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Lapurdi

  • El obispado de Bayona

Mucho y muy confuso se ha escrito sobre los primeros probables años de este obispado. San Severo, obispo de Auch, predica a los vascos en el siglo V y San Amando en el VII. San León, según la leyenda, fue decapitado por los normandos o por los nativos en Bayona, en el año 892. Hacia el 960 existe un obispo, Arsius Raca, episcopus Vasconie, al que se atribuye una carta en la que se hace el recuento de las tierras, bienes y rentas del obispado. Teniendo en cuenta que el documento es del siglo XII podemos saber por él los límites meridionales en este período. Enumera dichos límites partiendo de la Cruz de Carlomagno, cercana a Ibañeta, más allá de los Pirineos, abarcando varios valles alto-navarros, la cuenca del Bidasoa y una parte apreciable de la actual Guip.: "Omnis vallis que Cirsia dicitur usque ad Karoli crucem, vallis que dicitur Bigur; vallis que Arberua dicitur; vallis que Ursoxia dicitur; Bastan item vallis usque in medium portum de Belath; vallis que dicitur Lerin, terin que dicitur Ernania (Hernani), et Sanctum Sebastianum de Pusicu (Guip.) usque ad Sanctam Mariam de Arosth, et usque ad Sanctam Trianam (San Adrián)". [Un estudio polémico sobre la autenticidad de esta carta puede verse en L'éveché de Bayonne et les légendes de Saint Léon, obra publicada por Jaurgain en San Juan de Luz, 1917]. A mediados del siglo XI este obispado, creado a expensas del de Dax, aparece como restaurado, sin que, sin embargo, conozcamos datos fidedignos anteriores. A finales del siglo XII hasta el siglo XVII los derechos de Bayona abarcaron a San Sebastián y otros lugares de Guipúzcoa y Navarra.

  • El archidiaconado laburdino de la diócesis

Laburdi constituia el primero de los tres archidiaconados de la diócesis de Bayona. Su titular, llamado archidiácono mayor o archidiácono de Bayona, tenía autoridad sobre el de Baztán y el de Cize. Su arcipreste iba igualmente antes que los de Arberoa y de Cize. El archidiaconado de Cize estaba en San Juan Pie de Puerto; sin embargo la regla debía tener excepciones, pues entre 1671 y 1689 vemos que los estados de Navarra piden que la sede oficial del obispo de Bayona esté siempre en San Juan Pie de Puerto y en ningún otro sitio más. En cuanto al arciprestado de Cize tenía su sede en Baigorry.

  • Cisma de Occidente

Durante el cisma de Occidente (1378-1419), a pesar de la intervención de los arzobispos de Auch, Laburdi que dependía de Inglaterra, prestó obediencia a los papas de Roma, mientras que España y Navarra reconocían a los de Aviñón; la parte navarra de la diócesis hizo esto último también, como ya se ha dicho; de ahí la escisión de la diócesis en dos partes cuyos representantes son los siguientes:

OBISPOS DE BAYONA acatando la obediencia a Roma:
Pedro de Oraich (1377-1380). Bartolomé de Arribeire (1353-1392). García Mendez (1394-1405). Peis de Vernet (1407-1416). Pedro de Mauloc, elegido, pero no reconocido por el concilio de Constanza.

OBISPOS DE SAN JUAN PIE DE PUERTO obedientes a Aviñón:
Nicolás (1383). García de Eugui, religioso agustino vasco, confesor de los reyes de Navarra, Carlos II y III (1385). Guillermo Arnoldo de Laborde, elegido por el papa Luna (Benedicto XII). Este último fue enviado al concilio de Constanza por el rey de Navarra.

La asamblea estipuló que los obispos en litigio, de Bayona y San Juan Pie de Puerto, administrasen su diócesis hasta la muerte de uno de ellos, momento en que el que sobreviviese se convertiría en obispo de pleno derecho de toda la diócesis. Guillermo Arnoldo de Laborde recogió la herencia espiritual de Peis de Vernet, a pesar del sucesor que algunos de los partidarios de este último le habían señalado en la persona de Pedro de Mauloc. Así pues, se instaló en Bayona el 29 de octubre de 1417, con el consentimiento del rey de Inglaterra. En los primeros momentos de esta división, cuatro canónigos de Bayona siguieron al antiobispo de San Juan Pie de Puerto. El cabildo de Bayona, compuesto ordinariamente de 12 miembros, quiso reemplazarlos. Y de ahí que hubiese 4 canónigos en San Juan y 12 en Bayona. Los primeros percibieron para ellos solos, durante el tiempo que duró el cisma, todas las rentas de Navarra y de España que pertenecían al capítulo de Bayona. Para remediar las consecuencias de esta división, el concilio de Constanza estipuló que los 16 canónigos serían mantenidos en sus cargos mientras viviesen y se reunirían en un solo cabildo, a condición, sin embargo, de que una vez fallecidos los cuatro primeros no serían reemplazados y que las rentas de todas las secciones del obispado de Bayona pertenecientes a la mesa capitular serían, a partir del año de la reintegración, repartidas conforme al uso estipulado antes del cisma. Un jurado nombrado el 14 de abril de 1418 por los canónigos de las dos obediencias, para regular las cuentas de las rentas que se debían recíprocamente los 12 de Bayona y los 4 de San Juan Pie de Puerto, terminó con todas las diferencias por un acta de arbitraje firmada en Bayona el 21 de abril de 1419.

  • El camino de Santiago

Por Bayona y la costa laburdina pasó en el bajo medievo parte del trasiego de peregrinos que, procedentes de Burdeos, alcanzaba la península por Irún-Vitoria. Lacarra, Uría y Vázquez de Prada (1949, t. II) describen esta ruta así:

"También en Bayona pueden rastrearse los recuerdos jacobeos. En la catedral había una capilla de Santiago y en el pórtico se ve todavía una preciosa imagen del siglo XIII representando al santo Apóstol con hábito de peregrino y con su bordón. No faltaban los hospitales de peregrinos ni las hospederías particulares. En el siglo XVIII, aminorado el paso de peregrinos, era una señora, Mme. Belcourt, que moraba en el "faubourg du Saint-Esprit", la que monopolizaba el albergue de peregrinos. "Vive en la primera casa, entrando a mano derecha -dice Manier-, y ostenta una concha de Santiago sobre la puerta. Aquí se alojan todos los peregrinos de Santiago a la ida y a la vuelta. Por eso es conocida esta mujer por todo el mundo"

[Pélerinage d'un paysan Picard, pág. 43].

La Cofradía de peregrinos de Santiago se fundó en 1603 y subsistió hasta la Revolución. Los cofrades bayoneses tenían su altar especial y su procesión general. En las ceremonias públicas debían llevar

"la caja que contenía los certificados de ser verdaderos peregrinos; la llevaban al lado izquierdo y en el derecho dejaban colgar una cantimplora; de las espaldas pendían un manto con reliquias y conchas, y en la mano llevaban un bastón de seis pies de alto. Los cofrades difuntos eran enterrados con estos atavíos, y cuando el bastón resultaba demasiado largo para meterlo en el ataúd, lo cortaban a la medida de éste".

Antes de las ceremonias, el vicesuperior solía examinar todas las cantimploras para verificar si estaban vacías. Se impusieron multas para castigar a los que se detuviesen durante las procesiones en alguna taberna para refrescar. La parroquia de Asson tenía una cofradía y conserva todavía el traje de peregrino. De Bidache, fue enviada una representación a Santiago de Compostela para traer reliquias del santo Apóstol, que era patrono principal del principado de Bidache [proporciona estos datos el abate Charbonau, párroco de Guiche. Devociones y prácticas supersticiosas de algunos santuarios vascos y bearneses, "Anuario de Eusko-Folklore", 1931, t. XI, pág. 110]. El Itinerario de la Nouvelle Guide recomienda a los peregrinos la calidad de los cortaplumas de Bayona. En esta ciudad se aprestaban a cambiar su moneda y se disponían a entrar en un país de lengua misteriosa e ininteligible:

"Changer fallut nos gros blancs, Quand nous fûmes dans Bayonne, Nos quarts d'écus qu'on nomme Francs, Avec nôtre monnoie en somme, Semblablement nôtre couronne, C'est pour la Biscaye passer, Qu'il y a d'étrange monde, On ne les entend pas parler".

Manier hace esta última observación al llegar a Irún:

"Nuestra mayor dificultad estaba en haber desaparecido de pronto el empleo de la lengua francesa y oír hablar, no ya español, sino vizcaíno, lengua más difícil que el alemán. Nos vimos obligados a pedir lo necesario por señas, como los mudos"

[Pélerinage d'un paysan Picard, pág. 48].

Salían los peregrinos por Anglet, Bidart a San Juan de Luz. Aquí había un viejo hospital bajo la advocación de Santiago, construido para dar albergue a los peregrinos. Pasado el palacio de Urtubi se entraba en Urrugne, con bella iglesia del siglo XV. En el pórtico hay un relieve con tres figuras, en el centro San Vicente, primer obispo de Dax; a la izquierda, Loetus, su hermano y compañero de apostolado, y a la derecha, el apóstol Santiago. En el reloj de la torre puede leerse la conocida inscripción: Vulnerant omnes, ultima necat. Por Biriatou pasaban los peregrinos a Behovia y entraban en Guipúzcoa.

  • Religiosidad en los siglos XVII y XVIII

Debido al Concilio de Trento, la diócesis de Bayona no permaneció ajena al renacimiento cristiano. En los siglos XVII y XVIII obispos reformadores aplicaron las orientaciones pastorales del concilio al servicio de la comunidad eclesiástica.

  • Los obispos reformadores

Desde el Concordato de Bolonia, el rey nombraba los obispos mientras que el Papa ejercía su derecho de institución canónica. El Concilio de Trento no puso en duda la legitimidad del privilegio acordado a los príncipes, pero les exhortó a preferir los valores humanos y espirituales a otro tipo de motivaciones.

· El procedimiento canónico

Nombrado por el rey, el candidato debía recibir las bulas de Roma. Una investigación canónica dirigida por el nuncio o el ordinario inmediato (el arzobispo metropolitano) informaba previamente a la comisión consistorial. Tras el proceso informativo sobre el nuevo elegido, figura siempre un cuestionario sobre el estado de la ciudad (cité) episcopal. En esta parte los testimonios no son nunca de obispos sino de curas diocesanos y a veces de laicos: Jean de Artaguiette de Bayona, doctor en teología por París y abate de Lahonce (Archivio Segreto Vaticano, Processus Consistoriales, vol. 112, f° 65 v°), Pierre Dufour d'Auch, venido a Bayona hacía 18 años para enseñar letras en el colegio real (ibid. vol. 80, f° 53 v°). Entre los laicos, encontramos a Jacques de Larroche, señor de Landrigue en 1681 (ibid. vol. 80, f° 54 v°), Jean de Saint-Mathieu y Jean de Monségur en 1692 (ibid. vol. 86, f° 278 v° y 280 v°), Pierre Hariague en 1707 (ibid. vol. 100, f° 114 v°).

· Las personalidades episcopales

Un rápido vistazo al cuadro del episcopado bayonés del Antiguo Régimen conduce a una evidente constatación: la homogeneidad de su medio social. La nobleza es el terreno abonado para el crecimiento de una vocación obispal. Pero hay que decir que, además de nobles, fueron hombres con una sólida formación intelectual adquirida en las universidades: Claude de Rueil era licenciado en derecho, Raymond de Montaigne doctor "in utroque jure"; Léon de Lalanne, René-François de Beauvau, André Druillet, Guillermo de la Vieuxville, Jacques de Bellefont, Guillermo d'Arche eran doctores en teología, Christophe de Beaumont y Etienne Joseph de Pavée de la Villevielle se habían licenciado en teología en la facultad de París, Ferron de la Ferronnays era licenciado "in utroque jure". Sus cualidades intelectuales y espirituales les habían señalado, antes de ser obispos, como las personas indicadas para desempeñar importantes funciones diocesanas. Varios ocuparon el puesto de vicario general: De Beauxau en Sariat, Druillet en Mans, La Vieuxville en Chartres primero y luego en Nantes, De Bellefont en Tours, De Beaumont en Blois, De Arche en Burdeos, De la Villevielle en Albi. Algunos permanecieron mucho tiempo en la diócesis; Monseñor de Olce, muy apegado a su tierra natal, permutó el obispado de Agde por el de Bayona y el suyo fue el más largo episcopado: 38 años. El de monseñor de Echauz duró 19 años (1599-1618), 20 años el de monseñor Druillet (1707-1727), y 29 el de monseñor de Arche (1745-1775). Hubo diez obispos de Bayona que pertenecieron unos ocho años al frente de la diócesis lo cual es muy poco comparado con la situación de las diócesis vecinas. En la mayoría de los casos hubo cambio de obispado y esto es probablemente uno de los aspectos más notables de esta diócesis que, en los siglos XVII y XVIII constituyó una especie de banco de pruebas con vistas a promociones futuras.

· El obispo en su diócesis

El primer deber del obispo, una vez consagrado, era reincorporarse a su nueva diócesis. El Concilio de Trento lo había instituido como una estricta obligación y hay que reconocer la fidelidad del episcopado bayonés al País Vasco. La "ciudad" (cité) episcopal era el lugar privilegiado de residencia del obispo, situado a la sombra de la catedral. En el proceso de información canónica de Monseñor de Priellé, en 1681, un arquitecto de Peyrehorade, Pierre de Mirasson, nos indica que Bayona era "tan importante como la villa de Agen", al encerrar "tres o cuatro mil casas en su recinto y cerca de quince mil almas" (Archivio Segreto Vaticano, Processus Consistoriales, vol. 80, f° 57 v°). A comienzos del siglo XVIII sin embargo, Renatus Veillet, doctor por la Sorbona y canónigo teologal de la iglesia catedral, afirma que había solamente ochocientas casas y seis mil habitantes [ibid. vol. 94, f° 320 v°; las cifras dadas por los testigos deben ser consideradas con prudencia. En lo que se refiere al siglo XVII, las variaciones son demasiado apreciables para ser exactas: en 1643, habría 900 casas y 1.600 almas (P. C. 42, f° 166 r°); en 1692, 1.000 casas y 6.000 almas (P. C. 86, f° 278 v°)]. Todos los testigos están de acuerdo, por otra parte, en alabar las reliquias conservadas en la catedral y sobre todo el cuerpo de San León conservado en una caja de plata; "todo el país siente gran veneración por este santo" señala uno de ellos (ibid. vol 80, f° 58 r°).

Lo que resulta difícil de captar es la mentalidad de los bayoneses. La presencia de los judíos en el barrio de Saint-Esprit, con sus actividades comerciales y religiosas, creaba situaciones delicadas levantando odios y recelos. Y si, ciertamente, Bayona no llegó a ser el teatro de enfrentamientos sangrientos, sabemos que a comienzos del siglo XVII en San Juan de Luz una judía portuguesa, víctima propiciatoria de estos odios apasionados, fue quemada viva en la plaza de la iglesia, "en una barrica... aportando cada uno paja, alquitrán y madera" (Carta dirigida por el vicario general a monseñor de Echauz, citado por León, H., Historia de los judíos de Bayona, Pau 1893, In-8, p. 26-29). El apoyo complaciente de la familia Grammont en la primera mitad del siglo XVII y el decreto de Colbert de Croissy en 1686 favorecieron su crecimiento y su libre desarrollo: "pudieron dejar de ocultar, con toda libertad, su religión... y manifestar sus prácticas religiosas y sus instituciones..." (ibid. p. 22-23). El alcance de tal permisibilidad no se dejó sentir inmediatamente. Sólo hacia 1725 comienzan a acumularse las quejas. Se citan "sus irreverencias" hacia el santo sacramento ante el escándalo de los sacerdotes y fieles; se sospecha la existencia de "comercio" entre ciertos judíos y sus domésticos; incluso uno de ellos fue denunciado ante la justicia "por haber dejado encinta a una cristiana" (Arch. Dep. Bajos Pirineos, C 171, Memoria del 1 de octubre de 1726 del señor de Lesseville citada por León, H., Historia..., p. 49-50. Desde mediados del siglo XVIII había en el barrio de Saint-Esprit "5.800 personas de todo sexo y edad de las que 2.300 eran cristianas y 3.500 judías", abate Expilly, Diccionario geográfico, histórico y político de las Galias y de Francia, París-Amsterdam, 1672-l770, T. 1, p. 491).

Exacerbada por incesantes protestas la comunidad judía requirió ante el intendente de Etigny un merecido respiro pidiendo en particular la puesta en ejecución de los privilegios otorgados y muy a menudo transgredidos "bajo el subterfugio de la religión". Junto a este clima de rivalidades religiosas reinaba un cierto libertinaje propio de las ciudades portuarias, según el testimonio de un cadete de infantería incorporado en 1682 al regimiento de Bayona donde "el sexo es afable y complaciente". En el siglo XVIII la recepción episcopal conservaba todo su esplendor. En 1743, una delegación de la ciudad se dirigió a San Vicente de Tyrosse para presentar sus respetos al nuevo prelado. (Los detalles sobre la recepción en la catedral fueron publicados por Dubarat. El misal de Bayona p. CCCXIX).

  • Las orientaciones pastorales

Sin pretender exagerar las carencias de la iglesia del siglo XVI, no se pueden obviar ciertas insuficiencias. El absentismo episcopal fue el primer responsable de una lenta degradación; monseñor Jean Du Bellay (1524-1532) y Jean Moustiers (1550-1569) estuvieron muy a menudo fuera de Bayona retenidos por importantes misiones diplomáticas. A monseñor Jacques de Maury (1579-1593) se le recordó en dos ocasiones la obligación de residir en su diócesis. Privados de su jefe, y olvidadizos respecto de la disciplina eclesiástica, había sacerdotes que llevaban una vida desordenada, e incluso escandalosa, preocupándose por la elegancia de los ropajes y olvidando la sobriedad del vestido clerical propio de su condición (Estatutos sinodiales de la diócesis de Bayona de 1533, publicados por Dubarat en el Suplemento de los Estudios históricos y religiosos de la diócesis de Bayona, número de diciembre de 1892, p. 40). Al revés que en los estatutos de las otras diócesis, nunca se habla de "sotana" sino de "vestis clericalis". Se ignora si se trata de un término genérico o si Dubarat tiene razón al sacar la conclusión de que "la sotana no existía en el país en el siglo XVI".

También frecuentaban las tabernas y las bodas cuando de todos es sabido que "la lujuria viene con el vino" (Estatutos sinodiales..., p. 38: "Nolite inebriari vino in que est luxurius"). También asistían a juegos y espectáculos y algunos practicaban la caza. Ahora bien, una concesión que puede parecer sorprendente les fue hecha: en las bodas de los parientes o en reuniones privadas, el obispo autorizaba a los sacerdotes a danzar con modestia, y con su hábito de clérigos para evitar todo escándalo (ibid. p. 40: "Quod si contingat eos in nuptiis consanguineorum aut aliis licitis et honestis congragationibus choreare, ita modeste et honeste, et cum veste clericali et honesta, se habeant, ut aliis non sit scandalo"). Estos desarreglos prosiguieron a principios del siglo XVII, acentuados por una verdadera miseria material. En 1636, Hendaya, Urrugne, Ciboure e incluso San Juan de Luz permanecieron un año en manos de los españoles. (Dubarat-Daranatz, Investigaciones..., T. 2, p. 215-216).

Con motivo de la asamblea de 1641, el obispo tuvo que solicitar un descargo en favor de su diócesis "expoliada y casi en la ruina debido tanto a las incursiones enemigas como al paso de las tropas para el sitio de Fuenterrabía" (Colección de procesos verbales de las asambleas generales del clero de Francia, publicada por Duranthon, Antonio, T. 3, p. 92). Hasta en la capital se conocía el precario estado de esta región: hizo falta toda la tenacidad de monseñor Fouquet para alejar los terrenos de las monjas de la Visitación para instalarse en Bayona en 1640, pues no se atrevían a desplazarse tan lejos en época de guerra "y estando tan reciente la salida de los españoles de San Juan de Luz" (Historia cronológica de las fundaciones de todo tipo de la Visitación de Santa María, ms. de la Biblioteca Mazarina, T. 7, f° 113 r°). Este contexto de incertidumbre y miseria hizo difícil la aplicación de una reforma enérgica. Al visitar las parroquias de la diócesis de Bayona, los obispos vieron la raíz de los males del momento en el descuido de la educación.

El Concilio de Trento había recordado a los obispos su condición de padres y pastores. De lo que se desprendía la precisa obligación de visitar o hacer visitar todas las parroquias si no cada año, al menos una vez cada dos años (ibid. sesión XXIV, c. 3). Para el obispo esto representaba una verdadera expedición. Por ejemplo, en 1703, Monseñor Beauvan salía de Bayona el 8 de mayo para no volver hasta después de varias semanas.

· La formación del clero

Al comprender el Concilio de Trento que la fuente de los abusos radicaba en una insuficiente preparación del clero, había propuesto la creación de los seminarios. Pero tales instituciones necesitaban importantes dotaciones de fondos, al ser preciso no sólo financiar una construcción sino también encontrar y mantener un cuerpo de profesores. Esto explica probablemente la tentativa fallida de monseñor Fouquet y la época tardía de la creación del seminario de Bayona. En 1722 muchas diócesis de Francia habían respondido a los deseos del concilio entre los que se encontraban varios sufragáneos de esta provincia eclesiástica. Por ejemplo, el arzobispado de Auch tuvo un seminario en 1688, Tarbes desde el 1698, Dax desde 1706; en Pau, diócesis de Lescar, existía desde 1620 una escuela diocesana de la que se ocuparon los obispos. En Bayona, la generosidad de Pierre de Harriague consiguió superar las dificultades pero la institución fue confiada a los Doctrinarios a quienes se creía imbuidos de jansenismo.

Después de la crisis de 1728-1729 durante la cual monseñor de la Vieuxville cerró el seminario, se llamó a un profesorado más ortodoxo y probablemente todo funcionó con normalidad, puesto que en 1738 monseñor de Bellefont reconocía el beneficio de una institución "cuya capacidad de renovación se ha hecho sentir ya en toda la diócesis". (Pastoral para anunciar la apertura de una clase de filosofía y teología en el Seminario Menor de Larressore en 1738, en "Gure Herria", julio de 1926, página 415). Mucho más tarde, con el pretexto de que un profesor de teología impartía una enseñanza teñida de jansenismo, monseñor de Arche que siempre había favorecido a Larressore, envió allí a todos los clérigos "retirados". (La génesis de Larressore en Duvoisin, Vida de Daguerre, Bayona 1661, 520 p.). El seminario, más que una escuela de teología propiamente dicha, ofrecía sobre todo un tiempo de preparación "para disponerse a recibir las sagradas órdenes. La educación dispensada en ellos, era sobre todo de tipo espiritual: se rezaba, se meditaba y se estudiaban las Sagradas Escrituras". Daguerre instruia a los futuros sacerdotes acerca del ministerio de la confesión. Los estudiantes tomaban notas que, al ser comunicadas a los amigos, encontraban una amplia difusión hasta el punto de que se instó al autor a publicarlas, cosa que hizo en 1767.

Pero existía una formación permanente dispensada en los sínodos y en las conferencias eclesiásticas. Según las prescripciones del Concilio de Trento debía celebrarse en la diócesis un sínodo cada año. Una reunión semejante suscitaba todo tipo de dificultades. El obispo de Bayona no las convocaba más que cuando lo juzgaba "conveniente". Por otra parte, sólo conocemos los sínodos en los que se promulgaron estatutos (por ejemplo en 1666 y en 1749) u ordenanzas (en 1675). Las conferencias eclesiásticas exigían también la reunión de los sacerdotes en determinados lugares una vez al mes, salvo durante el invierno. Desde el siglo XVII, monseñor de Olce había instituido "conferencias diocesanas" en Baja Navarra, que en 1666 se hacían extensivas ya a toda la diócesis (de Olce, Statuta Synodalia p. 35-36). Se celebraban por "distritos" con un programa bastante semejante al de las conferencias eclesiásticas. Los retiros eclesiásticos constituyen finalmente la tercera vía de esta formación permanente. Fueron tardíos en esta diócesis puesto que monseñor de Bellefont los presenta en 1740; como un ejercicio "casi desconocido" (Arch. Dep. Bajos Pirineos, G 177: no hay ningún documento que pueda completar la información sobre esta institución).

  • Establecimientos religiosos masculinos a finales del antiguo régimen

Una memoria redactada por el Sr. Hureaux, en 1718, nos revela que en esta fecha había en Bayona 16.000 personas, de las que alrededor de 24 eran clérigos seculares y 95 monjes mendicantes. Además del obispo y del cabildo, se contaban en la ciudad siete comunidades religiosas, de las que cinco eran masculinas: los dominicos, los franciscanos, los agustinos, los carmelitas y los capuchinos. En Saint- Esprit, donde había 2.000 habitantes más o menos, existía una colegiata, compuesta de 13 canónigos, 6 capellanes, fundada en 1483 por Carlos VIII y aprobada el 12 de abril de 1477 por Sixto IV, y una encomienda de la orden de Malta, que valía alrededor de 2.000 francos. En el resto de Lapurdi encontramos siguiendo a Daranatz:

1.° La antigua y célebre abadía de Lahonce, de la orden de San Benito, ocupada más tarde por religiosos premostatenses que seguían la regla de San Benito, de la que no queda más que la capilla con su hermoso coro y que sirve de iglesia parroquial.

2.° Los prioratos-hospitales de Zubernoa, en Urruñe; de Gestoro en Souraide; de Oxanco en Saint Pée; de Bonloc y otros que se remontan por lo menos al siglo XI.

3.° El convento de los recoletos de San Juan de Luz, construido en 1611 entre esta villa y la parroquia de Ciboure, bajo el nombre e invocación de Nuestra Señora de la Paz.

4.° El monasterio de Santa Ursula de San Juan de Luz, fundado en 1639.

5.° El seminario de Larressore, edificado en 1733 en la ladera de una colina, frente al precioso pueblecito de Halsou, por Juan Daguerre, párroco de Larressore. Esta casa fue restaurada bajo monseñor Lacroix, obispo de Bayona.

7.° La casa llamada Retiro de Hasparren, establecida por el fundador del seminario de Larressore. Construido en 1738 en un terreno cedido por Lorenzo Diharce de Alsuet en lo alto de la calle, este convento (komentuzaharra) seguía en parte la regla de San Francisco de Sales y ofrecía asilo a las personas que querían entregarse a la vida religiosa y a la instrucción de los jóvenes.

  • Las órdenes religiosas femeninas en los siglos XVII y XVIII

Al llegar la Revolución se contabilizan treinta y cinco mil religiosas en toda Francia y más de cien distribuidas en nueve casas en el País Vasco. De 1563 a 1789 esta región acogió un gran número de nuevos establecimientos. En el plano religioso los problemas que se planteaban tenían su raíz en el hecho de que si bien la Reforma no había calado en los habitantes de Bayona, el interior del País Vasco era todavía profundamente pagano a comienzos del siglo XVIII. También existía el problema de los jóvenes cuyos padres no tenían los medios suficientes para garantizarles una formación intelectual y espiritual. Para atender este trabajo de evangelización era necesario contar con personas que hablasen la lengua vasca. En la costa, a mediados del siglo XVII, las únicas congregaciones existentes estaban establecidas en Bayona: la de las Clarisas, cuyo convento se hallaba situado cerca del Chateau-Neuf, y la de las Benedictinas, en la orilla derecha del Adur, en la diócesis de Dax. Parece ser que las Cistercienses de San Bernardo se habían instalado desde el siglo XIII gracias al abate Hugues de Marthia. No se conoce con certeza el fundador de las Clarisas pero ellas fueron las que fundaron un nuevo establecimiento en Jatxou.

En relación con las otras órdenes el papel del obispo local fue determinante. Claude de Rueil luchó por el establecimiento de las Ursulinas en Bayona, pero ante las dificultades administrativas, se instalaron en el pueblo de Saint-Esprit, en la diócesis de Dax, en 1624. Otro obispo, François Fouquet, hizo venir en 1640 a las religiosas de la Visitación y monseñor de Olce, en 1678, a las Damas de la Fe. En el interior, el asilo de ancianos de Hasparren era el fruto de los desvelos de una autoridad eclesiástica, el abate Daguerre, y de una devota, Dominique d'Etcheverry. Las Ursulinas, al no haber solicitado el permiso a la Corporación municipal, tuvieron que abandonar el Pequeño Bayona y no consiguieron nada a pesar de sus insistentes gestiones. Las de la Visitación encontraron algunas dificultades por parte de los canónigos, que no habían sido consultados por monseñor Fouquet y sobre todo por parte del padre del obispo que no quería que su hija y su cuñada, monjas de la Visitación las dos, se marchasen lejos. Las Damas de la Fe se instalaron a pesar dé la oposición del cabildo de Bayona.

Los canónigos temían que "no pudieran cubrir sus necesidades por sus propios medios y que tuviesen que solicitar ayudas". Para algunas mujeres jóvenes el paso del estado laico al religioso se produjo cuando decidieron crear un nuevo convento. Tal fue el caso de Françoise de Chibau, ursulina en San Juan de Luz; y de Dominique d'Etcheverry, religiosa en Hasparren. El contexto familiar era un factor importante para el despertar de las vocaciones pero el contexto eclesiástico contaba mucho. El papel del obispo podía consistir en atraer posibles religiosas. Las jóvenes novicias no entraban en el convento con las manos vacías. Aportaban una dote cuya cantidad dependía de los establecimientos y de la situación social de los padres. La suma variaba entre 1.000 y 3.000 libras, en el siglo XVII, en las Clarisas de Bayona, que más tarde aceptaron novicias con dotes más modestas. Los dos conventos donde hubo una comunidad más numerosa fueron el de las ursulinas de Bayona, que eran 35, y el de la Visitación, en donde eran 40, a comienzos del siglo XVIII. Pero en todos los sitios las comunidades disminuyeron con la Revolución. Entre las religiosas de cuyos padres se conoce la profesión había muchas que pertenecían a un medio acomodado.

Pero no hay que olvidar que había también entre ellas, gente que sólo podía aportar dotes más modestas y que pertenecían a familias pobres muy posiblemente. Monjes y monjas en los siglos XVII y XVIII ya no vivían en un marco aislado sino que sus actividades eran múltiples dedicándose sobre todo a la instrucción de la juventud. Las religiosas daban una enseñanza elemental; enseñaban a leer, escribir y el cálculo pero el objetivo último de su acción era la educación de las niñas según los principios de la moral cristiana. Las maestras insistían, sobre todo, en las cualidades morales para que las jóvenes aprendiesen las reglas de la decencia y de la cortesía, adquiriendo el horror al pecado y el rechazo de los placeres del mundo menospreciando sus vanidades. También daban lecciones de trabajos manuales. Las religiosas que se dedicaban a la enseñanza eran aquellas cuyos conocimientos y cualidades habían quedado bien patentes durante el período de noviciado. No había muchas en cada convento, dos o tres según el número de alumnas. Monseñor de La Ferronays, en 1780, tuvo la satisfacción de obtener unas rentas en favor de las maestras del asilo de ancianos de Hasparren. La enseñanza no era sin embargo gratuita. En Bayona, las hijas de familias acomodadas iban como pensionistas a los conventos de las Cistercienses de San Bernardo, de las de la Visitación, de las Ursulinas o de las Clarisas. El precio de la pensión era bastante elevado oscilando entre 10 y 20 libras al mes. En 1678, Monseñor de Olce, conmovido por el estado de ignorancia en que se encontraban las niñas pobres, pensó recurrir a las monjas de la Unión, llamadas también Damas de la Fe.

En 1779, estas monjas abrieron una "escuela gratuita para la educación de las pobres y su instrucción en la religión cristiana". Otra forma de apostolado consistía en ofrecer cobijo a laicos y ayudar a los menesterosos. Los bienes se componían generalmente, además del convento, de casas y tierras. Sus rentas provenían, en general, de alquileres de tierras, de contratos con particulares y de las pensiones de las alumnas. Las rentas extraordinarias estaban constituidas por el fruto de las dotes de las novicias y por los legados testamentales. Sus gastos eran muchos: mantenimiento de los edificios, sueldos de domésticos, y demás honorarios. Las religiosas de San Bernardo y las Clarisas no eran muy ricas y con frecuencia se vieron obligadas a llevar a cabo cuestaciones en las

El 7 de agosto de 1792, la Asamblea legislativa puso a la venta los conventos de las religiosas y acordó una pensión a cada una de las hermanas. Para el 2 de octubre de 1792 hubo que evacuar las casas. La abadía de San Bernardo fue confiscada en 1791. Todo lo de las Ursulinas fue inventariado y vendido en 1791. El convento de las Damas de la Fe fue transformado en cuartel, el de Santa Clara en almacén de ropa, la Visitación en prisión. Algunas religiosas que se opusieron al cambio político fueron encarceladas. La Revolución asestó un golpe fatal a sus actividades y a pesar de los intentos de resistencia, tuvieron que plegarse a los decretos y leyes y aceptar la destrucción o la venta de los conventos y la abolición de las órdenes (Ref. Verdu: Les ordres... BSB, 1973, 383-393).

Ordenes religiosas de la diócesis de Bayonaçantes del edicto de 1768 unificando conventos
LugarOrdenesProfesosConversosObservancia de
los superiores
Rentas
BayonaOFM Cap205Prov. de Guyena
O.P.152Prov. Occitana2.837 L
O.Carin.163Prov. de Gascuña
Agustinos173Prov. de Toulouse2.536 L
Franciscanos152Aquitania Antigua
St-Jean-de-LuzRecoletos112Prov. de Guyena
La HoncePremonstratenses4---
TOTAL7 casas9817

  • Estado de los establecimientos diocesanos y de las comunidades religiosas del País Vasco en 1882

Aunque la historia foral del País Vasco de Francia se detiene en 1789, momento en que pierde su autonomía para pasar a ser solamente una fracción del departamento de los Bajos Pirineos, tras las leyes de 29 de marzo de 1880 y de 28 de marzo de 1882 (la primera significa la expulsión de 5.613 religiosos; la segunda proscribe de la enseñanza primaria el endoctrinamiento católico), parece conveniente ofrecer un estado de los establecimientos diocesanos y de las comunidades religiosas en Laburdi, incluida la ciudad de Bayona, en 1882: Seminario Mayor, en las afueras de Bayona, regido por sacerdotes seculares. Seminario Menor, en Larressore, cantón de Ustaritz, regido también por sacerdotes seculares. Convento de Capuchinos, fuera también de Bayona. Monasterio de los Benedictinos de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, en Urt. Casas de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, en Bayona, Hasparren y Ustaritz. Casas de los Hermanos de la Doctrina Cristiana, en Anglet. Casa de los Hermanos Maristas, en San Juan de Luz. Carmelitas, en Bayona. Hijas de la Caridad. Bayona: Hospicio civil, casa de la Misericordia, Hospicio de Ancianos. San Juan de Luz: Hospicio. Hijas de la Cruz. Casa Noviciado en Ustaritz. Siervas de María. Casa madre fundada en Anglet por el abate Luis Eduardo Cestac. Poseía en el País Vasco 21 casas. Monjas de la Unión en el Sagrado Corazón, pensionado en las afueras de Bayona.

En la actualidad el obispado comprende dos arciprestazgos suletinos, 6 bajonavarros, siete laburdinos y el Béarn. Sus servicios están duplicados entre Bayona y Pau: dos obispos, dos vicarios generales y alrededor de 20 capellanes. Laburdi cuenta con dos zonas pastorales:

Costa, con 47 parroquias, dividida en tres sectores: Bayona, Biarritz-Anglet y San Juan de Luz, 21, 10 y 16 parroquias respectivamente.

Interior, con 16 parroquias. El n° de sacerdotes en Laburdi es de 99. Las parroquias del interior poseen hasta 6 y 7 localidades. Existen benedictinos en Belloc, capuchinos en Bayona, franciscanos en Saint-Palais, escolapios en Bayona, hermanos de Ploermel en Ziburu, San Juan de Luz y Urruña.