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Urrutia y Zulueta, Juan

Amurrio, 14-11-1866 - Neguri, 16-07-1925. Ingeniero de minas e industrial hidroeléctrico alavés.

El proceso de electrificación -el paso del vapor a la electricidad- fue vital en la industrialización del País Vasco, pero también fue lento y poco profundo. Y no lo fue sólo en comparación con los Estados Unidos, el sanctasanctórum de la innovación eléctrica, sino también con Cataluña, el espejo donde a menudo se miraba -y se mira- el País Vasco.

Existen razones estructurales que explican este hecho y que apuntan a que en el caso vasco no se dio la conexión -tan citada siempre- entre electricidad y crecimiento económico. Ahora bien, en este proceso hay una empresa que históricamente ha controlado una parte importante del negocio eléctrico en el Estado: la Hidroeléctrica Ibérica. Y su fundador fue un personaje clave: Juan Urrutia.

Hijo de un herrero de Orduña, quedó huérfano muy joven, siendo criado y educado por una familia liberal. Cursó el bachillerato en Bilbao y Vitoria. En 1892, comenzó los estudios de Ingeniero de Minas en Madrid, convirtiéndose en el discípulo preferido de José Mª de Madariaga (1853-1934), prestigioso catedrático que, entre otras cosas, había sido uno de los introductores en España -junto a Francisco de Paula y Rojas (1833-1909)- de la electrotecnia. Quedó, a través de él, cautivado por la electricidad. Terminó la carrera en 1896 a la tardía edad de 30 años; a partir de entonces sería un "hombre de acción más que de papeleo" (como le caracterizaría su hijo Víctor).

El primer reto profesional que se le presentó fue dirigir la Compañía Eléctrica de San Sebastián, donde permanecería cuatro años. El reto procedía de las reticencias que existían en el País Vasco para la utilización de la energía eléctrica; no en vano, recordemos, hasta entonces había prevalecido otra energía primaria (el carbón y sus derivados), siendo una práctica extendida, entre la siderurgia vasca, el reciclaje del gas de los altos hornos en combustible, para las centrales térmicas de las propias empresas siderúrgicas. Para invertir esta tradición, Urrutia tenía que reducir el coste de producción eléctrica (en relación al carbón). Allí construyó un salto en el río Oria y modernizó estaciones transformadoras, pero también pudo introducir la tecnología más avanzada: instaló generadores mayores y más eficaces, además de sistemas de transporte eléctrico a larga distancia, elementos que serían vitales para la nueva industria hidroeléctrica.

Como empresario, fue un precursor atípico, además de talentoso e intuitivo, del negocio eléctrico. No sólo pensaba que la fórmula para triunfar en esa industria en ciernes era el control del mercado y la planificación a largo plazo, sino que consideraba que su principal motor era la renovación tecnológica. En consecuencia, buscó maximizar el rendimiento de los saltos en la renovación de las técnicas de producción y transmisión de energía eléctrica, más que en la regulación de los caudales.

Su mayor contribución a la industria hidroeléctrica es la que mejor refleja dicha mentalidad. El punto de partida de su obra por antonomasia fue la fundación, en 1901, de la empresa Hidroeléctrica Ibérica, creada en Bilbao, junto con Eduardo Aznar y José Orueta, y de la que fue director. Sobre tres pilares descansó el éxito de este proyecto, de enorme envergadura: el transporte de electricidad a larga distancia que, por su alcance, sería pionera en Europa (por cierto, las turbinas hidráulicas fueron suministradas por la casa suiza Escher Wyss y la maquinaria eléctrica por la alemana Siemens-Schuckert-Verke); el apoyo del Banco de Vizcaya, que le permitió disponer de recursos financieros importantes; y la planificación a largo plazo, que le llevó a monopolizar los mercados más atractivos (de hecho, sus primeros clientes fueron el Ayuntamiento de Bilbao, la Compañía Papelera Española, La Basconia, la Compañía de Tranvías de Bilbao y varias fábricas de aceros). Da idea de lo ambicioso del proyecto el que supusiese un incremento del 59 % del total de la potencia instalada en todo el Estado; desde 1875 se habían instalado 861 estaciones con una potencia total de 128.000 caballos de vapor.

En mayo de 1907, finalizadas las centrales vascas, Urrutia fundó la Hidroeléctrica Española, con sede en Madrid, en compañía del banquero Lucas Urquijo. Allí puso en práctica su estrategia preferida. Pudo comprobar que la mejor forma de dominar el mercado era la de producir y transportar energía desde los saltos a los centros de consumo y consiguió demostrar que el éxito radicaba no en hacer llegar dicha energía a todo el mundo, sino en venderla a los grandes consumidores, por medio de contratos seguros y de larga duración. Tratando de copar los mercados valenciano, madrileño y cántabro, impulsó otras empresas hidroeléctricas que alcanzaron tamaños y volúmenes importantes en sus mercados; tales fueron, por ejemplo, los casos de Electra de Viesgo e Hidroeléctrica del Segre.

Inmediatamente, la industria hidroeléctrica española comenzó a advertir las estrategias empresariales de aquel visionario vasco. En 1908 fundó la Unión Eléctrica Vizcaína, una compañía de distribución que cubría la comercialización eléctrica a pequeños usuarios. Luego vendrían, en cascada, compañías de distribución como la Eléctrica de Madrid (1910), la Electra Valenciana (1910), la Volta (1913), la Unión Eléctrica de Cartagena (1913) y la Portuguesa (1919). En territorio luso, precisamente, había llegado, dos años antes, a lo que sería su mayor operación en el extranjero (aunque, evidentemente, no fue la más importante): la adquisición de la Compañía Eléctrica de Lima, para el abastecimiento del mercado portugués.

En cualquier caso, para apreciar la personalidad de Juan Urrutia hay que ir más allá de sus actividades empresariales. Urrutia asesoró al gobierno en materia de electricidad, participando en numerosas delegaciones, como en la Comisión Permanente Española de Electricidad y en la formada para el Establecimiento de una Red Nacional de Energía Eléctrica, en 1919. Desde este punto de vista, la cristalización de dicha red estatal se debió mucho a él. De hecho, la integración de la red eléctrica -una red de "poder"- con los recursos naturales era, y continúa siendo, un problema, un tema de investigación, complejo y desde luego aún no resuelto. Inventariando los recursos hidroeléctricos españoles, Urrutia elaboró el informe La energía hidroeléctrica en España y sus aplicaciones (1917), en el que estimaba la capacidad de los mismos, indicando, mediante datos, las posibles utilizaciones. También se interesó por problemas de legislación y denunció lo obsoleto de las leyes que regulaban el aprovechamiento de los ríos para la producción de energía; su informe, La energía hidroeléctrica en España. Antecedentes que deben tomarse en cuenta al redactar la nueva ley... (1918), es considerado como la base (en esa cuestión) de la nueva Ley de Aguas aprobada ese mismo año.

Hacia el final de su vida pudo Urrutia comprobar el poder y envergadura de la empresa que había creado a su "imagen y semejanza", viendo que acaparaba, allá por 1922, cerca del 33% de la producción eléctrica total en el País Vasco. (Y que las empresas en las que, de una manera u otra, participó, suministraban el 50% de la electricidad consumida en el Estado). La expansión, de hecho, continuó. En 1944 Ibérica absorbería a la poderosa Saltos del Duero, formando Iberduero; en 1992, ambas se fusionarían, formando Iberdrola. Pero él no pudo ver la plasmación de sus ideas. Los hechos, sin embargo, parecen haber demostrado que, como en tantas otras ocasiones, la intuición genial se reconoce con el tiempo.