Municipalités

SUBIZA

Urbanismo y construcciones civiles

El casco urbano se arremolina en una soleada ladera, desde donde hay una ventajosa vista del valle, en el punto en el que confluyen los caminos provenientes de Monreal, a través del valle de Elorz, y el que venía desde el sur, franqueando el paso de El Carrascal. El casco urbano tiene dos importantes polos de atracción, con la iglesia en alto y el palacio del lugar en posición más baja, entre los cuales se teje una red de callejuelas estrechas y de tortuoso trazado.

Delante de la iglesia se abre la "Plaza del Molinero de Subiza", con la aclaración de que se trata del título de una zarzuela de L. Eguílaz y C. Oudrid. Se accede por sendos arquillos de medio punto en ladrillo, y tiene un aire agradable y recoleto. Se levanta aquí también la casa abacial, en buena sillería, que disminuye de tamaño en altura. Va abierta por un arco de medio punto con nueve dovelas largas, balcón y dos ventanas rectas en la planta noble, y dos tragaluces en el desván.

El palacio de Subiza figura en el Libro de Armería del Reino de Navarra (L.A.R.N. nº 8), y fue uno solar de uno de los principales linajes del reino, contándose entre los 12 ricoshombres del rey. Sus armas fueron ya ostentadas por Pedro Martínez de Subiza, caballero citado en 1237, y lucen también en una de las claves del refectorio de la catedral de Pamplona. El edificio actual, levantado en el siglo XVIII, puede ponerse en relación con los palacios barrocos baztaneses, detalle en el que ya reparara Julio Caro Baroja. El inmueble presenta una disposición muy sencilla, con un cuerpo de planta cuadrada y cuatro alturas, cuya fachada va flanqueada por dos torreones que alcanzan una altura más, y de planta también cuadrada. Las fachadas laterales van enlucidas, con impostas lisas que separan las alturas, y vanos amplios que rematan en arcos escarzanos. Culmina un tejado a cuatro vertientes con amplio alero. La fachada principal, que engloba también a las torres, va en sillar muy bien escuadrado, y aparejado a hueso. Las torres, algo adelantadas respecto al paño central, llevan ventana en planta baja y balcones en los tres pisos siguientes, rematando con tragaluz a nivel del desván. El cuerpo central se abre por un portalón adintelado que lleva jambas decoradas con cajeamientos, y con dos columnas de orden toscano que sujetan un entablamento a base de metopas decoradas con róeles y triglifos. Por encima se suceden tres balcones corridos, con tres huecos rebajados cada uno. El eje central se destaca con un frontón triangular en el balcón superior, mientras que el primer piso, altura noble del palacio, se resalta con un vistoso escudo barroco, en cuyo campo van cuarteladas las armas que el Libro de Armería da para el palacio de Subiza. Tan sólo podemos añadir que se trata de un hermoso ejemplar de arquitectura nobiliaria, en muy precario estado de conservación en la actualidad, y que es de esperar que una merecida restauración lo recupere antes de que el deterioro sea irremediable.

Enfrente de este vistoso palacio se sitúa un caserón en estado de abandono, con muros enlucidos y tres alturas. Los vanos son rectos, y presenta un vistoso portalón de medio punto, realizado en el siglo XVI, con once dovelas largas y sin moldurar, en cuya clave figura, en letras góticas, el anagrama de Cristo IHS y las iniciales MA, que tal vez sean una alusión a la Virgen María.

Desde un costado del palacio asciende la "calle de San Juan", estrecha y de trazado quebrado, que desemboca en la ya mencionada "Plaza del Molinero de Subiza". Se aprecian en su trayecto algunos restos de construcciones tradicionales muy maltratadas, como un arco de medio punto en cuya clave se lee: AÑO DE 1763. En la "calle de la Iglesia" hay casas de tres alturas, alguna de las cuales presenta fachada de sillería bien aparejada. Otro tanto podemos decir de la "calle de las Eras", donde hay casas muy arregladas, junto a otras de factura reciente. En una plaza situada ya junto al palacio, encontramos un caserón de planta cuadrada y tres alturas, más tejado a cuatro vertientes. Los muros van enlucidos, salvando el zócalo bajo, las esquinas y los enmarques de los vanos. Las ventanas son rectas, mientras que el acceso es un medio punto con las dovelas sin moldurar. De este punto parte una calle con casitas de sabor popular, con tres alturas y fachadas enlucidas, que asciende hacia el cementerio.

Ermitas

En términos de Subiza se encuentran las ermitas de Nuestra Señora de Nieva y de San Cristóbal. Pérez Ollo relata un suceso histórico, acaecido en la francesada. El 11 de febrero de 1811, en una acción de los voluntarios navarros contra los franceses, acaecida en la Venta de Campanas, resultó herido de gravedad Lucas Górriz, tercer comandante de la División de Navarra. Fue retirado a una de las ermitas de Subiza, desconocemos cual, donde murió poco después a resultas de sus heridas. La primera de las ermitas señaladas es hoy capilla cementerial, muy alterada en las restauraciones de 1928 y 1988. Consta de planta rectangular articulada en dos tramos iguales, y cabecera profunda rematada en testero recto. A los pies del templo, una suerte de estancia a modo de pórtico cerrado cobija la entrada propiamente dicha, flanqueada por un banco de piedra y una pila aguabenditera de gran tosquedad, con basa circular, fuste grueso y copa semiesférica, ejecutado todo en un bloque monolítico sin decorar. Los muros van enlucidos, y se perforan por una puerta recta situada en el muro de los pies y una ventana recta en el lado de la Epístola, a la altura de la cabecera. Se cubre con tejado a dos aguas sobre estructura de madera, y va jalonada por dos arcos fajones de medio punto, en ladrillo. Corona, al exterior, con una espadaña de ladrillo. En el presbiterio preside una Virgen de las de vestir, barroca del XVIII.

En cuanto a la ermita de San Cristóbal, se encuentra a la izquierda del camino que conduce a Arlegui. Presenta planta rectangular, muros enlucidos perforados por la puerta y una ventana rectas, orientadas al sur, y tejado a dos aguas sobre viguería de madera. Dentro se conserva un retablo de traza moderna, que incorpora las tallas romanistas de San Bartolomé y San Cristóbal con el Niño, así como una santa de estilo barroco muy tosco, en mal estado de conservación.

Parroquia de San Juan Bautista

Se trata de un templo de empaque considerable, datable en el siglo XVI. La planta consta de una única pero amplia nave, con dos tramos de similar longitud, más un tramo muy desarrollado, que une en un único ámbito crucero y cabecera, que remata en testero recto. Dos capillas laterales, inusualmente desarrolladas, constituyen de facto un transepto marcado en plano, lo cual da una disposición general de cruz latina al conjunto. La sacristía, de planta rectangular irregular, se adosa a la cabecera por el lado de la Epístola. En cuanto al acceso, se practica por el lado de la Epístola, a la altura del segundo tramo, y va cobijado por un pequeño pórtico que va encerrado entre otras dependencias.

Los muros son de sillería bien aparejada y escuadrada, que al exterior están casi totalmente ocultos por otras construcciones, y van enlucidos al interior. Para dar iluminación a la nave se han perforado ventanas por el lado de la Epístola, al objeto de recoger las mejores condiciones de luminosidad externa, en la cabecera y en el brazo del transepto, así como en el muro de los pies. En este mismo ámbito se levanta un coro que ocupa el primer tramo de la nave. Se abre con arco de embocadura escarzano, decorado con bolas y dentellones.

Se cubre esta fábrica con una serie de bóvedas de crucería, propias del XVI, cuyas tracerías mixtilíneas crecen en complejidad al avanzar por la nave, para culminar en el crucero-cabecera, donde hay una preciosista bóveda estrellada y mixtilínea. Los nervios apean en ménsulas cónicas, que transmiten los empujes a los muros de carga, y culminan en claves que llevan labrados bustos masculinos. Los ángulos rematan en una suerte de trompas, en cuyo frente medallones en relieve alternan figuras masculinas y femeninas. Las capillas laterales llevan sendos tramos de crucería simple, mientras que la sacristía recibe un simple cielo raso. El sotocoro, por último, lleva una bóveda de crucería de tracerías estrelladas, cuyas claves van decoradas con rosetas.

Al exterior apreciamos la torre, levantada sobre el primer tramo de la nave, con planta rectangular muy ancha, fuste corto y de carácter macizo, reforzado por estribos y perforado en alto por medios puntos para las campanas. El pórtico se abre mediante una arcada de medio punto, y al interior se cubre con una techumbre de bovedillas con viguería de madera. La puerta propiamente dicha es un arco de medio punto, propio del siglo XVI, con decoración de rosetas, que apea en jambas con cajeamientos. En la clave luce la figura labrada de un ángel que porta una cruz. En uno de los muros adyacentes puede verse, encastrada a baja altura, una antigua estela discoidea, cuya tosca labra, en mal estado de conservación, presenta una cruz y algunos motivos astrales.

Al interior y presidiendo el presbiterio luce un retablo mayor, bajo la advocación de San Juan Bautista, obra realizada en el siglo XVIII en estilo rococó, aunque reutiliza elementos de otro más antiguo y de estilo romanista, obra de Domingo de Lusa. La traza presenta un banco con cuatro pedestales adelantados, un cuerpo de tres calles y un ático rematado con frontón mixtilíneo. Se organiza mediante columnas de orden compuesto, y lleva abundante decoración de rocalla. En cuanto al programa iconográfico, se desarrolla en estilo romanista, encontrando en el banco las escenas relivarias de Cristo Camino del Calvario y la Oración en el Huerto, que utilizan cuidados paisajes como fondo. En el cuerpo, las calles laterales van ocupadas también por relieves, que representan la Predicación de San Juan Bautista y la Degollación del santo, flanqueando dos cajas en las que se disponen una talla del propio San Juan y la Asunción de María. El ático se reserva, como suele ser habitual, para el Calvario. En los extremos del retablo, unas peanas sostienen tallas de menor tamaño dedicadas a San José con el Niño, San Cristóbal, una santa y un santo obispo.

En el lado del Evangelio y dentro del brazo septentrional del transepto, encontramos el retablo del Crucificado, que es una obra de estilo neoclásico, con una traza sin demasiado interés, pero que reaprovecha tallas de Domingo de Lusa, ejecutadas en estilo romanista para el desaparecido retablo mayor. En las cajas laterales del retablo se disponen las escenas en relieve de la Crucifixión y el Descendimiento, con composiciones muy cuidadas en las que los personajes se disponen en grupos nutridos pero muy bien organizados, con movimientos enérgicos y naturales, y ropajes que realzan las actitudes y les dan dinamismo. Entre ambas se alza en Crucificado, muerto, con la cabeza reclinada a un lado con rostro sereno y gran perfección anatómica, como corresponde al avanzado taller pamplonés. En el mismo ámbito encontramos el retablo del Sagrado Corazón de Jesús, muy remozado y de menos interés.

En el lado de la Epístola y también en la capilla del transepto, encontramos el retablo de la Virgen del Rosario, barroco del siglo XVIII, obra de Fermín de Ayanz. La traza es recta, y consta de banco, un cuerpo y ático entre aletones vegetales y con remate avenerado. En el banco figuran dos pedestales, que se adelantan hacia el espectador y flanquean una placa decorativa. En el piso, la hornacina central va flanqueada por dos columnas salomónicas que apoyan en los pedestales citados. La exuberante decoración, con rameado y motivos vegetales, invade todo el retablo. En la hornacina central del cuerpo se encuentra una talla de bulto de la Virgen del Rosario con el Niño, del siglo XVI aunque muy alterada en el XVIII, seguramente al tiempo de la ejecución del retablo. En el ático admiramos las figuras de San Sebastián, San Antonio Abad y San Juan Bautista, todas ellas del XVI. Todavía en el brazo sur del transepto cuelga un lienzo de San Francisco Javier, del siglo XVII, y junto a la puerta de entrada una pila aguabenditera de alabastro, ejecutada también en el siglo XVI.

En el bajo coro encontramos una pila bautismal del siglo XVI, con corto fuste cilíndrico y taza semiesférica sin decoración, y en la sacristía se custodian diversas piezas de platería.

Joseba ASIRON SAEZ (2008)