Concept

Vals

El vals fue probablemente la danza más popular en Europa durante el siglo XIX, y es quizás el baile que ha tenido una mayor influencia en la historia de la música occidental, con la dudosa excepción del minueto.

Su origen no está a día de hoy completamente claro, aunque la tesis mayoritaria establece su origen en el ámbito germánico, si bien el término no aparece con claridad hasta finales del siglo XVIII. Su época dorada fueron las décadas entre 1820 y 1850, y fue debida fundamentalmente a autores como los Strauss y Joseph Lanner, coincidiendo su declive con el del Imperio austro-húngaro, en 1919 (Lamb s.f.).

De compás ternario y velocidad bastante rápida, es una danza de pareja en la que ésta es totalmente independiente, girando constantemente pero con total libertad de dirección en su desplazamiento. El vals llegó también a Vasconia, y su popularidad aquí está fuera de toda duda. El propio Iztueta lo testimonia en fecha bien temprana, refiriéndose a que:

"..hace veinticinco años se despoblaba Madrid para reirse a carcajadas, al ver a los suizos y suizas en los ventorrillos inmediatos a la Corte dar más vueltas y revueltas que un molino de viento" (1824:135).

La popularidad de su ritmo ha hecho, por otro lado, que casi cualquier melodia tradicional vasca en ritmo ternario o incluso binario de subdivisión ternaria sea muchas veces interpretado y denominado como vals, aunque no tenga nada de ello, en un fenómeno que ha alcanzado incluso a melodías como el comienzo del Carnaval de Lanz.

Con todo, su carácter de baile al agarrao le causó problemas con la autoridad eclesiástica, y también con la civil, por su inmoralidad. Estaba claro que estos bailes representaban una ocasión única en la sociedad de la época para el establecimiento de relaciones entre los sexos. Única no ya por su contacto físico, sino también, y quizás más importante, por la intimidad e independencia que proporciona a la pareja: la búsqueda de la sintonía entre dos cuerpos y sólo entre ellos dos, que hoy no es tan usual y tan conocida, se posibilitó por primera vez con danzas como el vals, la polca, la mazurca, la habanera o el chotis, que, a diferencia de su antecesora la contradanza, no exigían coreografías de grupo, sino que garantizaban la independencia absoluta de la pareja. De entre todas estas danzas, fue probablemente el vals la más difundida en Vasconia, hasta el punto de que el término valseo ha sido utilizado como sinónimo de agarrao (claro está que en vascuence baltsatu significa por un lado "mezclarse, confundirse" y por otro "enlodarse, embarrarse", dos significaciones muy apropiadas al caso.

En esta línea, es también conocido el empeño que puso el primer Partido Nacionalista Vasco en desterrar el baile agarrao por extraño al país, frente al honesto baile suelto vasco. Veamos las razones que daba para ello en un artículo aparecido en el Euzkadi en 1913 (Baigorri 1913):

"El baile que hemos convenido en llamar de sociedad, a parte de no tener significación alguna, por el solo hecho de verificarse en locales cerrados es fatigoso, enervante y antihigiénico; el baile popular ó tradicional suele tener cierto valor histórico y se hace al aire libre, constituyendo por lo tanto un ejercicio físico, sano y vigorizador. La ezpata-dantza, el aurresku, el ariñ-ariñ, baile de las heras y los populares pasacalles ejecutados al son del txistu y el tamboril, y de las tradicionales dulzainas de Mondragón, Etxarri-Aranaz ó Estella, son desde el triple punto de vista artístico, histórico é higiénico, cien veces superiores al vals ó á la mazurka. Constituyen algo que forma parte de la idea de patria, como el idioma; algo, por consiguiente, que importa conservar en toda su pureza, sin sustituirlo por bailes exóticos ó de capricho."

Por ejemplo, el repertorio del gran gaitero Julián Romano (1831-1899), publicado por Tomás Díaz Peñalba (1989), está constituido casi a partes iguales por rigodones, valses, mazurcas, schotis, polcas, rigodones en 2/4, habaneras, jotas y sonatas. En concreto en él aparecen un total de diez valses, un 7,6% del repertorio total. Lugar bastante más destacado ocupa en el repertorio de los tamborileros y txistularis en torno al cambio de siglo del XIX al XX.

La revista Txistulari, órgano de la Asociación de Txistularis del País Vasco, ha publicado tres repertorios de finales del siglo XIX y comienzos del XX. El primero es el de Fernando Ansorena Izagirre, y tiene la fecha de 1885 (Ansorena Miner 1996): en ese repertorio aparecen un total de seiscientas treinta piezas. De ellas, ciento setenta y ocho, nada menos que un 28,3% del total, son valses, constituyendo el género más numeroso del mismo, por delante de habaneras, zortzikos en 6/8 y contrapases.

En los otros dos cuadernos (Ansorena Miner 1990; Apezetxea Aguirre 1991), más tardíos, en general el porcentajes es también muy importante, un 20,1, aunque en este caso es ligeramente superior el número de zortzikos en 5/8.

La diferencia con las seis mil primeras páginas de la segunda época de la revista Txistulari, aparecidas entre 1955 y 1998 (Agirregomezkorta y Vesga 1998) es más que evidente, y muestra con claridad la evolución en la consideración del instrumento, y su íntima conexión con el resurgir del sentimiento identitario vasco y la identificación que en él se hace del baile suelto . frente al agarrao Ahora encontramos apenas diecinueve valses que suponen apenas un 0,9 % del total del repertorio.

El éxito del vals fue también muy importante en Iparralde, y especialmente en Baja Navarra. En los repertorios de músicos populares de la importancia del violinista y clarinetista Faustin Bentaberri (1865-1936) y de su sobrino y también violinista Jean Otheguy Lanyaburu, muerto en 1956, eran, en efecto, muy numerosos. Según José Antonio Quijera (2004:164-165), los bailes dominicales de esa zona hasta la II Guerra Mundial seguían un orden preestablecido, según el cual tras los jauziak, se interpretaban por ese orden una polca, un chotis, una mazurca y un vals. Tras ellas, al menos cuatro kontra-iantzak (así denominadas en el dialecto local) diferentes. Una vez realizadas éstas, volvía a empezar el ciclo con una nueva polca.

Finalmente, vamos a incluir un ejemplo de vals, recogido por Miguel Ángel Sagaseta (1977: 134 y138) con su letra en castellano en la localidad de Valcarlos a Bernardo Lapeire, un nativo de Iparralde cuya lengua habitual era el vascuence. En él se refleja tanto el ambiente romántico del vals como el más prosaico de los problemas que traía consigo el baile agarrao.

Partitura