Industrias

Banco Guipuzcoano, 1899-2010

El Banco Guipuzcoano, tan ligado a los negocios de la provincia, fue fundado en San Sebastián en 1899, y ha sido el de más larga vida en Gipuzkoa, con más de 100 años de existencia. Sin embargo, los promotores de la entidad no fueron guipuzcoanos sino bilbaínos ligados a los negocios de Bolsa, abundantes por entonces en la capital vizcaína. La expansión de las actividades económicas de los bilbaínos a finales del XIX por un lado, y la falta de una entidad bancaria propia en San Sebastián por otro (ya que en 1874 había desaparecido el primitivo Banco de San Sebastián), explican en parte el proyecto presentado en la ciudad donostiarra por Felipe de Ugalde Molinuevo, en septiembre de 1899.

Felipe de Ugalde (1846-1941), era natural de Haro, aunque su actividad económica más intensa la desarrolló en Bilbao, siendo uno de los promotores de la Bolsa bilbaína. También demostró su capacidad para los negocios en el ramo de los vinos y desde luego conocía muy bien las negociaciones comerciales y bursátiles, como agente de Bolsa que era. Por eso no nos debe sorprender que Ugalde actuara en nombre propio y en representación de un grupo de agentes de Bolsa bilbaínos, quienes le encomendaron que se trasladara a San Sebastián. El objetivo era reunirse con los comerciantes y capitalistas de la ciudad para exponerles el plan de crear un banco de crédito, con los mismos fines y bases de funcionamiento de los bancos de Bilbao y de Comercio.

A tal fin, se publicó en la prensa local donostiarra una circular en la que se hacía un llamamiento a todos aquellos interesados, para que asistieran a una reunión el 6 de septiembre de 1899, en el palacio de Bellas Artes. Allí acudieron un grupo de donostiarras pertenecientes a la elite económica de la ciudad. En dicha reunión, Ugalde informó que el banco que pretendía establecer en San Sebastián, contaría con un capital social de cinco millones de pesetas. La mitad de las acciones, de un nominal de 500 pesetas cada una, serían adquiridas por él mismo y sus representados. El resto de las acciones se ofrecerían a los guipuzcoanos para que pudieran participar económicamente en el proyecto. También los agentes de Bolsa bilbaínos se comprometían a adquirirlas, en el caso de que quedaran acciones sin suscribir.

En aquella misma reunión se acordó la fundación del Banco Guipuzcoano con el capital social propuesto de cinco millones, representado por 10.000 acciones de 500 pesetas cada una. Asimismo, quedó nombrada una Comisión Gestora compuesta por: Ignacio Mercader, presidente; Ramón Machimbarrena, José Antonio Rezola, Joaquín Lizasoaín, Silvestre Lasquíbar y Felipe de Ugalde, vocales; y Feliciano Echeverría y Wenceslao Orbea, secretarios. A dicha Comisión se le encargó la redacción de los estatutos, así como fijar las condiciones para la suscripción de acciones. Una vez aprobadas las normas de funcionamiento, la propia Comisión Gestora debía ocuparse de otorgar la escritura fundacional y de poner en marcha el Banco. También se le encomendaba el nombramiento del primer Consejo de Administración, hasta que se celebrara la primera Junta de accionistas.

Las acciones fueron rápidamente suscritas, superando la demanda de títulos a la oferta, de tal forma que se debió hacer un sorteo para adjudicar los títulos entre todos los solicitantes. También los estatutos del Banco quedaron redactados para primeros de octubre. Así las cosas, la Comisión Gestora convocó a los accionistas a una Junta constituyente, el 7 de octubre del mismo año, también en los locales del palacio Bellas Artes donostiarra. En esa sesión se aprobaron los estatutos redactados por la Comisión, se nombró el primer Consejo de Administración y se dispuso que se formalizase la escritura pública del Banco Guipuzcoano, a cuyo acto podían acudir cuantos accionistas desearan, acompañando a Ugalde, Rezola, Lasquíbar y Orbea.

Felipe de Ugalde, además de ser el promotor del Banco, adquirió más de 2.600 acciones, convirtiéndose en el mayor accionista de la entidad. Fue consejero del Guipuzcoano hasta su fallecimiento en agosto de 1941. Además, la relación de Ugalde con el Banco Vizcaya (fundado en 1901, con un capital de 15 millones de pesetas), tanto como accionista que fue y también como miembro de su Consejo de Administración, facilitó al Guipuzcoano el poder participar en numerosas emisiones de obligaciones de distintas empresas, con gran provecho económico.

Poco después se escriturarse la sociedad bancaria, se celebraron concursos libres para cubrir las plazas de secretario, cajero y contador. También comenzaron las gestiones para encontrar una sede amplia y digna. Las conversaciones con el propietario del Hotel de Londres, Eduardo Dupouy, situado en la manzana entre la Avenida y las calles Fuenterrabía, San Marcial y Guetaria, dieron como resultado, la venta del pabellón por parte de su propietario. El edificio fue derribado en 1900, y en su lugar se construyó otro que fue inaugurado en julio de 1902, estableciéndose allí la sede central del Banco Guipuzcoano. No obstante, el Banco ya había iniciado su servicio al público en enero de 1900, en unos locales provisionales.

El capital inicial del Banco de 5 millones de pesetas, se duplicó en 1917, y en 1920 se amplió a 25 millones. La política económica del Guipuzcoano fue la de consolidarse económicamente a través de un importante fondo de reservas. Ya en el ejerció de 1901, apenas iniciadas sus operaciones, destinó 150.000 pesetas a reservas; ocho años más tarde ascendían a 1.100.000, logrando en 1914, más de dos millones.

El accionariado, mayoritariamente bilbaíno durante los primeros años (el 75% en 1900), a través de una política de adquisiciones de títulos, fue cambiando en favor de los guipuzcoanos. De esta forma, en 1908, el 61% de los títulos estaba en manos de donostiarras. Asimismo es de destacar que la estructura del accionariado estaba dominada por los pequeños y medianos accionistas: el 90% de los socios poseían un número de acciones inferior a 60.

La apertura de sucursales en la provincia estuvo ligada a los centros industriales más activos. Las primeras sucursales se establecieron en Tolosa (1906), Irún (1908), Bergara (1909), Azpeitia (1911) y Eibar (1912). Esta expansión continuó durante y después de la I Guerra, de tal forma que en 1921, el Banco Guipuzcoano tenía 18 sucursales, todas en la provincia. Pero, en 1925 se acordó abrir una nueva sucursal en Bilbao, que estuvo activa en agosto de 1926. Era la primera que se establecía fuera de Gipuzkoa.

Los órganos de gobierno del Banco Guipuzcoano fueron: la Junta General de accionistas, el Consejo de Administración y el Director-gerente. Durante los primeros años de actividad del Banco, las Juntas se celebraron cada seis meses, al ser semestral el ejercicio económico. Pero a partir de 1918, pasaron a ser anuales, convocándose Junta General de accionistas una vez al año. No obstante, el Consejo de Administración podía convocar Junta extraordinaria cuando fuera solicitada por un determinado número de accionistas.

El Consejo de Administración se componía de doce consejeros, de acuerdo con los estatutos del Banco, de los que uno ejercía de Presidente de turno. Los primeros consejeros, a excepción de Ugalde y Díaz de Antoñana, fueron empresarios mayormente donostiarras.

A comienzos de la década de los años 20, el Banco Guipuzcoano se caracterizó por su marcado carácter expansionista, logrando extender su actividad más allá de la provincia. Fueron varios los factores que favorecieron esta expansión. Por un lado se incrementó el capital social en 1920 (de 10 a 25 millones, en 1920). En 1921, se abrían cuatro nuevas sucursales en la provincia. También tuvo lugar la incorporación del Guipuzcoano al recién creado Banco Central (con el fin de evitar la posible competencia del Central allá donde hubiera oficinas del Guipuzcoano). En 1922, el Banco Guipuzcoano también adquirió un paquete de acciones del Banco de Vitoria, lo que le otorgaba una representación en el Consejo de Administración de la entidad alavesa.

Un año más tarde, en 1923, también el Guipuzcoano lideró un proyecto de gran envergadura, como fue la apertura del Banco Español en París, al que se unieron otras entidades bancarias. Con este nuevo banco en la capital gala, podría disponer en el extranjero de unos servicios, evitando otros intermediarios. Una vez en funcionamiento aquella institución, el Guipuzcoano ocupó durante varios años, la presidencia del Consejo de Administración.

En 1926, tal como se ha indicado, comenzaba a funcionar una sucursal del Guipuzcoano en Bilbao. De esta forma, salía de los límites provinciales que le habían constreñido hasta entonces. Por fin, en 1929, el Consejo de Administración acordaba abrir otra sucursal en Madrid, cuyas oficinas pudieron estar activas en marzo del año siguiente.

No todo fue fácil para el Banco Guipuzcoano durante la década de los 20. Las crisis de 1924-25, también le afectó, aunque no tan duramente como a otras entidades que tuvieron que suspender pagos. Así, en la memoria del Banco de 1925, se indicaban los problemas que estaba atravesando la industria guipuzcoana, aunque las operaciones bancarias parecían volver a la normalidad para 1926-27.

Pero aún sería más crítica la situación durante los años 30. La crisis internacional por un lado, la política económica durante la República española, además de la Guerra Civil, provocaron grandes desajustes en la economía en general y en el sector financiero en particular.

Finalizada la Guerra Civil, después de unos años de ausencia de celebración de Juntas de accionistas, por fin, en octubre de 1941, se levantó la prohibición para poder celebrarlas. En consecuencia, a comienzos de 1942, el Guipuzcoano celebró su Junta de accionistas, la primera desde la declaración de la Guerra Civil. En ella se presentaron los balances de los años 1939, 40 y 41. También se comunicó el fallecimiento de algunos consejeros (José Horn, Wenceslao Aguirrebengoa, Francisco Alberdi y Felipe Ugalde), por lo que tuvo que nombrarse nuevos miembros del Consejo. De esta forma se iniciaba una etapa en la que compartirían asientos en el Consejo, algunos de los antiguos consejeros (Agustín Brunet, Ramón Machimbarrena o Luciano Abrisqueta) y otros recién incorporados que representaban una nueva generación (Jaime Zarauz, Patricio Echeverría o José Mª Aguirre Gonzalo).

También en 1942, el Banco Guipuzcoano llegó a un acuerdo con el Banco Español de Crédito (Banesto), mediante el canje de acciones. Como consecuencia de este acuerdo, ambas entidades bancarias intercambiaron consejeros. Así, Epifanio Ridruejo, Consejero Delegado del Banesto, se incorporó como consejero del Guipuzcoano. A su vez, José María Aguirre Gonzalo, residente en Madrid y que por entonces estaba al frente de la empresa Agromán, fue nombrado miembro del Consejo del Banesto. Otros cambios introducidos en 1946 y 1947, también afectaron a la presidencia del Consejo. En 1946, el presidente, hasta entonces de turno, pasó a ser electo, cargo que recayó en Agustín Brunet. Además, un año más tarde se incorporó la figura de un vicepresidente.

Cuando al final de los años 40, el Banco Guipuzcoano cumplía su 50 aniversario, algunos datos cuantitativos indicaban el salto que había dado la entidad desde su fundación: el capital social había pasado de 5 a 60 millones de pesetas y las reservas bancarias superaban los 42 millones.

El statu quo bancario -decretado como consecuencia de la Guerra Civil y que permaneció hasta 1962- que impedía la apertura de nuevas entidades bancarias allá donde no estuvieran establecidas anteriormente, limitó la expansión de nuevas entidades y sucursales bancarias. No obstante, la posibilidad de expandirse mediante la absorción de otros bancos ya existentes, fue una forma de poder asegurar la presencia en nuevos espacios. Esta fórmula utilizada por los grandes bancos, también fue la que sirvió al Guipuzcoano para establecerse en Cataluña. En 1952, absorbía la Banca Pérez López, instalándose así en las oficinas que tenía aquélla en: Barcelona, Hospitalet (tres) y Molins del Rey. En consecuencia, se estableció la Comisión de Barcelona, con las mismas atribuciones que tenía su homónima de Bilbao.

Durante la década de los 60, tuvo lugar un proceso lento pero continuo de liberalización bancaria en Europa, y también en España. Además, las nuevas tecnologías debieron introducirse en el sector bancario, por lo que se inició un proceso de modernización, acelerándose durante la década de los 70. En el caso del Banco Guipuzcoano, el periodo posterior a la derogación del statu quo, hasta 1974-5, puede definirse como de expansión territorial y dedicación de su actividad en apoyo de la pequeña y mediana empresa regional. La expansión fue manifiesta. En 1965, abría oficinas en Vitoria y Pamplona. En 1973, lo hacía en Logroño. Y, si en 1967, el Guipuzcoano contaba con 58 establecimientos, en 1974, ascendían a 84. Además, antes de que finalizara 1974, acometía un importante proyecto de modernización, dotándose de las últimas novedades técnicas del momento.

El crecimiento y la automatización de operaciones presidieron las décadas posteriores, dentro de la renovación que exigía el sector bancario. Ante la incorporación de España a la CEE, el Banco Guipuzcoano introdujo cambios importantes en sus sistemas operativos, en el organigrama administrativo y de personal, así como en la oferta de nuevos productos, actividades sociales y de comunicación.

Tras la fructífera etapa de José Mª Aguirre Gonzalo como presidente, fue su hijo José María quien asumió la presidencia del Consejo en 1988. Y fue éste, Aguirre González quien debió hacer frente a los intentos, frustrados a la postre, de absorción del Guipuzcoano por parte del Banesto primero, y del Banco de Vitoria después, entre finales de los 80 y primeros años 90.

Tras estos envites, el Banco Guipuzcoano salió reforzado, siendo, antes de finalizar el siglo XX, uno de los escasos bancos regionales que permaneció independiente, además de lograr unos rendimientos muy positivos para sus accionistas. El Guipuzcoano cumplía su centenario en 1999, con un balance muy positivo. Sin embargo, la necesidad de las entidades financieras de contar con un tamaño cada vez mayor ha llevado al Guipuzcoano, a su fusión con el Banco de Sabadell en 2010. Durante los primeros meses de 2011, se realizan las operaciones de integración plena desde el punto de vista operativo con la entidad catalana.