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Las mujeres en las fiestas de Euskal Herria

En lo que respecta a la participación femenina en este tipo de fiestas antes del siglo XIX, la documentación es muy escasa; primero, porque los eventos festivos han dejado poco rastro documental, si no es con motivo de sus gastos o algún incidente particular; y también porque las mujeres apenas han protagonizado la vida pública, al menos la institucional. Aunque Azpiazu señala el relativo protagonismo social y económico de las mujeres vascas en la Alta Edad Moderna, también constata su progresiva desaparición del espacio público. A principios del siglo XVII, el juez Pierre de Lancre, también constató, para su escándalo, la presencia activa de las mujeres laburdinas en la vida pública en general y en las iglesias en particular. De hecho, su persecución a la brujería se ha interpretado, entre otras motivaciones, como un intento de relegar a las mujeres al espacio del hogar. No en vano presentaba las supuestas juntas brujeriles como celebraciones sociales con música y baile, en las que se participaba según sexo y condición social, incluidas autoridades civiles y eclesiásticas.

A medida que avanza el siglo XVII la documentación va espaciando la constancia de mujeres en los grupos de danzantes semiprofesionales (mixtos o solo femeninos), sobre todo en la segunda mitad, hasta que en 1750 el Obispado de Pamplona prohíbe la presencia de mujeres danzantes en las procesiones, como indica Ramos. Durante el XVIII y primera mitad del XIX hubo grandes polémicas entre defensores y detractores religiosos de las danzas en general y la presencia de las mujeres en particular. También entonces fueron desapareciendo las danzas petitorias solo de doncellas, hasta entonces muy generalizadas, y de las que apenas han llegado al primer tercio del siglo XX las mayas de Baztan (primero de mayo) y de la Santa Águeda (vísperas del cinco de febrero) en Alsasua.

La constatación de Iztueta de figuras coreográficas y musicales para expulsar a mujeres de "conducta reprobable", además de colectivos (gitanos y otros) "indignos" indica que la danza en la plaza pública estaba más ligada al "quién es quién" colectivo que al entretenimiento. Asimismo, la inclusión de las mujeres en las danzas rituales no solía ser espontánea o decidida directamente por ellas, sino precedida por una invitación de uno de los varones danzantes. Hay varios ejemplos, como el de los rebombillos de Elorrio (Bizkaia), que tras los desfiles y salvas pertinentes, van incorporando las mujeres a la cadena humana que conforman antes de bailar a lo suelto en parejas mixtas. En algunos casos, como en los "bolantak" de la navarra localidad de Valcarlos, aunque el protagonismo de las danzas más espectaculares es masculino, la presencia de mujeres en algunos bailes tradicionalizados es del siglo XIX. En otros, la incorporación es muy reciente, como en la soka dantza del barrio de Mandiola de Eibar o la ezpata dantza de Legazpi (ambas en Gipuzkoa) o la mutil dantza de Elizondo, en el navarro valle de Baztan, no exenta de polémica.