El hecho de que el municipio lo constituyan dos pequeños núcleos, Altzo Azpi y Altzo Muño. De este modo, y por lo que a Altzo Azpi se refiere, destaca la iglesia de San Salvador. Es un edificio rectangular con torre campanario a sus pies, única nave cubierta mediante bóvedas de crucería y un pequeño pórtico lateral. Se trata de una sencilla construcción, configurada esencialmente en el siglo XVI, si bien el acceso a la sacristía demuestra aún el apego a las formas góticas. Además, las labores de acondicionamiento emprendidas a finales del siglo XX permitieron apreciar los muros del ábside del templo románico que le antecedería, visibles actualmente mediante una cripta habilitada al efecto, posibles restos del monasterio de Olazabal, y que, una vez más, corroboran el proceso evolutivo que en diferentes ocasiones suponemos para algunos de los templos de la provincia.
Para esta iglesia efectúa para 1588 Pedro de Goicoechea dos retablos, que serían examinados por Juan de Anchieta y Lope de Larrea. El lateral conservado es un organismo sencillo con una labor escultórica poco destacable. Su retablo mayor, sin embargo, es obra del siglo XVIII, correspondiendo su factura a José Ignacio de Lavi.
La casa rectoral se efectuaría entre 1581 y 1585, siendo sus responsables el maestro cantero Ignacio de Iriondo y el carpintero Juan de Larzábal, mientras que el examen de la obra correría a cargo de Juan de Carrera. De todos modos, y tras diferentes trabajos, Manuel de Ugartemendía otorgaría un informe para su reconstrucción en 1806.
Junto al caserío Ipintza Haundi nos hallamos con un bajorrelieve titulado El gigante, en evidente alusión al conocido como gigante de Altzo, quien nació en 1818 en ese mismo edificio. Autor material de esta sencilla y, al tiempo, rotunda imagen de hormigón fue Juanito Lope, quien efectuó su labor en 1968.
Por lo que a Altzo Muño se refiere, la iglesia parroquial de Santa María de la Asunción muestra mayor relación con el gótico que la anterior. Así, la nave única que se cubre con bóvedas de crucería posee columnas de capitel gótico, carácter que presenta igualmente su portada. Con todo, las obras se dilatarían en el tiempo. Entre 1535 y 1542 encontramos trabajando en la construcción a Juan Martínez de Ayzpe, mientras que en 1566 Miguel de Iriarte continuará con la obra de las paredes y dos nuevas capillas. A principios del siglo XVII terminarían las bóvedas Domingo de Leyzi y Cristóbal de Aguirre, finalizándose el coro en 1625; veinte años más tarde Pedro de Garmendia acabaría los estribos exteriores. En cuanto a la torre campanario, la actual es realización del siglo XVIII, obra de los maestros canteros Juan y Andrés Beracoechea, evaluada por Francisco de Ibero en 1759.
Aunque en un principio se pensó en Juan de Basayaz para efectuar su retablo mayor, posteriormente se concertó con Diego de Mayora, para finalmente encargarse de la obra Juan de Echeverría, una vez otorgada licencia para su erección en 1634.
Siguiendo con este núcleo de población, la casa consistorial no merece especial relevancia, con una sencilla formulación en base al uso del ladrillo y entramados de madera, aunque sin renunciar a un elemento tan significante para este tipo de edificios como es la triple arcada de su acceso. Existen, además, algunos caseríos interesantes, provistos de estructuras de madera y arcos de entrada, caso de Iriarte, Etxeberri y Arretxe.
El caserío Etxeberri se erigiría a mediados del siglo XVI, aunque las importantes reformas emprendidas a principios del XVIII le otorgarían mayor altura y un amplio soportal lateral de dos arcos en su fachada principal. Recientemente ha sufrido una rehabilitación, manteniendo la estructura original, pero variando la distribución interior.
En cuanto al caserío Arretxe, pese a ser destruido por un incendio en 1999, está siendo reconstruido con fidelidad, no en vano se trata de una construcción de mediados del siglo XVII, si bien modificada en el XIX.
Por último, conviene citar la ermita de Santa Bárbara, de reducidas dimensiones, y que se ha supuesto el templo primitivo del lugar.
Bibliografía
Arrázola Echeverría, María Asunción: Renacimiento en Guipúzcoa. II, Escultura, Donostia, Diputación Foral de Guipúzcoa, 1988 (1ª ed., 1968), pp. 280-281.
Astiazarain, María Isabel: Arquitectos guipuzcoanos del siglo XVIII. Ignacio de Ibero, Francisco de Ibero, Donostia, Diputación Foral de Guipúcoa, 1990, pp. 188 y 350.
Barañano, Kosme de (director): 50 años de escultura pública en el País Vasco, Bilbao, Universidad del País Vasco, 2000, p. 159.
Elejalde, Félix; Erenchun, Juan: Alegría de Oria - Amézqueta - Ugarte - Alzo - Bedayo, San Sebastián, Caja de Ahorros Municipal de San Sebastia´n, 1974, pp. 69-89.
Peña Santiago, Luis Pedro: Las ermitas de Guipúzcoa, Navarra, Txertoa, 1975, pp. 34-35.
Santana, Alberto; Larrañaga, Juan Angel; Loinaz, José Luis; Zulueta, Alberto: Euskal Herriko baserriaren arkitektura = La arquitectura del caserío de Euskal Herria, Vitoria-Gasteiz, Departamento de Ordenación del Territorio, Vivienda y Medio Ambiente, 2001, vol. II, pp. 74-79 y 184-189.
Tarifa Castilla, María Josefa; Azanza López, José Javier: Contribución a los maestros de obras guipuzcoanos del siglo XVIII, en Revisión del Arte Barroco, Ondare nº 19, 2000, pp. 330-331.
Urteaga Artigas, María Mercedes: Guía histórico monumental de Gipuzkoa, Donostia, Diputación Foral de Guipúzcoa, 1992, pp. 37-38.
Ignacio CENDOYA ECHANIZ
Para esta iglesia efectúa para 1588 Pedro de Goicoechea dos retablos, que serían examinados por Juan de Anchieta y Lope de Larrea. El lateral conservado es un organismo sencillo con una labor escultórica poco destacable. Su retablo mayor, sin embargo, es obra del siglo XVIII, correspondiendo su factura a José Ignacio de Lavi.
La casa rectoral se efectuaría entre 1581 y 1585, siendo sus responsables el maestro cantero Ignacio de Iriondo y el carpintero Juan de Larzábal, mientras que el examen de la obra correría a cargo de Juan de Carrera. De todos modos, y tras diferentes trabajos, Manuel de Ugartemendía otorgaría un informe para su reconstrucción en 1806.
Junto al caserío Ipintza Haundi nos hallamos con un bajorrelieve titulado El gigante, en evidente alusión al conocido como gigante de Altzo, quien nació en 1818 en ese mismo edificio. Autor material de esta sencilla y, al tiempo, rotunda imagen de hormigón fue Juanito Lope, quien efectuó su labor en 1968.
Por lo que a Altzo Muño se refiere, la iglesia parroquial de Santa María de la Asunción muestra mayor relación con el gótico que la anterior. Así, la nave única que se cubre con bóvedas de crucería posee columnas de capitel gótico, carácter que presenta igualmente su portada. Con todo, las obras se dilatarían en el tiempo. Entre 1535 y 1542 encontramos trabajando en la construcción a Juan Martínez de Ayzpe, mientras que en 1566 Miguel de Iriarte continuará con la obra de las paredes y dos nuevas capillas. A principios del siglo XVII terminarían las bóvedas Domingo de Leyzi y Cristóbal de Aguirre, finalizándose el coro en 1625; veinte años más tarde Pedro de Garmendia acabaría los estribos exteriores. En cuanto a la torre campanario, la actual es realización del siglo XVIII, obra de los maestros canteros Juan y Andrés Beracoechea, evaluada por Francisco de Ibero en 1759.
Aunque en un principio se pensó en Juan de Basayaz para efectuar su retablo mayor, posteriormente se concertó con Diego de Mayora, para finalmente encargarse de la obra Juan de Echeverría, una vez otorgada licencia para su erección en 1634.
Siguiendo con este núcleo de población, la casa consistorial no merece especial relevancia, con una sencilla formulación en base al uso del ladrillo y entramados de madera, aunque sin renunciar a un elemento tan significante para este tipo de edificios como es la triple arcada de su acceso. Existen, además, algunos caseríos interesantes, provistos de estructuras de madera y arcos de entrada, caso de Iriarte, Etxeberri y Arretxe.
El caserío Etxeberri se erigiría a mediados del siglo XVI, aunque las importantes reformas emprendidas a principios del XVIII le otorgarían mayor altura y un amplio soportal lateral de dos arcos en su fachada principal. Recientemente ha sufrido una rehabilitación, manteniendo la estructura original, pero variando la distribución interior.
En cuanto al caserío Arretxe, pese a ser destruido por un incendio en 1999, está siendo reconstruido con fidelidad, no en vano se trata de una construcción de mediados del siglo XVII, si bien modificada en el XIX.
Por último, conviene citar la ermita de Santa Bárbara, de reducidas dimensiones, y que se ha supuesto el templo primitivo del lugar.
Bibliografía
Arrázola Echeverría, María Asunción: Renacimiento en Guipúzcoa. II, Escultura, Donostia, Diputación Foral de Guipúzcoa, 1988 (1ª ed., 1968), pp. 280-281.
Astiazarain, María Isabel: Arquitectos guipuzcoanos del siglo XVIII. Ignacio de Ibero, Francisco de Ibero, Donostia, Diputación Foral de Guipúcoa, 1990, pp. 188 y 350.
Barañano, Kosme de (director): 50 años de escultura pública en el País Vasco, Bilbao, Universidad del País Vasco, 2000, p. 159.
Elejalde, Félix; Erenchun, Juan: Alegría de Oria - Amézqueta - Ugarte - Alzo - Bedayo, San Sebastián, Caja de Ahorros Municipal de San Sebastia´n, 1974, pp. 69-89.
Peña Santiago, Luis Pedro: Las ermitas de Guipúzcoa, Navarra, Txertoa, 1975, pp. 34-35.
Santana, Alberto; Larrañaga, Juan Angel; Loinaz, José Luis; Zulueta, Alberto: Euskal Herriko baserriaren arkitektura = La arquitectura del caserío de Euskal Herria, Vitoria-Gasteiz, Departamento de Ordenación del Territorio, Vivienda y Medio Ambiente, 2001, vol. II, pp. 74-79 y 184-189.
Tarifa Castilla, María Josefa; Azanza López, José Javier: Contribución a los maestros de obras guipuzcoanos del siglo XVIII, en Revisión del Arte Barroco, Ondare nº 19, 2000, pp. 330-331.
Urteaga Artigas, María Mercedes: Guía histórico monumental de Gipuzkoa, Donostia, Diputación Foral de Guipúzcoa, 1992, pp. 37-38.
Ignacio CENDOYA ECHANIZ