Compositor. Nació en San Sebastián, el 26 de marzo de 1809. Murió en la misma capital, el 13 de enero de 1884.
Juan José Zañola, cura párroco de Eskoriatza -que recogió algún tiempo a José Juan, por haber perdido sus padres morada y bienes en la destrucción que infligieron los ingleses a la bella Easo, en 1813-, descubrió sus portentosas facultades para la música y le dio las primeras lecciones; las continuó en Oñati, con el organista Manuel Garagarza; tenía nueve años e intervenía en las solemnidades religiosas luciendo su voz de tiple que le deparó fama, por lo que le llamaron de San Sebastián, el 31 de agosto de 1821, para cantar la parte de soprano en la Misa de Réquiem, de Sagasti, composición que disfrutaba entonces de gran celebridad.
Con Mateo Pérez de Álbeniz, maestro de capilla de la donostiarra iglesia de Santa María, durante siete años estudió piano, armonía, contrapunto y fuga. Bajo su dirección y consejos escribió sus dos primeras obras: un Miserere y una Misa, que estrenó en Eskoriatza. Interinamente, desempeñó la plaza de organista en la parroquia de San Vicente, de San Sebastián.
Si bien existían dos charangas, Santesteban fundó otra más que la denominó "Los Gámbaros", en homenaje a Juan Bautista Gámbaro, célebre clarinetista francés. Además de dirigirla, tocaba en ella el trombón, lo que le proporcionó conocimientos teóricos y prácticos de los instrumentos de madera y metal. Estudiante incansable, aprendió violín, violoncello, contrabajo y guitarra. Hacia 1835 compuso cinco Misas a gran orquesta y una con acompañamiento de órgano.
Deseoso Santesteban de adquirir técnica de canto, en 1840 se trasladó a Madrid; tomó aleccionamientos de Saldoni y Basili; asistió a las clases de contrapunto y fuga de Carnicer, a la de piano de Pedro Albéniz y concurrió a la Real Capilla, donde escuchó las Misas de Nicolás Ledesma dirigidas por su autor. Regresó a San Sebastián; por la lectura de la "Gaceta Musical", de París, le tentó la intensa vida musical de la capital de Francia y a ella se desplazó en 1844; estudió canto con Manuel García (hijo del famoso tenor Manuel Vicente García); dirección de orquesta con Habeneck, y frecuentó el Conservatorio, el teatro Italiano y la Gran Ópera. Marchó a Italia; el domingo de Ramos de 1844 se personó por primera vez en la Capilla Sixtina y no faltó a ninguna función religiosa de la Semana Santa y Pascua; escuchó las producciones de Palestrina y el famoso Miserere de Allegri, y se relacionó con el abate Baini, maestro de capilla de la Sixtina. De Roma pasó a Nápoles; trató a Mercadante y a Fiorimio, profesor de contrapunto; en Liorna y Florencia se entrevistó con los músicos más destacados; en Bolonia lo recibió Rossini, a quien dedicó y regaló un zortziko; Milán y Bérgamo también las visitó el músico donostiarra; en la primera capital conoció a Donizetti y Pedrotti, y en la segunda al alemán Simón Mayer o Mayr, profesor del compositor de La Favorita, y autor de Medea. Partió de Italia y se dirigió de nuevo a París, donde se entrevistó con Berlioz.
Regresó a San Sebastián y el 31 de agosto de 1844 tomó posesión del cargo de maestro de capilla de la basílica de Santa María; desarrolló intensa actividad musical como ejecutante, compositor, profesor y director; fundó el primer establecimiento de venta de- instrumentos y partituras musicales; introdujo la enseñanza de Solfeo en las escuelas; creó dos bandas y el Orfeón Easonense; compuso innumerables obras religiosas y profanas; redactó un Método teórico práctico de canto llano; escribió la partitura de La tapada, zarzuela en un acto, que estrenó, y el Himno Oriamendi, que escrito por su amigo Ramón Fernández Garayalde compuso durante la primera guerra carlista para conmemorar por anticipado la casi segura victoria de las tropas gubernamentales e inglesas de Espartero, Lacy, Evans y Sarsfield sobre las carlistas concentradas en Hernani. Pero aquellas tropas, en vez de triunfar, fueron arrolladas por las tradicionalistas que mandaba el infante don Sebastián Gabriel, en la célebre batalla del Alto de Oriamendi, acaecida el 15 de marzo de 1837; hallaron la página de Santesteban que, al agradarles la hicieron suya, asignándole el nombre de Oriamendi, en memoria de la famosa batalla. Algún escritor atribuyó el Oriamendi al infante don Sebastián, pero existe el original firmado por Santesteban. También con Garayalde compuso la música de La Tapada, de gran éxito. Con motivo de una estancia de la reina Isabel en San Sebastián, nuestro músico reunió nueve agrupaciones que sumaron un total de trescientos ejecutantes, las que dirigió, imprimiendo magníficas versiones al Gernikako Arbola, Iru Damatxo y un pasodoble de su composición.
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