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MUJER (HISTORIA: MODERNA Y CONTEMPORÁNEA)

Acceso a la política I. No ha sido la política tarea propia de mujeres, ya que se consideraba que el lugar propiamente femenino era la casa y su feudo no traspasaba el ámbito de lo privado. Solamente algunas mujeres, bien por su posición social o por sus relaciones de parentesco con hombres de la élite gobernante, han podido acercarse a la política en los siglos pasados. En nuestro marco geográfico el ejemplo más sobresaliente nos lo dan las reinas de Navarra, la mayoría restante estaba totalmente al margen del acontecer público. Cierto que la política fue durante siglos trabajo de minorías masculinas, pero la Revolución Francesa permitió la incorporación de una nueva clase social al gobierno de los países del occidente europeo y de las repúblicas americanas, y el mal llamado sufragio universal permitió la participación en España, aunque de forma indirecta y no siempre muy correcta, a toda la población masculina mayor de 25 años (durante el sexenio democrático, 1868-1874) y, definitivamente, a partir de 1888.

Sin embargo, los ideales de libertad e igualdad estaban presentes y algunas mujeres comenzaron a luchar por ellos (véase FEMINISMO.) A finales del siglo XIX y principios del XX se produjo un movimiento general a favor de la educación de la mujer, de su acceso a nuevos puestos de trabajo y se inició el debate en torno al sufragio femenino. En el País Vasco español la sociedad era entonces especialmente compleja: una población fuertemente conservadora, apegada a las tradiciones del país y con un fuerte sentimiento cristiano, vivía generalmente en las capitales interiores y en las Zonas rurales; mientras, en las provincias marítimas surgía una población con ideas liberales en acentuado proceso de modernización y en los puntos más industrializados comenzaban a asentarse un proletariado que se inclinaba hacia las ideas socialistas. Las mujeres solían compartir las ideas políticas de sus padres o maridos y quizá por ello las primeras mujeres organizadas en torno a partidos políticos fueron las esposas o hijas de militantes políticos. Lo anterior se ve con bastante claridad en la formación de las ramas femeninas del Partido Carlista, Margaritas (véase MARGARITAS) y la del partido nacionalista vasco, Emakume Abertzale Batza. Estos movimientos de mujeres compartían varias características comunes: ambos nacieron vinculados a asociaciones de tipo benéfico organizadas por las esposas de dirigentes (doña Margarita de Borbón ocupándose de los heridos de la segunda guerra carlista; Sofía Mac Mahon de la Sota y Paulina Arana Goiri, fundando el Ropero Vasco en 1908), y se consolidaron posteriormente cuando el papel de la mujer en la sociedad y en la política se a afianzaba (en 1919 constituyó la Comunión Tradicionalista su organización femenina, en 1922 lo hicieron los nacionalistas); los dos defendieron los valores más propiamente vascos y religiosos. Su actuación fue también muy similar: creando centros femeninos, organizando cursillos sobre temas preferentemente femeninos y culturales, dedicando un especial cuidado a la educación de los hijos...

Durante la Dictadura del general Primo de Rivera (1923-1930) se concedieron ciertos derechos políticos a las mujeres -posibilidad de acceso a cargos municipales, e incluso a la Asamblea Nacional-.

Con la República (1931-1936) la igualdad política legal fue un hecho (en 1931 se concedió el derecho de sufragio a las mujeres), lo que acentuó la importancia de la población femenina en los momentos de lucha electoral. Comenzaron a participar activamente en los mítines y se dedicaron a labores de propaganda y proselitismo político. Siempre se movieron dentro de lo considerado femenino, y tanto los hombres del partido como las mujeres trataban de disculpar la actuación política de éstas por las circunstancias especiales del país. La concesión de derechos políticos a las mujeres acrecentaba su importancia y no se podía ni debía perder tan importante concurso: «la mujer euskaldún, investida de un derecho político, debe defender el hogar, pero no en el hogar mismo: en la calle, para que los adversarios no asalten ese santuario sagrado...» (J. de Aristimuño, Euzkadi [7-XI-1931]; «... si nuestra misión es adornar el hogar, ampliando los horizontes de la idea ¿qué es la Patria sino el hogar de los vascos?...» (Sorne de Untzueta, Euzkadi [2-XII-1931]. Estas palabras son de nacionalistas, pero cercanas a ellas estaban las de los tradicionalistas, sólo diferían en el concepto de «patria». Precisamente este diferente concepto sería el que les situase en bandos diferentes al estallar la Guerra Civil (1936-1939). Pero las labores de las que se encargaron fueron también muy similares: cuidado de los enfermos, de los niños, confección de ropa para los combatientes... labores de las mujeres en retaguardia «en lasque su trabajo, su abnegación, su sacrificio es indispensable. Cada uno podemos y debemos servir a España en el preciso lugar donde Dios nos ha colocado...» según las palabras de la dirigente tradicionalista M.ª Rosa Urraca Pastor (Frente de Vizcaya, La Voz de España [15-X-1936]). En ningún momento se ha tratado de comparar ideologías, sino la actuación de dos movimientos políticos femeninos que arrastraron a un buen número de mujeres del País Vasco. En ambos casos, las mujeres que participaron en ellos abrieron caminos hasta ese momento cerrados a la población femenina, y se entregaron con gran empeño a una lucha política que terminó en guerra civil. Mientras que con sus palabras sostenían los valores femeninos más tradicionales, con sus actos rompían el aislamiento en que vivía la mayoría de las mujeres y, las más activas, han asegurado que ésa fue una de las mejores experiencias de su vida. Siempre acataron la autoridad masculina de sus partidos, y, en calidad de colaboradoras, contaron con el apoyo de los dirigentes e ideólogos ya que nunca pretendieron ocupar un puesto que no fuera concedido previamente. Por su participación en la política activa destacan M.ª Rosa Urraca Pastor y Pilar Careaga. La primera se presentó a las elecciones de 1933 por Renovación Española; durante la guerra estuvo encargada de la organización «Frentes y Hospitales», en calidad de tal visitó el frente de Vizcaya: «Voy porque quiero ser consecuente y es mi deber, ahora de cara a la verdad, estar junto a los hombres que por España dan su vida, de acuerdo con la doctrina, los principios, y la única táctica que yo defendí y propagué en conferencias y discursos. Los líderes de las derechas en algo nos hemos de diferenciar de los líderes de las izquierdas» (M.ª Rosa Urraca Pastor, La Voz de España [15-X-1936]. El tono y las palabras aquí transcritas nos hablan de una personalidad muy acusada y, desde luego, por encima de toda norma femenina de la época. El decreto de unificación (19-IV-1937) y cierta incompatibilidad con la Sección Femenina de Falange la retiraron de la política una vez terminada la guerra. Pilar Careaga (la primera mujer ingeniero industrial en España), también se presentó a las elecciones de 1933 por Renovación Española en Bizkaia, pero su puesto público más sobresaliente lo alcanzó en 1970 al ser nombrada alcaldesa de Bilbao.

Emakumes y Margaritas fueron los grupos de mujeres más organizados y numerosos hasta la guerra civil, pero no los únicos; los socialistas, anarquistas y comunistas tenían mujeres en sus partidos. No obstante, las mujeres pertenecientes a estos partidos no lo eran como «mujeres», sino como socialistas, anarquistas o comunistas. Por esta razón es algo más difícil seguir la línea de acción de la mayoría, aunque haya personalidades individuales muy notables. También en estos partidos se aprecia una afiliación solidaria con la familiar y la social; la mayoría de estas mujeres pertenecían a la clase trabajadora y eran, o habían sido de solteras, obreras, teniendo en ocasiones vinculación con los sindicatos de sus partidos; y su ubicación geográfica coincidía con los núcleos más industrializados del país, destacando la margen izquierda del Nervión en Bizkaia y Eibar en Gipuzkoa. Entre las mujeres que tuvieron mayor protagonismo podríamos destacar a Julia Álvarez, socialista. Maestra en Villafranca de Navarra, promocionó la Federación de Trabajadores de la Ribera; se presentó con la candidata socialista de la provincia de Gipuzkoa a las elecciones generales en 1933, pero no salió elegida; en 1936 lograría el acta de diputado por Madrid; posteriormente, sería nombrada inspectora interina de Primera Enseñanza.

Ascensión MARTÍNEZ