Literary Figures

Ormaetxea Pellejero, Nicolás

Acabamos de hacer un recuento, no completo, de las obras de Orixe. Confieso haber hecho lo más fácil, porque lo realmente difícil, tratándose de un autor tan debatido, es valorar con mesura y tino la calidad de su obra en general. Su producción asombra quizás más por su variación que por su extensión, se caracteriza más por su genialidad que por su regularidad. Se trata de un escritor que ha cultivado diversas modalidades, yo diría sin parangón en la literatura vasca, desde la traducción hasta la creación literaria sin olvidar el ensayo. En el capítulo de las traducciones, además de las publicadas en Jesus'en Biotzaren Deya (Jainkorazko biziera ta ongienera eldutzeko lasterbide bikaña de Nieremberg, Joanes'en Berri Ona, etc.), merece resaltar la prosa popular de Urte guziko Meza-Bezperak, el malabarismo lingüístico exhibido en Agustin Gurenaren Aitorkizunak, recreando el texto en su diálogo con el filósofo San Agustín.

Se ha dicho que Orixe en sus traducciones es exacto y fiel al texto original (Andima Ibinagabeitia). No creo que sea ésa su virtud principal. Por el contrario, pienso que su característica reside en las posibilidades que ofrece la traducción libre para poder recrear el texto y adaptarlo a la mentalidad vasca. Ahí está el secreto de por qué las traducciones de Orixe apenas parecen traducciones sino versiones originales. Pero la opción de la traducción libre conlleva ciertos riesgos que tampoco Orixe supo superar siempre, como, por ejemplo, la omisión intencionada de frases o palabras que no encajan en algunos casos o la tergiversación del significado en otros.

Como creador, en el apartado de la producción literaria, cultivó indistintamente tanto el género épico como el lírico, con tendencia hacia este último. Quizás por el carácter de poema nacional que se le ha atribuído a Euskaldunak, sobre todo después de la lectura hecha por Justo María Morocoa que se recoge en esta misma Enciclopedia, se suele mencionar a la misma como la obra cumbre de Orixe. Pero es posible que esta valoración, por excesivamente exclusiva, vaya en perjuicio de su poesía lírica, sumamente personalista, sincera y honda, y que, considerada en su conjunto, no desmerece en nada a su propia poesía épica ni al lirismo de los grandes de la literatura vasca, incluido al mismo Lizardi.

Pasando de la poesía a la prosa, Koldo Mitxelena subrayó el carácter eminentemente musical de la misma. Y es verdad. Leyendo a Orixe, las frases se hacen música en el oído del lector, tanto cuando narra, por ejemplo, en el texto popular Santa Cruz apaiza, como cuando expone empleando terminología más elaborada, por ejemplo, en los libros Quito'n arrebarekin y Jainkoaren billa. No creo que se haya resaltado lo suficiente la pluma de Orixe como ensayista y periodista, muy atractivo por su tono polémico, seguramente porque apenas se conocen los numerosos artículos que publicó en diversas revistas y que acaban de recogerse de cara a la publicación de sus obras completas. Cuando el público tenga acceso a esta publicación, se apreciará mejor la talla multivariada de un Orixe que, por conocérsele sólo parcialmente y por prejuicios ideológicos, se le ha tenido injustamente abandonado.

Como ensayista y dinamizador de ideas literarias y gramaticales, con o sin acierto, será difícil hallar ningún otro autor que guíe mejor que Orixe en la génesis de las grandes polémicas suscitadas por los intelectuales de su generación. En este sentido, apenas se puede entender el meollo de los principales debates literarios habidos antes de la guerra si se desconocen los artículos que publicó sobre la crítica literaria en los periódicos Euzkadi y El Día, ni tampoco se sabrá apenas de la polémica que, a raíz de la renovación de Euskaltzaindia, se produjo hacia el año 1948 en torno a corrientes encontradas de los partidarios del euskara purista, popularista y universalista, si no se hojean las muchas páginas que manchó en las revistas Gernika, Yakintza y Euzko-Gogoa. Pero en el ensayista Orixe quisiera saludar, por encima de todo, sus incursiones en la Estética y Metafísica. Anticipándose a Noam Chomsky y a los generativistas que han venido a sostener la teoría de los gramáticos filósofos (Claude Lancelot y Antoine Arnauld: La Grammaire Générale et Raisonnée, 1660), tuvo la intuición genial de que la Filosofía sólo era posible a partir de las categorías gramaticales, asentando como principio que el euskara, gracias a su virtud germinativa, está capacitado más que ninguna otra lengua para la generalidad y la abstracción. De esta forma, haciendo Estética y Metafísica en euskara, quiso contrarrestar la tesis de Unamuno, quien había augurado la muerte lenta del euskara por su incapacidad intrínseca para la expresión del pensamiento moderno.

Finalmente, aunque sería muy interesante ahondar en los condicionamientos socio-históricos de su pensamiento conservador y clásico, me remito a señalar que su curiosidad se limitó casi exclusivamente a la cultura greco-latina y a los clásicos de la mística. En el apartado de las limitaciones, este aspecto ideológico será probablemente el más criticado de toda su obra. Quien hoy se acerca a Orixe, lo hace para aprender el euskara y no tanto porque se sienta atraído por su pensamiento. De todas formas, nadie escribe para la eternidad. Orixe ciertamente no. Ni tampoco el más moderno de los mortales. Si sigue brillando la belleza del euskara de Orixe, algo queda. Y esto es lo que, en definitiva, vale.