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Eibar

Allá por el siglo XVII, en Eibar, al igual que en otros pueblos de Gipuzkoa, también se corrían bueyes ensogados y se celebraban corridas de toros y apuestas de vacas. Los bueyes ensogados desaparecieron por orden superior, pero las apuestas y las corridas subsisten aún. Uno de los días obligados para la celebración de corrida era el 25 de junio, siguiente al día de San Juan, patrón de Eibar. Extraña a primera vista que la corrida no se celebrara el mismo día de San Juan, pero documentos de hace más de 200 años nos dicen que los toros se corrían el 25 porque "el día de San Juan está ocupado con funciones de iglesia, bailes públicos, etc.". Otras noticias de fecha anterior aseguran que los capitulares tenían la obligación de poner un toro cada uno para las dos corridas que habían de celebrarse los días inmediatos al de San Juan, y que los rematantes del vino debían de traer los otros dos toros, para que de este modo quedaran completados los seis. Las barreras que debían colocarse en la plaza los días de corrida solían ser objeto de cuidadosa vigilancia. El 9 de junio de 1743 se acordó arreglarlas para San Juan y se dispuso que en adelante los síndicos salientes hicieran entrega expresa de las barreras a los entrantes. En aquella misma sesión se acordó también que el Ayuntamiento hiciera en la forma que mejor le pareciera ajuste con los toreros que debían de venir por San Juan. Más tarde, en 1758, se nombró a Félix de Guisasola encargado de guardar las barreras en la torre de Unzaga y de colocarlas cuando hiciera falta, abonándosele por su trabajo 66 reales al año. El día 25 de junio el alcalde solía invitar a mucha gente a tomar un refresco fuera de la plaza, pero antes de que el espectáculo terminara. Esta costumbre originaba muchos gastos a la villa y solían ser numerosos los que, por no haber sido invitados, quedaban disgustados. Por evitar en parte estos inconvenientes, el 11 de enero de 1767 se acordó que en adelante el refresco se sirviera sin salir de la plaza, en los mismos toriles, suspendiendo por el tiempo necesario el espectáculo. Los toreros que venían a la villa solían ser toreros de oficio y se procuraba que fueran del país. Así por lo menos se acordó en 1807 al disponer que los días 21, 22, 23 y 24 de junio se corrieran cada tarde "dos bueyes que embistan, con toreros de oficio del país" y que ellos tomaran parte en la corrida que era costumbre hacer el día siguiente de la festividad de San Juan. En 1815 eran los rematantes de carnes quienes tenían la obligación de traer "bueyes de correr" para los días 23, 24 y 25 de junio y para las festividades de San Andrés, San Martín, San Blas y para los días de Carnaval. Y vamos a terminar este trabajo señalando que en la época que más arriba mencionamos en nuestro Eibar, las corridas se celebraban cerrando con tablas la plaza pública y poniendo barreras, que desaparecían al terminar el espectáculo. Hasta el año 1902, en que una empresa particular construyó la plaza de toros.