Concept

Mazurca

La mazurca fue uno de los bailes más populares en la Europa del siglo XIX. Su origen parece estar en unas determinadas danzas rurales polacas de la zona de Mazovia.

Al parecer se extendió a Alemania a principios del siglo XVIII, y de allí al resto de Europa. Como el vals, la polca y el chotis, es una danza de pareja, en la que ésta se constituye en entidad independiente de las demás.

De compás ternario y rápido, es característico en ella el desplazamiento de los acentos, que con mucha frecuencia se dan en las partes teóricamente débiles. Se ha sugerido como razón para ello el predominio del acento llano en la lengua polaca. De esta manera, si su ritmo básico puede escribirse así:

Partitura

Uno un poco más desarrollado podría ser perfectamente (Downes, s.f.):

Partitura

Como es de suponer, la mazurca llegó también a Vasconia, y su popularidad aquí está fuera de toda duda. Con todo, su carácter de baile al agarrao le causó problemas con la autoridad eclesiástica, y también con la civil, por su inmoralidad. Estaba claro que estos bailes representaban una ocasión única en la sociedad de la época para el establecimiento de relaciones entre los sexos. Única no ya por su contacto físico, sino también, y quizás más importante, por la intimidad e independencia que proporcionaba a la pareja: la búsqueda de la sintonía entre dos cuerpos y sólo entre ellos dos, que hoy no es tan usual y tan conocida, se posibilitó por primera vez con danzas como la mazurca, el vals, la polca, la habanera o el chotis, que, a diferencia de su antecesora la contradanza, no exigían coreografías de grupo, sino que garantizaban la independencia absoluta de la pareja.

En esta línea, es también conocido el empeño que puso el primer Partido Nacionalista Vasco en desterrar el baile agarrao por extraño al país, frente al honesto baile suelto vasco. Veamos las razones que daba para ello en un artículo aparecido en el Euzkadi en 1913 (Baigorri 1913):

"El baile que hemos convenido en llamar de sociedad, a parte de no tener significación alguna, por el solo hecho de verificarse en locales cerrados es fatigoso, enervante y antihigiénico; el baile popular ó tradicional suele tener cierto valor histórico y se hace al aire libre, constituyendo por lo tanto un ejercicio físico, sano y vigorizador. La ezpata-dantza, el aurresku, el ariñ-ariñ, baile de las heras y los populares pasacalles ejecutados al son del txistu y el tamboril, y de las tradicionales dulzainas de Mondragón, Etxarri-Aranaz ó Estella, son desde el triple punto de vista artístico, histórico é higiénico, cien veces superiores al vals ó á la mazurka. Constituyen algo que forma parte de la idea de patria, como el idioma; algo, por consiguiente, que importa conservar en toda su pureza, sin sustituirlo por bailes exóticos ó de capricho."

Por ejemplo, el repertorio del gran gaitero Julián Romano (1831-1899, publicado por Tomás Díaz Peñalba (1989), está constituido casi a partes iguales por rigodones, valses, mazurcas, schotis, polcas, rigodones en 2/4, habaneras, jotas y sonatas. En concreto en él aparecen un total de catorce mazurcas, más del 10% del repertorio total.

Los repertorios de tamborileros que conocemos, por contra, muestran contados ejemplos de mazurcas. El de Fernando Ansorena Izagirre, fechado en 1885 (Ansorena Miner 1996), con un total de seiscientas treinta piezas, incluye solamente cinco con la denominación de polka-mazurka, pero su compás ternario y su célula rítmica sugieren que se refieren al modelo, no raro en la época, que debe su nombre a la inclusión de pasos de polca sobre músicas de mazurca.

En el segundo cuaderno (Ansorena Miner 1990), más tardío, aparece una sola polka-mazurka y ni uno sólo en el último de ellos (Apezetxea Aguirre 1991). Parece claro, por tanto, que este género tuvo menos predicamento entre los txistularis, y no parece que podamos hallar la razón en un mayor acercamiento a la moralidad pública de este colectivo, ya que otros géneros al agarrao , como el vals o la habanera, tuvieron en él un éxito espectacular. La cantidad tampoco aumenta en las seis mil primeras páginas de la segunda época de la revista Txistulari, aparecidas entre 1955 y 1998 (Agirregomezkorta y Vesga 1998), ya que solamente encontramos un ejemplo de la misma.

Bien por la mayor proximidad del modelo francés, bien porque aquí las polémicas y la presión del poder eclesiástico y civil en su contra no tuvieron un carácter tan fuerte como en los territorios del sur, lo cierto es que el éxito de la polca fue bastante mayor en Iparralde, y especialmente en Baja Navarra. En los repertorios de músicos populares de la importancia del violinista y clarinetista Faustin Bentaberri (1865-1936)y de su sobrino y también violinista Jean Otheguy Lanyaburu, muerto en 1956, las mazurcas eran, en efecto, muy numerosas. Según José Antonio Quijera (2004:164-165), los bailes dominicales de esa zona hasta la II Guerra Mundial seguían un orden preestablecido, según el cual tras los jauziak, se interpretaban por ese orden una polca, un chotis, una mazurca y un vals. Tras ellas, al menos cuatro kontra-iantzak (así denominadas en el dialecto local) diferentes. Una vez realizadas éstas, volvía a empezar el ciclo con una nueva polca.

A día de hoy es difícil considerar a la mazurca un baile específicamente vasco. Pero eso no significa que no haya tenido su importancia en el País. Vemos finalmente un ejemplo: la que aparece con el número 11 en el repertorio de Julián Romano (Díaz Peñalba 1989:59)

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