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HERMANDAD

Hermandad en Vizcaya. Los vizcaínos formaron una Hermandad para la punición de los delincuentes. En 1320 ya se citan los alcaldes de Hermandad cuando Martiartu y los zamudianos quemaron a los hijos de Diego Pérez de Leguizamón por haber matado alevosamente al hijo mayor de aquél. Vizcaya elaboró un cuaderno de leyes penales. Ignoramos, como bien dice Iturriza, la fecha en que se instituyó esta primera Hermandad, pero consta su existencia en 1329 en que María Díaz de Haro, Señora de Vizcaya, ordenó a los alcaldes de la Hermandad que ejecutaran a los banderizos que hallasen culpables. Sin duda, según Iturriza, debió establecerse en el siglo XIII a imitación de la que formó Fernando III en 1245 para perseguir a los golfines que mataban y robaban en los montes y despoblados de las comarcas de Toledo, Talavera y Ciudad Real; y de otra Hermandad formada en 1282 por el Infante D. Sancho, prelados, ricohombres y señores de Castilla, León y Galicia, a consecuencia de los desafueros que cometía Alfonso el Sabio. El Señorío, el 22 de junio de 1342, reunido en Junta General de Guernica, acordó varios capítulos destinados, sobre todo, a castigar a los delincuentes. Con estos capítulos no se alcanzó la paz pública deseada. Y, en 1376, en vista de que pululaba tanto malhechor en el Señorío, los hijosdalgo y labradores pidieron al Infante don Juan que les proveyera de remedio. A tal fin mandó a Juan Hurtado de Mendoza, su prestamero mayor, a los concejos, alcaldes y prebostes de las villas y lugares del Señorío que no consintieran que los referidos malhechores consiguieran viandas a la fuerza ni cometiesen desafueros. Este remedio no fue suficiente, ya que cada vez había más delincuentes. Por ello, el Señorío, a principios de 1394, envió procuradores a Enrique III, al cual le presentaron un pedimento en el que exponían los muchos "maleficios y muchas guisas" que cometían los criminales y que éstos no escarmentaban por más que se intentara. El monarca contestó, en febrero de aquel año, autorizando para que el Señorío organizara una Hermandad "buena et combenible" y redactaran un cuaderno en el que se insertara el capitulado necesario para juzgar a los malhechores.

Bajo el árbol de Guernica se reunieron los vizcaínos y junto con el Corregidor Gonzalo Moro dispusieron y ordenaron la segunda Hermandad. Su cuaderno consta de 55 capítulos, con el objeto de defenderse de los malhechores y de castigarlos con penas capitales en razón de los delitos en que incurrieran. Este cuaderno se confirmó por Enrique III. Sin embargo, el rey antes de aprobarlas comisionó al doctor Gonzalo Moro para que convocando Junta General en Guernica preguntara a los vizcaínos si alguno de los capítulos de la Hermandad contenía contrafuero. Así lo cumplió Gonzalo Moro y reuniendo la Junta, en ella declararon todos los vizcaínos que ninguno de los capítulos de la Hermandad era contrafuero. Paralelamente, por estas mismas fechas, Gonzalo Moro también otorgó unas Ordenanzas de Hermandad a Las Encartaciones. En el mismo año de 1394 Castro Urdiales y otros pueblos se unieron a la Hermandad.

Labayru plantea el siguiente interrogante: ¿Quién pudo abrigar duda de que esta poderosa asociación instituida y aceptada con tanto deseo y buena voluntad sería ineficaz? El mismo Labayru responde que la Hermandad no produjo los resultados esperados y apetecidos. Así, esta institución no pudo sofocar la ferocidad de la época, sobre todo cuando se trataba de intervenir en la pacificación de la lucha de bandos. A los rebeldes banderizos que despreciaban a la Hermandad se les desterraba. De aquéllos destacan, entre otros, Juan de la Guerra y Martín de Leguizamón, bilbaínos, que se enviaron al sitio de Tarifa durante el reinado de Enrique III; Gonzalo Gómez de Butrón, al que el almirante Diego Hurtado de Mendoza llevó a la guerra de Portugal. También se les condenó a servir en la misma guerra a Juan Iñiguez de Retuerto, Iñigo Sánchez, Sancho García Cardo de Muñatones y otros por matar a Ochoa Ortiz de Arteaga. Durante el mismo reinado se obligó a partir para Portugal a Sancho de la Sierra, Martín Pérez de Poveña, Pedro Estantado, Sánchez Viejo y Pedro San Lorenzo, vecinos todos ellos de Las Encartaciones. En 1450, en la guerra de Nápoles, murieron seis de los desterrados por las banderías de Múzquez. En esta misma guerra se confinó, entre otros, a Juan de Villela y Pedro de la Hoya, por los homicidios que causaron en la lucha de bandos.

En 1415 la Hermandad de Vizcaya se opuso a que el Corregidor Gonzalo Moro embarcara trigo para los puertos de Asturias, por considerar este acto como un contrafuero. Los principales caballeros de Vizcaya se unieron al Corregidor y atacaron a la Hermandad. Entre los que acompañaban al Corregidor se encontraba Juan de Avendaño, desterrado en la Corte por los desórdenes cometidos en Munguía. El viernes 15 de noviembre de aquel año la Hermandad fue atacada en Erandio "e morieron -dice Lope García de Salazarallí Martín Ortis de Martierto, e un alcalde de Busturia, e otros que morieron en el alcance, e otros que se afigaron en el pasage de Luchana, que fueron todos fasta sesenta omes". El rey premió a Juan de Avendaño con la guía de Urbina (montazgo). En 1417, a consecuencia de los excesos que cometieron Sancho López de Marquina y Ochoa de Landaburu, fueron degollados, en Bilbao, por el alcalde de la Hermandad Alfonso Fernández de León. Se derribaron varias casas fuertes a causa de que en ellas se refugiaban los acotados y banderizos.

Por todo ello, dice Iturriza, se renovó por tercera vez la Hermandad con varias leyes que otorgó Juan II el 3 de agosto de 1439. Mediante carta real, expedida en Valladolid el 3 de agosto de 1449, se ordenó que para conseguir la paz y sosiego de la república y para apartar a los pueblos de los escándalos, movimientos y levantamientos, así como para la defensa de las villas y lugares se instituyera la Hermandad y que se ayudaran mutuamente los que se hermanaren. Se designó para ello a los mariscales Santiago de Estúñiga y Sancho de Londoño y se mandó al prestamero mayor de Vizcaya y a Iñigo López de Estúñiga, Sancho de Leiba y Lope de Rojas para que prestaran ayuda a los primeros en el cometido de esta labor. Iturriza dice ignorar de cuántas leyes y capítulos constaba esta nueva Hermandad. Esta carta estaba dirigida al Señorío de Vizcaya, a la tierra y merindad de Guipúzcoa, a las hermandades de la dicha tierra y de las ciudades de Vitoria y Orduña, con toda la tierra de Álava, y de las villas de Valmaseda y tierra de Mena (entrando en ésta la tierra de Frías, las villas de Pancorbo, Miranda de Ebro, Santo Domingo de la Calzada y la merindad de La Rioja).

Como en 1479, manifiesta Labayru, caducaba la Hermandad que regía en Vizcaya para la persecución de los malhechores y mantenimiento de la paz pública, se arregló la constitución de nueva Hermandad autorizada por el Rey Católico. A tal fin se comisionó al Corregidor de Bilbao, Rui González de la Puebla, para ampliar el término de la Hermandad. El 23 de junio, desde Trujillo, ordenaron los RR.CC. al Corregidor mocionado que recogiera las varas de autoridad a todos los que ejercieran cargos públicos de justicia en ciudad y villas, y al Señorío que se juntara con aquél para disponer lo conveniente respecto de este punto de la Hermandad. En la misma fecha expidió otra carta la reina Isabel dirigida a los concejos, justicias, fieles, regidores, prestameros, merinos, prebostes, hidalgos y procuradores y hombres buenos de la tierra llana, ciudad y villas. En ella se autorizaba al Señorío para que prorrogara la Hermandad y para que juntándose con el Corregidor formularán la nueva Hermandad que habla de regir.