Filósofo y escritor. Bilbao, 1864 - Salamanca, 1936.
Miguel de Unamuno Jugo nació el 29 de septiembre de 1864 en la calle Ronda de Bilbao, en pleno Casco Viejo. Sus padres, Félix Unamuno y su sobrina Salomé Jugo, fueron liberales, y Miguel resultó ser primo de Telesforo de Aranzadi. Unamuno fue miembro de la generación del 98, y está considerado como uno de los grandes escritores y filósofos de inicios del siglo XX en España.
Unamuno realizó los estudios básicos en el Colegio San Nicolás de Bilbao. Apreciando su habilidad para el dibujo, pasó una temporada aprendiendo en el taller del pintor Antonio Lecuona, pero parece ser que el pensador bilbaíno no acababa de verse en el mundo de la pintura y abandonó dicha actividad. Ya entonces era buen lector, y leyó desde joven a los autores fueristas (Arakistain, Navarro Villoslada, etc.) y federalistas (Pi y Margall). Unamuno creció en el mismo entorno que Sabino Arana, y comenzó a aprender euskera de joven. Además, impulsado por sus inquietudes político-filosóficas, escribió y publicó varios artículos también desde bien joven: el primero apareció en El noticiero en 1880 con el título "La unión hace la fuerza".
Unamuno viajó a Madrid a estudiar Filosofía y Letras, y finalizó sus estudios en 1883, cuando sólo contaba 21 años. Parece ser que al principio no acababa de encontrarse a gusto en el ambiente universitario, pero otros espacios hallados en la capital española (como el del Ateneo, por ejemplo) lo satisficieron y optó por quedarse en Madrid, introduciéndose, además, en el ambiente intelectual del lugar. En 1884 presentó su tesis doctoral: Crítica sobre el origen y la prehistoria de la raza vasca. En dicho trabajo ya aparecen algunas ideas polémicas que más tarde defendió el bilbaíno, entre las que cabe mencionar que el euskera y la modernidad no eran compatibles. A pesar de ello, algunos artículos (como "Agur, arbola bedeinkatube", aparecido en la revista Euskal-Erria en 1888) de la época muestran que Unamuno guardaba aprecio al euskera como lengua.
En 1884, siendo ya profesor de latín y psicología, Unamuno comenzó a publicar sus artículos en otras revistas y periódicos, como El noticiero de Bilbao. Cuatro años más tarde, cuando la Diputación de Bizkaia creó la Cátedra de Lengua Vasca de Bilbao, optaron a ella Unamuno, Arana y Azkue, y fue el tercero quien la consiguió.
En 1891 Unamuno se casó con Concha Lizarraga, con la que tuvo nueve hijos. En aquel mismo año preparó la Cátedra de Lengua Griega de la Universidad de Salamanca, que consiguió. Por aquel entonces las inquietudes políticas de Unamuno eran grandes, y consecuencia de ello fueron los debates que mantuvo con el nacionalista Sabino Arana. Unamuno se afilió a la Agrupación Socialista de Bilbao y comenzó a colaborar con la revista Lucha de clases. Tres años más tarde, sin embargo, optó por abandonar la organización socialista. Suele decirse, además, que aquel 1897 fue el año en que culminó la crisis religiosa del bilbaíno.
Siendo ya profesor en Salamanca resultó sencillo adentrarse en el mundo intelectual del lugar, y la fama del bilbaíno aumentó considerablemente. En 1901 fue nombrado rector de la Universidad de Salamanca. En ese mismo año los Juegos Florales se organizaron en Bilbao, y precisamente con motivo de ello, Unamuno realizó una polémica exposición en la que llamó a los vascos a quedar bajo dominio español sin reivindicaciones nacionalistas. Por lo que al euskera respecta, el bilbaíno defendió que se trataba de una lengua que había que dejar morir (dedicándole un merecido funeral, eso sí) porque no era compatible con la modernidad. Según el pensador bilbaíno, el único atractivo que la lengua vasca podía tener era el interés científico: "¿Y el vascuence? ¡Hermoso monumento de estudio! ¡Venerable reliquia! ¡Noble ejecutoria! Enterrémosle santamente, con dignos funerales, embalsamado en ciencia; leguemos a los estudios tan interesante reliquia."
Las declaraciones de Unamuno levantaron ampollas en el entorno nacionalista vasco, pero el bilbaíno logró numerosos seguidores en España, entre los que se encontraba Pío Baroja, aunque el donostiarra no convenía en el asunto de la desaparición de la lengua vasca.
A inicios del siglo XX Unamuno se mostró cada vez más crítico con la monarquía española: comenzó a lanzar duras críticas contra el rey y el sistema monárquico en sus conferencias públicas y en los artículos publicados. Alguno de dichos artículos le provocó varios problemas, y en 1914 el gobierno decidió apartarlo del puesto de rector por motivos políticos. Sin embargo, Unamuno era bien estimado entre la mayoría de sus compañeros, y en 1920 fue elegido decano de la Facultad de Filosofía y Letras por ellos. En aquella misma década fue condenado por injurias al rey, pero no llegó a cumplir la condena impuesta. En 1921 Unamuno fue nombrado vicerrector de la Universidad de Salamanca.
En 1923, en el mismo instante en que Primo de Rivera estableció su régimen, Unamuno se mostró enormemente crítico con él, convirtiéndose en uno de los mayores enemigos públicos del dictador. Con pocas excepciones (una de ellas fue rechazar la posibilidad de crear una universidad vasca), el bilbaíno se mostró contrario a todas las decisiones tomadas por Primo de Rivera, y criticó, asimismo, a los ejecutores de las órdenes del dictador. Como consecuencia de ello, las autoridades de Madrid lo expulsaron de la universidad y lo enviaron a Fuerteventura en 1924. El castigo le fue conmutado aquel mismo año, pero Unamuno ya había decidido abandonar España. Vivió en París y en Hendaia. Precisamente hallándose en Hendaia entre 1925 y 1926, logró ver algunas de sus obras (La agonía del cristianimo, De Fuerteventura a París, Cómo se hace una novela) publicadas en francés. Finalmente, Unamuno regresó a Salamanca tras finalizar el régimen de Primo de Rivera.
La década de los años 30 tuvo grandes altibajos para Unamuno. En 1931 fue candidato republicano socialista en Salamanca, y fue elegido concejal. Por aquel entonces el bilbaíno participó en numerosos actos y conferencias en pro de la república. También comenzó a escribir en la revista vasca Frente. El 14 de abril de 1931 el propio Unamuno declaró la república en Salamanca, y los republicanos lo nombraron, nuevamente, rector de la Universidad de Salamanca.
Unamuno fue candidato a las Cortes Generales de Madrid a modo de independiente, ya que no se fiaba demasiado de los partidos políticos. Fue nombrado diputado gracias a los socialistas salmantinos, pero parece que no se encontró a gusto con la actividad del gobierno republicano. Fruto de dicho desengaño comenzó a alejarse de la política y actividad de Manuel Azaña, y en 1933 optó por no volver a presentarse. Un año después se jubiló de su puesto de profesor, y además de ser nombrado rector vitalicio en la universidad, se creó la Cátedra Miguel de Unamuno.
Siendo ya contrario a la república, cuando el general Franco se alzó en julio de 1936 Unamuno se mostró partidario de los franquistas. El bilbaíno creía que los franquistas se proponían desbancar la república para establecer un régimen serio, y llegó a aceptar el puesto de concejal que le ofrecieron los franquistas en Salamanca. En el mismo 1936 envió numerosas cartas a pensadores europeos para que se adhirieran a los alzados. A pesar de todo lo anterior, parece ser que la satisfacción pronto se convirtió en desilusión y arrepentimiento: las consecuencias de la cruenta Guerra Civil surgida tras el levantamiento de Franco resultaban realmente devastadoras y fueron varios los amigos de Unamuno que sufrieron las consecuencias en primera persona: el bilbaíno conoció fusilamientos, torturas, encarcelamientos y similares en su entorno, hechos que hicieron que cambiara de opinión drásticamente.
En 1936 Unamuno fue el encargado de dar la conferencia de inicio del año lectivo de la Universidad de Salamanca, y se mostró enormemente arrepentido en público. Fue una exposición realmente estrepitosa, ya que los partidarios de Franco eran mayoría en la sala. Un profesor tachó a Euskal Herria y Catalunya de "cánceres de España", y Unamuno le respondió que él mismo era bilbaíno y que el obispo había nacido en Barcelona. La respuesta de Unamuno, sin embargo, no consiguió acallar el murmullo levantado entre la gente, y el general franquista Millán Astray reafirmó lo anteriormente dicho por el profesor franquista. Añadió, además, que Euskal Herria y Catalunya debían ser desmantelados. Junto a lo anterior, se escucharon gritos en contra de los "intelectuales traidores" y de la inteligencia, así como gritos del estilo de "¡España: una, grande y libre!" y "¡Viva la muerte!". Unamunó se levantó para contestar a dichas reivindicaciones, y formuló una de sus frases más famosas: "Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis, porque para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaríais algo que os falta: razón y derecho en la lucha".
Frente a la respuesta de Unamuno, los gritos de los exaltados se multiplicaron y algunos soldados llegaron a desenfundar sus armas, por lo que la mujer de Franco, Carmen Polo, optó por agarrar al pensador bilbaíno para ayudarle a abandonar la sala sin males mayores. Aquel mismo año Franco destituyó a Unamuno del puesto de rector.
El nuevamente ex-rector bilbaíno pasó sus últimas semanas, apesadumbrado y recluido en su casa. Sus amigos solían visitarlo y precisamente hallándose reunido con algunos amigos en su casa, el 31 de diciembre de 1936, Unamuno falleció repentinamente.