Epístola. El acceso se abre en el segundo tramo, en el muro meridional, y va cobijado por un pórtico sobre pilares.

Los muros son de sillarejo, y al interior se perforan por cuatro ventanas cuadrangulares, tres de ellas en el muro meridional y otra en el muro de los pies. Las capillas laterales se abren a la nave mediante arcos apuntados de trazado irregular mientras que a los pies de la nave se levanta un coro del siglo XV con arco de embocadura escarzano.

La nave se cubre mediante una bóveda de cañón apuntado cuyos tramos se articulan con fajones de idéntico perfil, que apean en ménsulas encastradas en el muro, y que van además unidas por una imposta que recorre todo el perímetro interior del templo. La cabecera se cubre con bóveda de paños, articulada también por nervios, que apean igualmente sobre ménsulas que transmiten los empujes al muro. Las capillas reciben bóvedas de crucería con motivos estrellados diferentes, cuyos nervios apean en un conjunto de ménsulas decoradas con motivos geométricos y cabecitas. El bajo coro lleva un tramo de crucería simple en cuya clave se labró una Virgen con el Niño acompañada con varios "putti", mientras que la sacristía lleva una bóveda de arista simple, obra del siglo XVIII.

Al exterior encontramos la torre, de corto fuste e inusitada amplitud, lo cual le da unas proporciones un tanto pesadas, que se levanta sobre los dos primeros tramos de la nave. Sus muros presentan algunas ampliaciones en planta muy evidentes, así como un arco de descarga apuntado, sin función clara a día de hoy. Se perfora en alto por medios puntos para las campanas. El pórtico es de piedra, con un amplio arco rebajado que enfrenta la puerta del templo, y una prolongación hacia los pies del templo que se abre con otros cuatro arcos del mismo perfil pero con menor luz. Apean sobre pilares de sección cuadrada, con molduras a modo de capiteles. La puerta propiamente dicha pertenece al estilo gótico, fechable en el siglo XIV, con arco apuntado cuyo derrame salvan cinco arquivoltas molduradas, más un guardalluvias exterior. Se remata en alto por un crismón trinitario, y las arquivoltas apoyan en columnas que llevan capiteles corridos, con racimos de uvas, un águila con las alas desplegadas, dos grifos, un lobo y un jabalí.

Preside el templo el retablo de la Virgen, obra plateresca debida a Guillén y Juan de Oberón, que lo ejecutaron hacia 1563. Su arquitectura consta de banco, dos pisos de cinco calles y ático con remate avenerado. Se articula mediante columnas corintias, y recibe decoración con abundantes grutescos. En el banco encontramos el sagrario, rodeado de también de grutescos. En el primer piso se suceden el relieve de la Oración en el Huerto, bultos de San Pedro y San Pablo y un relieve de la Resurrección de Cristo. En el segundo piso las imágenes en bulto redondo de Santa Lucía, Santa Margarita, el grupo de la Virgen con el Niño y San Juanito, Santa Águeda y Santa Bárbara. En el ático el Calvario en el centro, entre dos niños atlantes, además de los Santos Gervasio y Protasio en los extremos. Se trata de tallas de fina y cuidada ejecución, que reflejan la mano hábil de un artista consagrado. Sus figuras, de gran corrección en proporciones y ademanes, llevan ropas movidas cuyos pliegues curvos se ajustan bien al movimiento de los cuerpos.

En el lado del Evangelio se levanta el retablo de la Inmaculada, que es obra barroca de comienzos del XVIII. Va presidido por una talla moderna de la Inmaculada, pero también figuran tallas originales de San Francisco Javier, Santiago y San Antonio Abad. En el mismo lado del muro encontramos un Crucificado del XVII, de talla popular. Cerca encontramos un San Fermín barroco del XVIII, así como una Inmaculada de vestir, moderna.

En el lado de la Epístola registramos el retablo de San Luis Gonzaga, neogótico y con imaginería igualmente moderna, mientras que en el sotocoro se custodia una pila bautismal medieval, contemporánea de la fábrica, con base cuadrada, fuste cilíndrico rematado con capitel con decoración vegetal a base de piñas y hojarasca, y taza semiesférica. Como es habitual, en la sacristía se guardan varias piezas de platería.

Joseba ASIRON SAEZ (2008)