Concepto

Aproximación al desarrollo de la diáspora vasca

Los últimos inmigrantes vascos que llegaron a Buenos Aires se establecieron en la capital o en las ciudades de la costa donde vivía la mayor parte de la población de Argentina mientras que otros se trasladaron a la capital de Uruguay y a su interior. Aquéllos que provenían de ciudades y estaban acostumbrados al estilo de vida administrativa, de fábricas o comercial permanecieron en las ciudades, mientras que a aquellos que eran originarios de zonas rurales les atrajo la vida rural que ya conocían. Para 1840, el establecimiento de la industria ovejera hizo aumentar el ganado en el interior de las regiones de las pampas y en ella participaron los vascos dominando el pastoreo de ovejas y la cría del ganado en el cono sur.

Los vascos eran propietarios de la mayoría de los almacenes y mercados en Buenos Aires y Montevideo y sus éxitos económicos fortalecieron su influencia en los círculos financieros del Río de la Plata. Había barrios, como el Barrio de la Constitución en Buenos Aires, donde los vascos disfrutaban de su propio mercado, tiendas, casas, escuelas, iglesias y la lengua vasca era la lengua para comunicarse. Ciertas Iglesias Católicas se conocían como iglesias vascas y había suficientes sacerdotes vascos como para atender las misas, bodas, bautizos y confirmaciones en vasco. Al interior del país, unos pocos vascos se convirtieron en barones de la tierra y otros ganaron inmensas fortunas con la industria de las ovejas y el ganado vacuno.

Inicialmente los nuevos inmigrantes vascos trabajaban en equipos como pastores de ovejas y trasquiladores, operarios colocando cercados para el ganado, conductores de carros mientras que otros muchos lo hacían como rancheros y empleados en las granjas. Los rancheros con éxito precisaban más mano de obra y a menudo enviaban el pasaje a sus parientes de Euskal Herria, especialmente a varones jóvenes sin herencia de las zonas rurales. Los vascos abrieron hoteles, restaurantes, y panaderías y escribían a la familia y amigos desempleados informándoles de que su especialización era necesitada, apreciada y rentable en América.

Para mediados de 1800 un nuevo destino principalmente relacionado con el descubrimiento de oro en California en 1849, los Estados Unidos, atrajo a los emigrantes vascos y a ellos, se unió una migración secundaria de vascos de Sud América hacia California. Antes de 1860, unos pocos vascos que no habían tenido suerte en su búsqueda de oro, comenzaron a criar rebaños de ovejas para alimentar a los mineros en el Oeste americano. El oro apareció en las cercanías de Nevada e Idaho aumentando la necesidad de alimentos y los vascos criaron ganado y ovejas a buenos precios y con un alto margen de beneficio en los terrenos públicos. El idioma inglés no era necesario para el negocio agrícola y la relación con otros inmigrantes de habla no inglesa animó a los vascos a buscar compañía tanto para negocios como para vida social. Su aislamiento físico en los vastos territorios del oeste hizo más fácil el mantener el idioma y las costumbres porque no había una cultura propiamente "americana".

El mantenimiento del idioma vasco y la etnia vasca se mantuvo en el Nuevo Mundo de 1800 del mismo modo que lo había hecho en los siglos anteriores. La vida de la ciudad en Bilbao y en Buenos Aires podía ser comparable y aunque el clima y el suelo del interior no lo eran, la vida diaria rural y la agricultura en Argentina, Uruguay y en el oeste americano en esa época era similares a las de Euskal Herria.

Según el antropólogo Julio Caro Baroja, fueron las leyes hereditarias vigentes en la sociedad rural vasca el elemento más importante a la hora de estimular la emigración fuera de Euskal Herria. La densidad de población, la alta fertilidad y las altas cifras de nacimientos, unidas a la escasez de tierras apropiadas para la agricultura y el bajo rendimiento agrícola, originaban un potencial de expansión limitado pues cada granja tan sólo podía mantener a una familia. Aquellos que tenían arreglos de rentas estaban menos comprometidos con la tierra y eran más proclives a emigrar, debido a su inestabilidad. En consecuencia, la mayoría de los caseríos vascos permanecieron inalterables durante siglos, al persistir en cada generación un único heredero. Los Fueros garantizaban la práctica de que fuese el primogénito quien heredara la propiedad, hecho éste que conlleva el que en cada familia hubiera al menos tres o cuatro hermanos candidatos perfectos para la emigración.

Por esa época, el emigrante medio era un hombre soltero de entre 15-25 años, normalmente requerido por los parientes del Nuevo Mundo que precisaban trabajadores agrícolas o mano de obra. Era una edad idónea para escapar del servicio militar obligatorio. A finales del siglo diecinueve, pocas mujeres emigraron con sus maridos y muy rara vez, se solicitaban mujeres solteras para vivir y trabajar con sus parientes en América. Lo más común era que un marido viajase sólo para encontrar trabajo y establecerse en la nueva comunidad y que, después de varios años ahorrando dinero, mandase buscar a su esposa e hijos o bien retornara a su tierra natal con los ahorros. Los emigrantes solteros utilizaban las redes sociales vascas para encontrar pareja y los índices de endogamia vasca eran muy altos en Argentina, Uruguay y Estados Unidos. Una encuesta mostraba que de 119 vascos que emigraron a Idaho entre 1889 y 1934, 114 se casaron con mujeres vascas algunas de las cuales se casaron con sus prometidos por poderes, en ceremonias nupciales donde un hermano, tío o primo representaba al novio. De esta forma, la mujer estaba técnicamente casada y estaba mejor visto que viajase sola para unirse a su marido.

En los lugares de acogida y durante los siglos diecisiete, dieciocho y diecinueve, los emigrantes vascos se organizaron entre ellos por razones económicas, religiosas, sociales y culturales a través de. En 1876 se creó el primer Centro Vasco Uruguayo, Laurak-bat en Montevideo y un año más tarde, en 1877, abolidos los fueros tras la segunda Guerra Carlista, se funda la primera asociación de inmigrantes vascos en Argentina, también Laurac Bat (luego cambiaron a Laurak Bat). El propósito de estos centros consistía en unir a los vascos de la zona, suministrar ayuda a los nuevos inmigrantes, y establecer contactos con el País Vasco. Los Laurak Bat organizaron protestas políticas contra la abolición de sus derechos ancestrales en su tierra natal y mantuvieron en su memoria su esperanzado retorno a Euskal Herria una vez amasadas sus fortunas. La organización creó una biblioteca, una orquesta y coro, un grupo de baile y organizó numerosos actos culturales y políticos. También proporcionó asistencia a los necesitados vascos en Argentina y debido a que muchos de ellos no se hicieron ricos en América, Laurak Bat ayudó con fondos para que pudieran ser repatriados a su hogar. Las sociedades de ayudas Mutuas eran práctica común en las comunidades de la Diáspora Vasca en México, Argentina, Uruguay, Perú y también en Estados Unidos. Establecida en 1908, La Sociedad de Socorros Mutuos de Boise, Idaho, pagaba los gastos médicos, los gastos de funerales y las repatriaciones para los vascos necesitados y sus familias (Entrevista a Bastida 1999). El choque y desplazamiento de la migración internacional fue amortiguado por los numerosos vascos y por su disponibilidad política, económica y participación cultural. Los lazos entre los vascos estaban firmemente asentados entre los vascos y las sociedades de acogida y entre los vascos y su tierra natal.

Comenzando por los primeros exiliados políticos que partieron de Francia y España en 1820, el desarrollo de una relativamente pequeña diáspora política concienciada como tal, queda representada a través de expresiones culturales, de publicaciones literarias y de canciones. Desde La Baskonia e Irrintzi de Argentina, hasta los dos periódicos en lengua vasca de California, Euskaldun Gazeta y California'ko Euskal Erria, a principios de 1900 había varios periódicos vascos publicados en América que promovían los Fueros y las ideas etnonacionalistas. Algunos compartían número de lectores y la distribución a través de redes internacionales vascas y aunque la mayoría estaban diseminados y eran leídos por una elite educada, la imagen de una diáspora vasca interconectada tomó forma, y adquirió un papel significativo en la ayuda prestada al Gobierno Vasco en el exilio.

Mientras los Estados Unidos eran arrastrados a la Segunda Guerra Mundial, la identificación de Franco con Musolini y con Hitler propició el que aquél país apoyara al gobierno vasco en el exilio. El gobierno vasco mantuvo una delegación en Nueva York y su presencia influyó en el Centro Vasco local, Euzko Etxea de Nueva York, su "comité pro-Euzkadi", y la publicación de Los Vascos, Boletín de la Delegación Vasca en USA.

Las comunidades vascas de Argentina, Uruguay, Chile, Venezuela, Cuba y Méjico, consiguieron fondos privados para enviar al Gobierno Vasco y más tarde, después de la guerra, recibieron con entusiasmo a las delegaciones del Gobierno Vasco en el exilio y a los miles de políticos exiliados, aproximadamente 150.000, que salieron con la caída de la República española en 1939. Aquellos exiliados políticos influyeron de forma significativa en los planteamientos ideológicos de las comunidades de la diáspora y se involucraron en el mantenimiento de la identidad vasca, al llevar consigo el nacionalismo contemporáneo.

Durante la Guerra Civil Española, las mujeres vasco argentinas formaron divisiones de la organización nacionalista de mujeres del PNV, Emakume Abertzale Batza, enviaron ayuda financiera y material al País Vasco y acogieron a miles de refugiados políticos vascos en Argentina. A raíz de la formación del Comité Pro Inmigración, que consiguió dos decretos del Presidente de Argentina Ortiz facilitando la entrada de refugiados vascos en la República, una ola de aproximadamente 1.400 vascos llegó en 1939 a aquél país. El Gobierno Vasco en el exilio envió delegaciones a Uruguay, Argentina, Venezuela, México y a Estados Unidos para ayudar a organizar y promocionar la causa vasca.

Desde las tres provincias del norte, las olas de refugiados vascos se extendieron a otros países europeos, especialmente a la Unión Soviética, Bélgica, e Inglaterra. Otros intentaron reunirse con parientes que habían emigrado con anterioridad a Latino América y aproximadamente 35.000 refugiados se dirigieron hacia México, Venezuela, y Argentina. Los refugiados fueron recibidos por las comunidades vascas ya establecidas y fueron atendidos médicamente, alojados y empleados. Muchos intelectuales nacionalistas, la elite del mundo empresarial, industriales, comerciantes, escritores, abogados y otros profesionales, huyeron hacia las comunidades vascas en América y como consecuencia de ello, las comunidades prosperaron y se convirtieron en fuente de importante apoyo financiero para el Gobierno Vasco en el exilio. Las comunidades de la diáspora en México y Argentina publicaron periódicos y boletines de información acerca de la resistencia de la diáspora que fueron distribuidos en Euskal Herria. Radios clandestinas emitían desde Iparralde primero y desde el exterior de Caracas y Venezuela durante trece años después de finalizada la guerra. Los programas locales de radio en euskera en Boise (Idaho) y Búfalo (Wyoming) y los que alternaban el español, francés e inglés, estuvieron en el aire en otras comunidades vascas de Estados Unidos durante décadas con noticias de la tierra natal e información de la red de la diáspora vasca. En Uruguay y Argentina los programas locales hicieron lo mismo en euskera y español.

El acceso frecuente a la información a través de contactos personales en los Centros Vascos influyó en la identidad vasca de cada comunidad. En las organizaciones vascas que recibieron a exiliados políticos de la Guerra Civil, la identidad étnica contemporánea de los descendientes vascos es más política, más nacionalista, y más separatista que las comunidades que no recibieron exiliados en sus ciudades y pueblos. El efecto de sólo unos pocos exiliados políticos pudo influir en los medios de comunicación nacionales e internacionales, en las actitudes y cultura de la sociedad de acogida, en un tiempo y a una distancia lejana a las circunstancias y hechos del régimen de Franco. Sin embargo, durante los setenta, la mayoría de los Centros Vascos en el extranjero modificaron los estatutos de organización y prácticas y comenzaron a describirse a si mismos como centros apolíticos.

Las redes de los Centros Vascos realzaban las capacidades de los inmigrantes para adaptarse a las nuevas circunstancias. Las asociaciones de la diáspora, y especialmente aquellas que tienen una oficina física o un Centro Cultural Vasco, ayudan a fortalecer las redes entre vascos para hacer amigos, buscar empleo, información y noticias de la tierra natal. Los recién llegados desde Vasconia, tanto si vienen como visitantes o estudiantes, aún tienden a ir directamente al Centro Vasco de la comunidad, en busca de compañerismo e información.

Las colectividades vascas han progresado con el paso del tiempo de maneras muy similares. Desde la fundación en 1612 de la Fraternidad de Nuestra Señora de Aranzazu de la Nación Vasca en Lima y la Confraternidad de la Nación Vasca en Arequipa, Perú, en 1630, en Argentina y Uruguay en 1800 y en Estados Unidos en 1900, "socorros mutuos", ayuda mutua, sociedad fundada para ayudar con los gastos médicos, funerales, y repatriación han estado presentes en cada país. Todos ellos han dotado a las comunidades vascas locales con vínculos de tipo familiar y ayuda financiera para seguridad social, comunicaciones con la familia en la tierra natal y con los gastos de repatriación.

Los vascos en la zona de Buenos Aires crearon la "Euskal Echea", Casa Vasca, en 1901, una institución para los ciudadanos vascos retirados y al mismo tiempo, un internado para niños vascos que continúa funcionando con éxito hoy en día. A lo largo de Argentina y Estados Unidos, los propietarios vascos de casas de huéspedes y sus empleados, servían como sustitutos de la familia y del hogar y eran lugares donde los vascos podían permanecer cortos periodos de tiempo mientras viajaban a la ciudad para visitar al médico, o en las épocas fuera de temporada de la agricultura o de la cría de ganado. En Argentina, Estados Unidos y en menor escala en Uruguay y Australia, estos "hoteles" vascos funcionaban como centros de información para las noticias provenientes del País Vasco y como medio para encontrar empleo. Una vez que el trabajo era estable y los emigrantes vascos solteros se reunían por familias, los alojamientos permanentes disminuyeron la necesidad de las casas de huéspedes y cuando el empleo vasco en la agricultura se redujo, también lo hizo el número de clientes. Una vez transformada la cadena migratoria ya no hubo necesidad de un "hogar lejos del hogar" pues los vascos tenían sus propios hogares tanto en las pampas, en los campos de caña de azúcar y en las Sierras Nevadas, como en las ciudades cosmopolitas del tipo de Montevideo, Caracas y Méjico D.F. Los inmigrantes, una vez establecidos, no necesitaban una habitación temporal y comida por medio de una agencia de empleo informal sino que lo que necesitaban era un lugar para reunirse, para comunicarse con otros en su mismo idioma y un lugar para practicar sus propias tradiciones y su cultura. Las instituciones de las casas de huéspedes u Hotel vasco se vieron así reemplazadas por el Centro Vasco.