Painters

Suárez Alba, Enrique

Durante toda su trayectoria personal, Suárez Alba fue un pintor eminentemente figurativo, aunque de vez en cuando, sobre todo en algunos ejercicios acuarelísticos, entrara de lleno en la abstracción. Por lo general se movió en un universo pictórico desintegrado por manchas vivas de gran alegría colorista. Porque el uso del color fue una de sus más celebradas cualidades. De las más ponderadas y reconocidas. Desde muy joven comprendió que la gran aventura del arte contemporáneo se dilucidaba en el terreno del campo cromático, aunque él no se sintiera del todo cómodo violentando hasta extremos inverosímiles los límites figurativos de la realidad. Así se quedó en un punto, en un término medio entre la figuración y la abstracción. En un cierto eclecticismo.

Aprendió de los impresionistas y postimpresionistas que el pintor no tenía por objeto reproducir la realidad, sino interpretarla. De ahí la importancia que otorgaba al temperamento del artista: temperamento artístico, el suyo, que incentivó sin desmayo, reforzando y estimulando con los años un tipo de pintura expresionista "fauve": unos cuadros tratados con sensibilidad cromática. Si el valor descriptivo de una composición era considerado como punto de partida -ya que nunca se despegó de la figuración-, atendía como pintor a sus propias reacciones anímicas desembocando, como punto o elaboración final, en la expresión intuitiva: así pues, en un término equilibrado entre la imaginación y la descripción.

Se ha escrito de Suárez Alba que él era, en esencia, un pintor tradicional, pero que gracias a la valentía con los pinceles y al aplique de un color suelto y espontáneo, sabía conferir a sus temas una expresión actual a partir de una concepción clásica. Vitalidad, por tanto, conseguida por medio de formas simplificadas y abocetadas, a veces tratadas un tanto ingenuamente, que con la potencialidad evocadora del color, lograba un modo de visión atrevido. Actualizando, modernizando, pues, un punto de vista originariamente tradicional.

Con excepciones, la temática de este pintor se halla concentrada en torno al género del paisaje, como en la mayoría de sus compañeros de generación. Y aunque también aborda las composiciones de figura, éstas, por lo común, sirven de complemento, de aditamento, a la trama paisajística. Dentro del paisaje, a lo largo de su andadura mostró interés por diversos asuntos: escenas de trenes, panorámicas de gallineros y basureros, plasmando siempre, eso sí, los rincones urbanos de la vieja colina de Gasteiz y las vistas de la campiña alavesa y de los pueblos de la provincia. A mediados de los sesenta manifestó interés por reflejar determinadas villas amuralladas de su tierra como Salvatierra, Antoñana y Laguardia.

Como corolario y como resumen a su evolución artística, rescatamos una declaración del propio pintor:

"He partido del impresionismo pero ahora mi pintura es más bien expresionista. En el fondo soy expresionista por la razón siguiente: cada tema como cada persona tiene un carácter. Yo reflejo ese tema tal como lo vivo, tal como me ha impresionado. Un mismo paisaje se nos presenta en días distintos de manera distinta. A lo mejor alguien ve algo que le impresiona; vuelve al día siguiente y ya lo ve de modo distinto"

[Norte Exprés, 24-V-1967].

Volcado en sus compromisos pictóricos, -exponía con regularidad casi cada año o año y medio en las salas vitorianas- y entregado a sus labores con las instituciones locales -entre otro puestos desempeñó la asesoría artística de la Caja de Ahorros Municipal durante tres décadas-, cuando se encontraba con renovadas ilusiones, le sorprendía la muerte en la misma ciudad que lo alumbró sesenta y cinco años antes.