Misionero, obispo y mártir vizcaíno, nacido en Elorrio el 14 de febrero de 1827.
Fue hijo de Juan Isidro de Berriochoa (15-05-1801, Elorrio) y de María Mónica Arizti (4-05-1797, Antzuola, Gipuzkoa). Se le bautizó con el nombre Valentín Faustino en la iglesia parroquial.
Eran tiempos de guerra y conmociones políticas.Cursó las primeras letras bajo el sacerdote don José Juan Echevarría y en la escuela primaria con el maestro don Antonio Convenios. Fue el momento de aprender la lengua castellana como casi todos los niños de su tiempo. Estuvo durante cinco años de monaguillo en el convento de monjas de Santa Ana cuando tenía diez años de edad.
Su primera firma conocida es de 1842. El Padre Mendoza que decía misa en el convento de la Orden Dominica fue el primero en informar al muchacho de las andanzas misionales de los dominicos en China. En 1838 había causado gran impresión la muerte de varios misioneros de la orden en Tonquin. De toda Euskalerria fluían los misioneros para todas las partes del mundo empeñados en la empresa de evangelizar al mundo. Despertada la vocación en el muchacho pronto tomó la decisión de ir él también pero ordenándose primeramente sacerdote. Para ello debería abandonar el taller de carpintería de su padre donde trabajaba. Era un momento de mucho trabajo en su casa. El padre se opuso terminantemente. Las misiones del Padre Estarta, franciscano, reafirmaron su vocación misional. Hizo voto de castidad.
A los 18 años de edad, siendo un joven alegre y decidido, sale ya en diligencia para el seminario de Logroño por pertenecer Elorrio entonces a la diócesis de Calahorra. Como estudiante fue muy inteligente y como compañero, muy comunicativo. Era 1845. Tres años más tarde, cuando cursaba el segundo año, tiene que suspender los estudios por dificultades económicas de su familia. Vuelve a Elorrio y sigue de carpintero durante treinta meses. Se le deniega una beca y pierde unas oposiciones para un beneficio de Elosua. Ha cumplido ya 23 años. Decide, junto con otro amigo, ir a Roma para solicitar la ordenación sacerdotal. Enterado el nuevo obispo, el navarro don Miguel José Irigoyen Dutari, le llama y le nombra Director-repasante del Seminario.
En el mismo año de 1851 se le ordena sacerdote a los 24 años de edad. Para celebrar el acontecimiento él y su amigo Díaz de la Espada, de Bergara, de vuelta a sus casas, meriendan y bailan un aurresku en la fonda de Elgeta. Es un episodio de sabor muy primitivo y bíblico, pues recuerda el baile de David delante del Arca. Ejerció Berriochoa tres años de sacerdote en forma desacostumbrada. Baste decir que después de la misa invertía en su acción de gracias cerca de una hora. Se recordó mucho en Logroño el sermón improvisado de 1852 en la Colegiata por la emoción que causó en su auditorio. Por la calle se convertía en noticia la predicación de "el Santo". El pueblo de Dios se anticipaba a los Tribunales eclesiásticos canonizándole. Su paso por Elorrio, Axpe y otros pueblos dejó huella por largo tiempo.
La vocación misionera se le hacía irresistible pero debía atender a sus padres. Por eso, cuando él mismo tuvo la dicha de casar a su hermana Felipa llevando un matrimonio joven a la casa paterna, decidió ingresar en la orden dominica en 1853. Corrían los tiempos de fuertes intromisiones gubernativas en los asuntos internos de la Iglesia. Sólo se permitía un convento a cada casa religiosa y éste con destino a misiones de Ultramar. Por eso el de los dominicos estaba en Toledo. No dijo nada a nadie e hizo los preparativos como si se tratara de un viaje rutinario a Logroño. Quiso evitar a sus padres una despedida dolorosa. Y se limitó a hacer una merienda en el locutorio de Santa Ana en compañía de unos pocos amigos. Se suele citar esta merienda porque notando alguien su emoción le preguntó a qué obedecía esa despedida. Berriochoa, en son de broma, y quitando importancia a la cosa, contestó: -Voy a hacerme santo para que tenga uno Vizcaya. Se rieron todos. Se fue a Ocaña en la diligencia. De ese pueblo escribió a un amigo de Santo Domingo de la Calzada:
"Ya he conseguido lo que en muchos años ha, deseaba; el sayal de Santo Domingo. Era la dignidad a que yo aspiraba. Lo he conseguido ya. Y con él me considero como el más feliz de este mundo. ¡Adios, mundo, mundo perverso! Yo me reiré de tus necedades en el retiro del claustro. Yo lloraré tu ceguedad y tu corrupción. Yo me armaré para algún día, aunque flaco, apoyado en el omnipotente brazo de Dios, hacerte una guerra cruel, pero una guerra que te traiga la paz, calmando las impetuosas olas de la inquietud, agitadas por el furioso viento de las pasiones."
Hizo profesión dominicana el 12 de noviembre de 1854. Contenía dos promesas: obediencia según la Regla de San Agustín, y el ir a misiones entre infieles. Tenía 27 años. Permaneció tres años de noviciado en Ocaña. El 27 de diciembre de 1856 fue designado para ir a Asia con el objetivo único de salvar almas. Escribía desde ahí:
"Vengan, vengan hierro y fuego y toda la rabia y furor del infierno, con tal que yo dé a conocer a un hermano al Dios de todo amor y misericordia..."
Sale de Ocaña el 28 de diciembre, pasa por Sevilla y llega a Cádiz el día 3 de enero. Embarcando en la fragata Hispano-Argentina, camino de Manila, tardó cinco meses y dos días en llegar. Les recibieron en procesión la Comunidad y Universidad de Santo Domingo de Manila. Inmediatamente se puso a aprender la lengua anamita y las costumbres de Tonquin a donde había sido destinado. Sale para Macao y su misión. En ese momento el rey Tu-Duc perseguía sanguinariamente a los misioneros que vivían escondidos en cuevas y chozas. Acababan de decapitar al vicario apostólico y a un misionero indígena. Había destruido y quemado las pobres iglesias, colegios y beateríos levantados con tantas penalidades. Según una carta fechada en Macao da la cifra de 150.000 cristianos para el Vicariato de Tonquin. En un año habían bautizado a 34.000 párvulos "in articulo mortis". La última etapa del viaje la hace Berriochoa en lancha acompañado de otros dos misioneros. Al fin llega a una choza donde residían el Padre Hermosilla y el Padre García Sanpedro, obispos dominicos, alma de aquellas misiones, el día 15 de abril de 1858.
A los dos meses de haber llegado le nombran obispo coadjutor de Monseñor Sanpedro cuando sólo tenía 31 años de edad, el día 27 de junio de 1858. Aquí también, como había sucedido en Goa y en muchos países y colonias, según denunció San Francisco Javier, las apetencias imperialistas de los estados nacionales europeos entorpecían vitalmente y esterilizaban la obra misional. Había en ese momento una rebelión contra el rey. Al fracasar la intentona se había intensificado la persecución. Los misioneros, como extranjeros que eran, se presentaban como sospechosos. Para evitar esto habían insistido cerca de los fieles nativos que se abstuvieran de mezclarse en las luchas contra el rey conminándoles con gravísimas amonestaciones. Pero llegó la escuadra franco-española para ensayar de sentar su dominación en aquella región china. Ocurrió lo imprevisto. Un indígena cristiano Cao-Xa, llamado Thua, se había levantado alzando bandera contra el rey Tu-Duc al acercarse la escuadra. Entonces la persecución recayó contra los cristianos sin distinción.
La vida en la misión era de sobresalto. Por este motivo la consagración episcopal de Berriochoa se llevó a cabo en un cuartucho prestado por un indígena de la aldea Ninh-Kuong. Asistieron solamente el consagrante y cinco compañeros. Inmediatamente, para salvar la vida y poder atender a los fieles si la misión era arrasada se trasladó a la aldea Kien-Lao. Le acompañaban cuatro catequistas, estudiantes de Teología, y el médico cristiano Thú que es quien hacía de correo entre aquella pequeña comunidad cristiana. De nuevo pone manos a la obra en el estudio del anamita para poder desenvolverse mejor. Escribía frecuentes pastorales para animar a los cristianos perseguidos y de noche recorría las aldeas cristianas "a pie y descalzo", según carta suya a su madre del 1 de agosto de 1859.
Su sentido del humor, muy suyo, se deja ver poco después cuando escribe otra carta a su madre diciéndole que vive en un "magnífico palacio" de tejado de paja, paredes de tierra y puertas de caña. Entretanto el P. Sanpedro había caído víctima de la persecución por lo cual sufrió cruel martirio. Ahora toda la responsabilidad recaía ea Berriochoa. El 2 de septiembre de 1858 estuvo a punto de caer en manos del mandarín. Se salvó escondido en una cueva donde estuvo hasta el anochecer pero herméticamente cerrado. La labor verdadera de Berriochoa es invisible, callada, diaria, de todas las horas del día y buena parte de la noche en un denso periodo de actividad misional y educacional comprendido entre 1858 y 1861. Su humanismo no es horizontal y cerrado sino ascensional y abierto al más allá. Este humanismo misional es poco conocido porque concibe a la vida entera, sin mutilaciones, en función de Dios. Las misiones enseñan a mejorar la vida económica llevando nuevas técnicas y enseñando aplicaciones que desconocen, enseñan los conocimientos más elementales de la escuela y difunden el sentido cristiano de la justicia e igualdad de los hombres. Todo esto en función de la salvación de las almas.
Sumido en esta labor se tuvo conocimiento de un nuevo decreto de Tu-Duc mandando arrasar toda la comarca cristiana. Ya no le serviría su escondite y la ayuda de los nativos. Berriochoa toma una lancha y se dirige a la comunidad cristiana de Bui-Chu, para estar más cerca de sus fieles. En otra lancha, muy cerca, se hallaban el Padre Hermosilla y el catequista José Khang que cayeron en poder de los mandarines. Ante el peligro inminente propone al pescador Do-Thanh que le conduzca a su Vicariato donde los cristianos se hallaban dispersos. Vestidos a la usanza del país logran escapar. Uno de los padres iba enfermo. No podían seguir adelante. Ante esa situación se le recomienda a un tal Khang-Kap, persona influyente pero no cristiana. Este les acoge amablemente y les delata al gobernador después de acompañarles hasta un arrozal ofreciéndoles por guía para huir a un pariente suyo.
Una patrulla armada les sorprende y apresa. Les llevan hacia la capital de provincia Hai-Duong excepto al muchacho catequista que vuelve a la misión. Enorme gentío presenció la llegada de Berriochoa y el grupo de misioneros a la capital. Delante de la prisión habían colocado una enorme cruz para que la pisotearan. Ante la negativa decidieron retirarla. Fueron conducidos a la fortaleza de Trang-Thu donde se hallaba reunido el tribunal. En el interrogatorio solamente se le preguntó a Berriochoa por su nombre (se le conocía por Vinh, "el victorioso"), cuánto tiempo llevaba en el país (cuatro años), dónde vivía (en Biu Chu), si había tenido relación con los revoltosos de 1858 (que no y que había aconsejado que nadie tomara las armas), y si conocía al obispo Lien (el P. Hermosilla, que sí). Dispuso el tribunal que fueran encerrados en jaulas pequeñas individuales donde solamente pudieran estar en cuclillas. Allí encontró, también en jaulas similares, a los demás compañeros apresados anteriormente. A poca distancia había un reo condenado a muerte por sus crímenes. Tuvieron todavía un nuevo interrogatorio en el que se les pedía que renegaran la fe cristiana. Ante la negativa son condenados a muerte.
El día 1 de noviembre de 1861 eran sacados de la fortaleza de Trang-Thu siempre en sus jaulas. Un testigo presencial declaró después durante el proceso de beatificación:
"Vi como unos quinientos soldados y tres elefantes que saltan del castillo y detrás las jaulas donde iban los tres venerables, siendo llevada cada una de las cajas por seis hombres". "A los lados iban los militares y los elefantes. Y en medio iba el verdugo, protegido con dos sombrillas por dos pajes que le acompañaban... Por último los mandarines cerrando la comitiva, montados unos a caballo y otros conducidos por literas".
Fueron atados los presos a estacas clavadas en tierra y decapitados después de una hora de oración, que se les había concedido como gracia. Entre la multitud, silenciosa, había cristianos clandestinos. La noticia llegó a Elorrio cuando todavía vivían los padres de Berriochoa. Dio la noticia al padre el dominico alavés P. Lorenzo Rodríguez. En las Juntas Generales de Gernika, celebradas en 1862, se hizo constar en acta la fecha del martirio.
Los cuerpos permanecieron de momento insepultos hasta que unos cristianos se atrevieron a recogerlos y enterrarlos. El 17 de junio de 1867 fueron trasladados a Filipinas y el 7 de junio de 1886, llegaba el cuerpo de Berriochoa a Barcelona a bordo del vapor Isla de Luzón, capitaneado por el vizcaíno y mundaqués don Ramón de Mendezona. Muchos vizcaínos se habían trasladado a la ciudad condal. Sabino de Arana, allí presente, hizo colocar esta inscripción: "Berrio-Otxoa Barzelona'ko Euzkaldunak. 1886'garren urtean Bagillan". De ahí fue enviado a Elorrio el cuerpo de Berriochoa recibido en medio de una fiesta excepcional en la que se hallaba representada toda Bizkaia. Finalmente fue depositado en la iglesia parroquial convertida desde este momento en centro de peregrinaciones.
La causa de beatificación fue introducida en la Sagrada Congregación de Ritos el 22 de abril de 1902 y ya el 20 de mayo de 1906 terminaba felizmente. En 1951 se iniciaron los primeros pasos hacia su canonización y en 1952 Roma reasume la causa. El 19 de Junio de 1988 fue canonizado. Ref. Garrastachu, Padre J. M.ª Martir de Cristo, B. Valentín de Berriochoa. Bilbao, 1959.