Concepto

Artesano

El país vasco es considerado tierra habitada desde las primeras etapas del Paleolítico Inferior (200.000 a.C.). Durante un enorme periodo de miles de años, 191.000 aproximadamente, la única actividad principal fue la caza, siendo consideradas actividades secundarias y complementarias la recolección de semillas y raíces. La primera actividad manual es, por tanto, directamente dictada por las necesidades de la misma, fabricación de armas e instrumentos rudimentarios de madera, piedra o hueso. Una población exigua y errante fabrica sobre la marcha venablos, picas, porras arrojadizas y hachas, como la hallada en Aitzabal (sur de Vitoria). No existe una división tajante del trabajo ya que cada cazador es a la vez recolector y artífice. El taller de sílex de Aranzadulla (sierra de Urbasa) nos habla de una esporádica división del trabajo al ser un probable campamento de cazadores, una fracción de los cuales trabajaba por cuenta de la colectividad.

Dentro de estos primeros milenios de penuria, en el Paleolítico Medio (30.000 a.C.), los rigores del clima empujan a estas tribus al interior de las cuevas naturales. Aparece una rústica industria de lascas (levalloisiense) y grandes hachas de ofita (musteriense).

Restos de instrumentos más perfeccionados se fabrican hacia el año 30.000 a.C. y su aparición marca el nuevo jalón denominado Paleolítico Superior. La base de la producción es la caza, variando sólo las técnicas de la misma y las especies arrebatadas a la naturaleza. Las moradas se hallan cercanas a los portillos montañosos, pasaje natural de los animales (Santimamiñe, Isturitz), cercanas al río o al mar (Lumencha y la misma Santimamiñe), fuente de pesca. Los instrumentos, fabricados con toda probabilidad por mujeres y ancianos, se han diversificado, abarcando un repertorio tosco de raspadores, buriles, puntas talladas, mazas, raederas, objetos de hueso, punzones, azagayas, etc. Hay también pendientes, amuletos y colgantes como primeras muestras de arte mobiliar y se emplean las pieles para cobertura. Un arte superior florece en las pinturas y relieves solutrenses (Isturitz), onda cultural que alcanza su punto culminante en el magdaleniense que deja una esplendorosa impronta en las cuevas prehistóricas del país: Lumentxa, Santimamiñe, Bilinkoba, Armiña, Atxurra, Balzola, Ermittia, Urtiaga, Aitzbitarte, Alkerdi, Berroberria, Anglet, Haristoy, Isturits, Altxerri, Ekain, Artxilondo, Saint-Pierre d'Irube, etc.

Comienza el último interglaciar (periodo holoceno); el clima más suave y el mayor perfeccionamiento del pulimento de la piedra abren el periodo denominado Neolítico (9.000 a 2.000 a.C.), transcendental periodo de cerca de 7.000 años en los que la humanidad conoce dos hechos fundamentales: la agricultura y la ganadería. La revolución neolítica convierte al hombre en productor activo de los artículos de consumo. Los primeros restos de esta enorme conquista son los hallados en Santimamiñe (huesos de oveja) y en Lumentxa (molino rústico para machacar granos). Se domestican los bóvidos, el caballar y el caprino y se siembran los cereales antes destinados al consumo inmediato y producto de mera recolección en estado salvaje. Al amparo de esta primera gran división del trabajo aparece una cerámica primitiva moldeada a mano sobre mimbre o flejes; ollas y platos de barro se unen a una producción artesanal subsidiaria de la caza, agricultura y ganadería incipientes. Restos de piedra pulimentada, agujas de cuerno o hueso, martillos, picos, etc. son hallados en las cuevas con restos neolíticos del país: Isturits, Bolinkoba, Urtiaga, Uriogaina, Lumentxa, etc. La piedra ha dado su nombre a los instrumentos básicos: -aitzkora, aitzto, aitzur...- que han servido al hombre para escapar al exterminio de la especie.

Poco sabemos de los primeros artesanos prehistóricos, sin embargo, merced a la pericia de sus manos y a los materiales que ellas manejaran clasificamos los miles de años que preceden a nuestra entrada en la historia: edad de la piedra antigua, edad de la piedra nueva, edad de los metales, edad del cobre, del bronce, del hierro. En los albores de la entrada del metal en nuestros territorios, una lenta explosión demográfica, producto de la mejoría del clima y del alza del nivel de vida debida a los primeros -aunque exiguos- excedentes ganaderos y agrícolas, comienza a cubrir poco a poco zonas apenas pobladas del país. Se deja sentir un frecuente trasiego de rebaños transhumantes, sobre todo en las zonas altas de pastos tales como Gorbea, Aizkorri, Urbasa, Guibijo, Irati, Elosua, Lindús, etc. conocidos por sus numerosos dólmenes. Algunas zonas más bajas también se pueblan: Belate, Mairuelegorreta, Alzania, Cuartango, etc. Unos 5.000 seres humanos se albergan en cuevas y, provisionalmente, en chozas, viven de la caza y del ganado (60 % de la primera); de ellos, una minoría sedentaria se sitúa en las zonas bajas y, sin dejar de cazar, practica ya las primeras formas de agricultura estable dedicando sus ratos libres a las labores manuales.

Se calcula que la Edad del Cobre o Eneolítico abarca en nuestra tierra del 2000 al 1.200 a.C. El cobre hace su aparición en forma de puntas de lanzas y flechas, hachas, cuchillos, adornos, punzones, leznas, etc., contemporizando con el laboreo tradicional de la piel, piedra y barro cocido. Se teje ya la lana, mediante instrumentos de metal o hueso y se elaboran vasos, vasijas y utensilios de cerámica de superficie lisa o adornada. Restos de la Edad del Bronce, armas, trebejos, utensilios asoman en las excavaciones de Goikolau, Oyalkoba, Aralar, Santimamiñe, etc., en el estrato correspondiente a los años 1.200-600 a.C. Tiene lugar también en este periodo la difusión del tejido, y el uso del carro de ruedas. Desde aproximadamente el año 600 las viviendas comienzan a alzarse al aire libre y el uso del Hierro se generaliza. Corrientes migratorias europeas influyen en nuestra población, sobre todo la celta. Una de las ondas expansivas de su cultura se introduce por el norte de los Pirineos hasta el limite actual de Navarra con Gipuzkoa. Es la cultura del cromlech o "baratz". Otra se dirige al sur configurando los primeros poblados fortificados. Han aparecido ya los primeros artesanos independientes liberados de la producción directa de víveres en estas comunidades aldeanas, de Álava y sur de Navarra principalmente: Castejón (Arguedas), Kutzemendi, Salbatierrabide, Iruña, Murguía, Arrola (Navárniz), Echauri, Oro, Laguardia, La Hoya), Artajona, etc. Fabrican escudillas, adornos para el vestuario, cerámica, lanzas, arados, espadas, hoces de hierro (Echauri). Aparece el telar de pesas (Kutzemendi) y hace su irrupción el torno del alfarero, impulsado, probablemente, por almerienses trashumantes. La cultura del "baratz", propia de pastores y labradores, no llegó sin embargo a extenderse al occidente del país, extremo de Álava y de Bizkaia y gran parte de Guip., zonas pastoriles donde el artesano, lo es sólo de ocasión y no de oficio y donde la moneda propia no es aun conocida aunque se utilizan objetos de valor suntuario para expresar el valor del cambio de los productos (Estrabón, III, 3, 7).

Es un hecho de sobra conocido que con la llegada de los romanos la vida baja de las alturas de pastos al fondo de los valles favorecida por la "pax romana" y la red de comunicaciones del imperio que pone en contacto los relativamente jóvenes centros urbanos. Deobriga (Puentelarrá), Beleia, Suessatio, Tullonium, Alba, Aracelium (Araquil), Alantone, Pompailon (Pamplona) e Iturissa son otros tantos jalones de la famosa vía Astorga- Burdeos. Lapurdum (Bayona) llega a ser sede del tribuno de Novempopulania. Banca, Muscaria (Tudela), Araciel (hoy despoblado), Flaviobriga, Hasparren, Oiasso (Oyarzun?), Tullonium (Alegría de Álava), Osma, Arróniz, Carasa (Garris), Imus Pyreneus (San Juan de Pie de Puerto), Tardets, son ya lugares de población fija. Bilbao pudo haber sido el Amanum Portus de Plinio o la Flaviobriga de Ptolomeo. Los dos centros urbanos más importantes son, al parecer, las dos Iruñas, la de Pamplona y la de Álava, núcleos comerciales y artesanales florecientes, sobre todo en el siglo II d.C. Los romanos propagan en las llanuras del sur el cultivo de la vid, olivo y cereales. Respecto a la producción artesanal que debió de desarrollarse en los centros urbanos, Gerhart Rohlfs hace notar la influencia latina en la terminología al uso entre los herreros: mallu, tobera, kate, ingude, aingura, etc. Incluso la designación del arado de reja, en euskera golde, parece provenir de la voz latina "culter". La caída del imperio trajo como consecuencia la disolución de la vida ciudadana y la vuelta a la economía natural. Constan ya luchas de montañeses contra romanos desde el siglo IV aunque precedan a estos acontecimientos las correrías de bandidos vascones y las guerras de los campesinos bagaudas ya desde el siglo III. Las ciudades, islotes de civilización, sucumben al empuje bárbaro; las dos Iruñas son incendiadas y tomadas a saco. La lucha contra los visigodos es constante desde comienzos del siglo V, situación agravada desde el año 711 con la aparición musulmana.