Lexique

TRANSPORTE

De Bayona a Madrid en pleno Romanticismo. Cuando San Sebastián se puso de moda, los viajes y el transporte de mercancías y correspondencia en el eje Madrid-Bayona cobraron una excepcional importancia. Según recoge C. Figuerido (1911) la generalidad de los viajeros utilizaba la diligencia. En sillas de posta hacían el recorrido quienes podían costear los gastos de carruaje propio. La correspondencia iba y venía en coches-correos, excepto la diplomática y la de algunos banqueros y hombres de negocios que tenían establecidos servicios particulares. Las mercancías eran transportadas en galeras, que hacían el viaje en 13 ó 14 días. A cada uno de estos servicios bien merece la pena que dediquemos unas líneas:

Servicio público para viajeros. Había establecidas tres compañías de diligencias que en competencia hacían el servicio entre Bayona y Madrid para el transporte de viajeros y mercancía de gran velocidad. La primera de estas empresas, denominada Norte y Mediodía de España, tenía su domicilio social en Madrid. Era una sociedad constituida por acciones; entre los accionistas figuraban en primera línea hombres tan ilustres como Calvo Asensio, Sagasta y otros. Estas diligencias, de construcción madrileña, reunían solidez y elegancia y se componían de los departamentos siguientes: Berlina, de tres asientos, que costaban a 150 pesetas, para el recorrido de Bayona a Madrid o viceversa. Interior, de seis asientos, cuyo precio era de 125 pesetas. Rotonda, de cuatro asientos, al precio de 100 pesetas, y Banqueta o Cupé, de cuatro asientos, en lo alto del carruaje. Costaba 80 pesetas cada asiento. Se enganchaban a estas diligencias ocho caballerías, en la forma siguiente: Dos en lanza, dos en bolea, dos en cortas, y dos delante, en una de las cuales iba montado el delantero, llevando a su derecha la caballería de mano. Estos carruajes iban dirigidos por un mayoral, que tenía el encargo de cuidar desde Bayona a Madrid a los viajeros, a los equipajes y a las mercancías que llevaba en el carruaje, y por un zagal que desde el pescante dirigía el tiro de caballerías. Este hacía un recorrido de tres leguas y era reemplazado por otro tiro de igual clase en la parada inmediata. Estas paradas se renovaban, como hemos dicho antes, cada tres leguas, de manera que habiendo una distancia entre Irún y Madrid de 84 leguas, necesitaba la Compañía tener en el trayecto de Irún a Madrid 28 tiros de caballos o sea 224 caballos, 28 postillones o zagales y dos delanteros. Estos carruajes tardaban en recorrer el trayecto 56 horas consecutivas, parando solamente para a el cambio de tiros en cada parada, y además en los puntos de comidas para viajeros. Lo que llamaba la atención sobre todo, en estos viajes, era el pobre delantero que montaba a caballo en Irún y no se desmontaba hasta Madrid más que el tiempo necesario para cambiar de tiro de caballos. El pobre muchacho (pues generalmente eran jóvenes de 16 a 24 años), andaba sobre el caballo 56 horas sin que le permitieran dormir, pues si rendido por el sueño daba alguna cabezada sobre el caballo, el mayoral se encargaba de despertarle mediante un par de garrotazos en los riñones. La segunda compañía se titulaba Diligencias Peninsulares. La tercera, Victoria. Las tres tenían igual clase de carruajes e igual servicio, precios y marcha. Sillas de posta. La aristocracia española, la alta banca y la gente rica, hacían los viajes entre Madrid y Bayona en carruajes propios que tenía cada familia y que eran arrastrados por 4 o 6 caballerías, número que variaba con el peso del vehículo. Para efectuar el cambio existían en cada trayecto de tres leguas casas llamadas de Posta, nombradas por el Gobierno y con la obligación de tener disponibles en su cuadra 20 caballerías para el arrastre de las Sillas de Posta que podían llegar a su paso de Madrid a Bayona y viceversa. Las casas de Medinaceli, Alba y otras de la aristocracia tenían dichas sillas de su propiedad, y cuando pensaban hacer un viaje tenían que solicitar permiso del Ministerio de Gobernación, fijando el día y hora de salida, para que aquél dispusiera que fuesen dados los avisos oportunos a los maestros de postas, a fin de que tuviesen preparados los caballos necesarios para el arrastre de la Silla de Posta. El propietario de la Silla pagaba a razón de tres pesetas por legua y caballo y otras tres pesetas también por legua y caballo por el postillón y delantero. Es decir, que una Silla de Posta arrastrada, por ejemplo. por cuatro caballos, costaba lo siguiente: 28 tiros de a 4 caballos, a 3 pesetas caballo por legua, costaba 1.008 pesetas, y aumentando a esto otras 504 que costaban el delantero y zagal que se pagaban a 3 pesetas legua, lo mismo que los caballos, hacían en junto pesetas 1.512, que con gratificaciones y demás gastos llegaban a unas 1.800 pesetas. Este era el coste ordinario de un viaje en Silla de Posta de 4 caballos. Coches correos. El Gobierno tenía carruajes propios para la conducción de la correspondencia pública de Madrid a todas las provincias de España, y estos carruajes eran arrastrados por las caballerías de los maestros de postas, a quienes se les pagaban mensualmente sus honorarios. Correos de gabinete. Estos correos hacían el servicio entre Bayona y Madrid a caballo, acompañados de un postillón, también montado a caballo. El correo cambiaba de caballo y postillón en cada una de las postas de la línea. Había correos de Embajada que llevaban la correspondencia diplomática del gobierno francés al español, cuyos documentos, por no confiarlos a la estafeta pública, se les confiaba a estos correos, que hacían el trayecto entre Bayona y Madrid 14 horas antes que la correspondencia pública. También había banqueros y hombres de negocios importantes que remitían sus documentos, así como boletines de bolsa, por medio de correos particulares; todo por ganar tiempo y llegar antes que el correo público a Madrid; estos correos tardaban en recorrer el trayecto de Bayona a Madrid de 30 a 32 horas, y hacían los cambios de caballos y personal en las casas de los maestros de postas. En Guipúzcoa las casas de postas nombradas por el Gobierno, eran las siguientes: La de don Martín San Juan, en Irún; la de don J. Michelena, en Rentería; la de don Miguel Irazu, en San Sebastián; la de don Eulogio Olabide, en Andoain; la de don Marcos Elorrio, en Tolosa; la de don Martín Arregui, en Ordizia, y la de don Claudio Hernanz, en Bergara. Los correos de gabinete, una vez entregados en Madrid los documentos de que eran portadores, regresaban en las diligencias a los puntos de su procedencia. Esta institución existía por el motivo de la falta de seguridad del telégrafo en aquella época en que se hacían las transmisiones de telegramas por medio de señales entre torres, que en las cúspides de las montañas existían en distancias de 3 y 4 leguas; pero muchas veces, casi siempre en este país, no podían funcionar estos aparatos por las nieblas que interceptaban la visión. Transportes de mercancías. Las de pequeña velocidad se transportaban en galeras, que enganchadas con diez mulas cada una, caminaban al paso durante el día, descansando por las noches en las posadas o mesones del camino. Tardaban en llegar a Madrid de 14 a 15 días desde su salida de Irún; una de las empresas de mayor prestigio en aquella época era la de Echeandía y Compañía. En Tolosa había otra compañía con infinidad de carros de bueyes que recogían mercancías en las fábricas de papel, paños, fundiciones y demás industrias y las llevaban hasta Vitoria en dos días, entregando allí los bultos a una empresa que existía con el título de Galeras Aceleradas: éstas, en cinco días, llegaban a Madrid y hacían al mismo tiempo la carga y descarga en los puntos intermedios de la línea. En estas galeras viajaban también compañías de cómicos, estudiantes que iban a sus universidades, y gente joven y alegre que durante los 13 o 14 días que duraba el viaje se divertía cazando por el camino durante el día y bailando al son de la guitarra en los mesones o paradores durante la noche, fraternizando de tal manera, que pareciéndoles corto el viaje, se separaban con pena al llegar a su destino.

Todos estos medios de transporte y locomoción eran utilizados, asimismo, en el resto de los "caminos de coches" de Vasconia.