Barrios

Amasa

Fue el núcleo original del municipo actual de Villabona-Amasa. Está situado a un kilómetro escaso de Villabona en un lugar más elevado y aireado, dominando la vía de comunicación que transcurría a orillas del río Oria. Amasa tiene urbanismo disperso, dándose la mayor concentración alrededor de la iglesia, la ermita de Santa Cruz y el cementerio y sirviendo como organizador de los mismos, una plaza situada delante de la iglesia de San Martín adornada con una fuente fechada en 1807 por una inscripción.

En esta plaza destacan caseríos como el de Andretegui, cuya amplia fachada con entrada en arco de medio punto, destaca por una bella ventana con arco similar que ayuda a fechar la mayor parte de la construcción en el siglo XVI. En los barrios colindantes y pertenecientes a este pueblo también encontramos otros ejemplos de caseríos con arco de ingreso apuntado, como el denominado Larrea, sito en el barrio del mismo nombre o el de Seisoro en Goi Ballarra. También encontramos esplendidos ejemplares de caserío con entradas en arcos de medio punto con sus dovelas bien molduradas como los de Bidarte, Musturi Goikoa, Arriya y Amotsa en Erdi Ballarra.

Destaca sobre el caserío de Amasa la esbelta silueta de la iglesia de San Martín. De una sola nave y con crucero poco profundo, compone una planta de cruz latina con cabecera ochavada. Desde el exterior, el edificio se presenta como un gran bloque prismático con contrafuertes laterales y angulares, todo ello construido con buena piedra de sillería a partir de 1541 por el cantero Miguel de Amasa. Se conserva en sus muros canes y lajas de piedra que denotan la existencia de un primitivo templo medieval de mucha menor altura que el actual. Recorriendo la cabecera por el exterior se aprecian dos ventanales góticos, hoy ciegos, con dos arcos geminados separados con mainel y decoración flamígera en la parte superior.

Dos entradas permiten el acceso al interior, una situada a los pies de la iglesia y la otra en el lado del evangelio, abierta a la plaza y protegida del viento por un pequeño pórtico. La portada del hastial se abre en arco de medio punto. El muro se articula entre dos estribos angulares y en altura con otro arco de medio punto, que hace las veces de un arco de descarga. Sobre él, óculo moldurado del siglo XVI. A los pies, en el ángulo que queda entre las dos puertas mencionadas se sitúa una torre octogonal con dos pisos divididos por una fina línea de imposta a la altura del tejado de la iglesia que separa el cuerpo de campanas del fuste de la misma. Sus vanos son adintelados y con arcos de medio punto en el superior.

Al interior, la iglesia tiene una sola nave cubierta con tres bóvedas estrelladas en la nave, dos más de terceletes en las capillas del crucero y bóveda de crucería en la cabecera. A los pies de la iglesia se sitúa un doble coro sobre arco, colocándose el órgano sobre el segundo piso.

El ajuar de la iglesia es de gran riqueza. Tanto la cabecera como las capillas laterales se ornan con retablos barrocos. El del altar mayor es un retablo cascarón típico del Barroco rococó, de origen cortesano, adoptado con gusto en la zona. Es un retablo de planta curva, se asienta sobre basamento pétreo y consta de banco y un único cuerpo. La traza fue dada por Juan Elías de Inchaurrandiaga y modificada en parte por Francisco de Azurmendi, y fue realizado a partir de 1763. En 1766 comienza la construcción arquitectónica por parte de José Ignacio de Lavi. Las esculturas fueron talladas por Santiago Marsili y entre 1783 y 1784 será dorado por Eugenio de San Martín y Juan Pablo de Gauna, pintores y doradores.

El expositor es un templete de gran tamaño, ocupa el banco y parte del cuerpo, centra el conjunto con rica decoración rococó y alberga sobre el sagrario la imagen barroca de la Inmaculada Concepción, de gran belleza. El cuerpo consta de tres calles, organizado por cuatro columnas de orden gigante y fuste acanalado, dispuestas sobre grandes mensulones. En él se localizan los nichos, muy decorados con rocalla, espejos y motivos vegetales como en el restos del retablo, con las imágenes también barrocas y de gran corrección y dinamismo de San Pedro y San Pablo, en el lado del evangelio y epístola respectivamente. En la calle central, San Martín partiendo su capa ante el mendigo, que sale de la hornacina para colocarse en la cornisa, y rematando el conjunto, un óvalo con la mitra y el báculo del Santo Obispo titular de la iglesia. Como novedad de este retablo, se abren dos puertas en el basamento y dos nichos en el cascarón. Aquí encontramos las tallas de San Ignacio de Loyola y San Antonio de Padua entre seis ángeles músicos que se disponen en diversas y animadas actitudes sobre la cornisa superior. El retablo finaliza en el centro superior del cascarón con una gloria celeste de nubes y ángeles que rodean a la paloma, símbolo del Espíritu Santo.

Los retablos laterales, dedicados a San Juan Bautista y la Virgen del Rosario, están colocados en el crucero de la iglesia. El primero fue trazado en la segunda mitad del siglo XVII por Francisco de Ugartemendía. Se compone de banco, cuerpo único con tres calles y ático. Es un retablo de recuerdo clasicista y escasa decoración, quizás adecuándose al colateral de la Virgen del Rosario ya existente. Se ejecuta entre 1782 y 1785 por el tracista y por Santiago Marsili, autor de la escultura del retablo. En su calle central se encuentra una buena talla de San Juan Bautista y en el ático, el relieve de la Decapitación del Bautista. En las calles laterales se sitúan imágenes de los padres del Bautista, Zacarías y Santa Isabel. El primero, vestido como sacerdote del templo de Jerusalén, lleva en su mano el incensario, elemento propio de las celebraciones litúrgicas. Santa Isabel lleva un libro en su mano derecha, mientras con la izquierda se sujeta el manto.

El retablo de la Virgen del Rosario, también barroco pero del último tercio del siglo XVII, es también de cuerpo único organizado con cuatro columnas machihembradas o de fuste zigzagueante. En la calle principal se encuentra la talla de la Virgen del Rosario y a sus lados San José y un apóstol. En el ático una santa. Imágenes todas ellas barrocas. Del mismo estilo es el sepulcro para Cristo muerto, realizado en madera dorada y cristal con abundante decoración vegetal y rocalla.

Destaca en el templo el retablo procedente de la cercana ermita de la Santa Cruz, renacentista. Pese a que está totalmente repintado con policromía de paños lisos, es fácil apreciar una excelente talla romanista en sus relieves e imágenes, del último tercio del siglo XVI. Consta de banco y cuerpo único que hace de remate. En el centro se localiza un relieve en el que se representa un completísimo Entierro de Cristo entre ménsulas adornadas con chicotes. A ambos lados se sitúan los evangelistas Mateo y Juan, Lucas y Marcos, de quien se conservan tan sólo restos del relieve. En el cuerpo superior un emotivo Calvario entre mensulones remata el conjunto.

Entre otros retablos laterales destacamos dos retablos churriguerescos situados en la nave realizados hacia 1740. Son retablos hornacinas, en el primero encontramos las imágenes de Cristo crucificado, acompañado por la Virgen y San Juan, entre cuatro columnas salomónicas. La imagen del Crucificado es del segundo tercio del siglo XVII. La Virgen de la Soledad y San Juan son tallas de mediados del siglo XVIII. El segundo conjunto se organiza de igual modo en torno a un lienzo barroco de la Virgen del Carmen.

Otro elemento de artes decorativas digno de mencionar en la parroquia de Amasa es la cruz procesional, realizada en plata sobre alma de madera en pleno siglo XVI. Consta de brazos lisos con remate flordelisado y nudo lobulado y en ella destacan las representaciones de Cristo Crucificado entre los evangelistas y en la parte posterior el Entierro de Cristo. Sus brazos están profusamente decorados con motivos vegetales propios del Renacimiento.

Delante de la iglesia se conserva una fuente neoclásica con dos caños con fuste prismático y rematada con cuatro frontones. También encontramos abundantes monumentos funerarios del neoclasicismo en el cercano cementerio, todos ellos fechables en los años finales del siglo XIX.

  • ARRAZOLA ECHEVERRIA, Mª Asunción. Renacimiento en Guipúzcoa. San Sebastián: Departamento de Cultura. Diputación Foral de Guipúzcoa, 1988.
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  • Guía histórico monumental de Gipuzkoa. San Sebastián: Diputación Foral de Gipuzkoa, 1992.
  • INSAUSTI, Sebastián. Villabona-Amasa. San Sebastián, 1970.

AGS 2011