Concept

Minería. Caballistas

Según Aldama (Revista Minera 1851, pag. 369), a mediados del siglo XIX en la zona minera vizcaína se utilizaban cerca de un millar de animales de tiro, principalmente bueyes y mulas, que con el transcurso de los años fueron sustituidos por caballos percherones "altos y robustos que pesaban hasta 1.000 Kgs., que traían de Francia", según un veterano caballista. Cada explotación minera de tamaño medio hacia los años setenta del siglo XX, disponía cerca de la veintena de estos animales y un par de burros.

El oficio de caballista requería agilidad y conocimiento de los animales. Por esta circunstancia solo accedían a la profesión los que ya estaban acostumbrados a la convivencia con caballos, en otros trabajos o en las tareas domésticas. La prueba práctica (de hecho no había aprendizaje en las empresas mineras), se limitaba a demostrar, "que se dominaba a los percherones". A partir de los 45/50 años y la consiguiente pérdida de reflejos y capacidad física, los caballistas pasaban a ocupar otros puestos de trabajo.

A los percherones había que educarlos para un trabajo, utilizando a veces métodos cohercitivos, "aprendían enseguida a tirar si la primera vez que no lo hacían se les acercaba un papel ardiendo a las pelotas". De un buen comportamiento dependía, en muchas ocasiones, la seguridad del caballista, sobre todo, si había que atravesar estrechas galerías.

El trabajo de los caballistas era peligroso por las condiciones en que se llevaba a cabo y por los comportamientos que en ocasiones tenían los percherones. La atención que se prestaba a los accidentados era insuficiente, incluso para la época. Una muestra es que los heridos eran evacuados en las vagonetas utilizadas para el transporte de mineral.

En julio de 1903, sin limitación de horas, los caballistas tenían un jornal medio de 2,987 ptas./día, que en 1910 había subido a 3,100. A título comparativo, señalar, que un carpintero de mina ganaba en esta última fecha 4,543 y los barrenadores 3,616.

En 1936/38, con jornada de ocho horas, la retribución diaria llegó a 9,75, siendo la de los pinches de 6,5. Según las informaciones del Museo Minero de Gallarta, en 1944 era de 10 pesetas y en 1982 de 4.000 pesetas mensuales. Fuera de la jornada laboral, caballistas y otros mineros podían quedarse a cargar vagones, por lo que percibían 3,5 ptas. por cada uno, los primeros, y una peseta menos los demás.

A los caballistas también se les aplicaba los llamados "días de agua", es decir, que en computo mensual, los tres primeros días que no se podía trabajar por lluvia, los pagaba la empresa, siendo los restantes a cuenta del trabajador.

En los peores años de falta de alimentos -los primeros cuarenta del siglo XX- los caballistas, en no pocas ocasiones disponían de la comida de los caballos (algarroba), lo que les daba una cierta ventaja comparativa.

Toda esta situación contrastaba con la visita a las minas "de los contratistas en coches de caballos árabes con cochero en la parte superior".