Historians

Labayru y Goicoechea, Estanislao Jaime de

Sacerdote e historiador vasco, nacido en Batangas (Filipinas) el 7 de mayo de 1845. Murió en Bilbao el 22 de enero de 1904.

Su padre, de origen roncalés (Isaba, Navarra), ejercía el gobierno militar en Filipinas. Su madre era bilbaína. Cuando sólo contaba un año vino a Bilbao. Comenzó sus estudios en la villa vizcaína, prosiguiéndolos en Vitoria-Gasteiz, Burgos y Barcelona, donde estudió teología y cánones. Fue ordenado de sacerdote en 1872. Fundó el periódico "La Voz de Vizcaya" que luego desapareció. Colaboró en los periódicos "Lau-Buru", "Laurak-Bat" y "Beti-Bat", entre otros, hasta que finalmente creó "El Basco".

Escribió las siguientes obras:

  • La Iglesia y la Enseñanza, 1879;
  • Estudios y hechos de la vida del Illtmo. y venerable vizcaíno Dr. Fray Juan de Zumárraga, natural de Durango, primer obispo y arzobispo de Méjico, Bilbao, 1880;
  • Breve biografía de la venerable vizcaína Sor María Josefa del Rosario, Bilbao, 1881;
  • Ligeras noticias acerca de !a vida, virtudes y muerte del Padre Francisco de Ugalde, mártir vizcaíno en el Gran Chaco, América del Sur, 1756, Bilbao, 1882;
  • Galería de vascongados ilustres en religión. El taumaturgo Urrosola, Carmelita Descalzo, oriundo de Vizcaya, Bilbao, 1882;
  • Galería de vascongados ilustres en religión, Bilbao, 1883;
  • Lecturas eucarísticas, Bilbao, 1889;
  • El nuevo prelado de Vitoria (R. Fernández de Piérola), Bilbao, 1890;
  • Galería de vascongados ilustres en religión, Bilbao, 1893;
  • Historia general del Señorío de Bizcaya, Bilbao, 1895-1903.

Publicó diversos artículos en las revistas "Euskal Erria" (1886-1909) y "Boletín de la Comisión de Monumentos de Vizcaya" ( 1909 y 1913).

Perteneció como miembro correspondiente a la Academia de Historia. El 27 de mayo de 1895 se le nombró cronista honorario del Señorío de Vizcaya y, cuatro años más tarde (5 de abril de 1899), el ayuntamiento de Bilbao adoptó por unanimidad el acuerdo de nombrarlo hijo adoptivo de la villa en testimonio y reconocimiento de sus méritos como escritor, demostrados elocuentemente en su monumental obra intitulada Historia General del Señorío de Bizcaya. Igualmente, la diputación vizcaína acordó que se le hiciese un gran retrato. Su Historia General del Señorío de Bizcaya es un trabajo ingente, centón elaborado concienzudamente tras un ininterrumpido examinar archivos públicos y privados del Señorío. Dada la extraordinaria curiosidad e interés de Labayru por la noticia histórica, la obra está estructurada en forma de anales que recogen todos los aspectos del devenir histórico, comercial, cultural, etc, de su tierra.

Interesa, por el prestigio de su autoridad, el juicio de Mañaricua sobre su obra, dos de cuyos párrafos recogemos:

"Al enjuiciar la obra de Labayru no pueden olvidarse los documentos que publica, documentos en su gran mayoría inéditos cuando él los dio a luz y muchos que aun hoy hemos de acudir a sus páginas para verlos impresos. Es uno de sus méritos innegables. Solamente los agrupados en los apéndices de los volúmenes II a VI suman 749 páginas en folio y tendríamos que añadir otro centenar más con los documentos más importantes y extensos intercalados en el texto, como el capitulado de Juan Núñez de Lara de 1342, el capitulado de Hermandad de 1392, el Fuero Viejo de 1452, el capitulado de Chinchilla, etc." (..) "El conocido heraldista y geneálogo Juan Carlos Guerra llamó "meritísima" historia a la obra de Labayru y Julio Urquijo la calificó de "importantísima obra... que necesariamente habrá de consultar quien pretenda poner en claro, en lo sucesivo, cualquier punto de la historia de nuestro país".

Suscribimos sin reparos estos juicios de estudiosos tan rigurosos en el empleo de los métodos históricos como Guerra y Urquijo. Pero ello no quiere decir que la Historia de Labayru carezca de defectos. El principal consiste en su plan, más propio de unos "anales" que de una historia sistemática al estilo moderno. Ya indicamos que, quizá, la causa de este plan fue el gran número de datos que Labayru poseía en sus apuntes y no quiso sacrificar. Si la sistemática padeció, hemos de alegrarnos de que el historiador bilbaíno nos diera ordenadamente todo el fruto de su investigación. Y ahí radica su principal y evidente utilidad para el investigador moderno, aunque la obra, tal como quedó, resulte de difícil lectura para un lector curioso. Labayru no escribió la historia que necesitaba Vizcaya. Pero no sólo superó ampliamente cuanto antes de él se había escrito, sino que el paso adelante fue gigantesco.