Ingénieurs

Goicoechea Omar, Alejandro

Ingeniero militar vizcaííno. Elorrio, 23 de marzo de 1895 - Madrid, 30 de enero de 1984.

A pesar de que el País Vasco fue testigo de la concepción de un buen número de ingenios y artilugios en el siglo XX, pocos dejaron una huella comparable como aquel que popularmente se conoce con el nombre de "Talgo" o "tren oruga", y que realmente alude a una idea revolucionaria aunque factible: el tren articulado y ligero, además de seguro y veloz, desarrollado por Alejandro Goicoechea en la década de 1940. La prensa franquista, muy dada a exagerar, calificó, en 1950, la inauguración del Talgo como 'el más alto exponente de la tecnología española'.

Hijo de farmacéutico, ingresó en la Escuela de Ingenieros del Ejército, tras haber estudiado en el Colegio de los Jesuitas de Orduña. De su estancia en Guadalajara le quedaron los grados de teniente e ingeniero de Armamento y Construcción, siendo el número uno de su promoción (1918). Prefirió, sin embargo, el mundo de los trenes, y en 1920 colgó el uniforme de capitán, tras haber servido, durante dos años, en el regimiento de Ferrocarriles de Madrid. Ese mismo año ingresó en la Compañía de Ferrocarriles de La Robla, la empresa en la que trabajó durante veinte años, y donde desarrolló sus primeras ideas inventivas.

La primera situación polémica en la que se vio implicado fue cambiar de bando militar a comienzos de la guerra civil. Aunque las autoridades del Gobierno Vasco tenían dudas sobre su afinidad ideológica, le encomendaron la dirección de la defensa de Bilbao. Más tarde, se pasó al bando franquista, llevándose consigo los planos del famoso cinturón de hierro de Bilbao, además de datos sobre municiones e industria armera vasca, lo cual facilitó, sin duda, la conquista de los insurgentes. En aquellos años colaboró con las tropas de Franco, pero también pudo profundizar en lo que terminaría siendo la obsesión de su vida: el aligeramiento del peso de los trenes. En 1938, asistió al Congreso de ciencias de Santander, en donde dio a conocer algunas de sus ideas.

Tras terminar la guerra, en 1942, Goicoechea pidió al empresario vasco José Luis de Oriol y Urigüen (1877-1972) que le financiase el proyecto que tenía en mente desde los años veinte, relativo a la construcción de un tren ligero. Oriol sopesó el asunto: consultó a expertos ferroviarios extranjeros, quienes se mostraron reacios; pese a todo, aceptó el reto.

El 28 de octubre de 1942, constituyeron "Patentes TALGO" -acrónimo de Tren Articulado Ligero Goicoechea Oriol-, creando la primera empresa española que desarrollaría tecnología propia en la fabricación de tren remolcado. En un país en que las condiciones económicas eran desfavorables, en el que muchas infraestructuras y medios de transporte estaban destruidos, habiendo sido el ferrocarril uno de los más perjudicados, y, quizá lo peor, habiendo existido en España muy poca innovación ferroviaria, la decisión de Goicoechea es, al igual que la de Oriol, audaz.

El tren TALGO se basaba en la idea básica de la reducción de peso, la idea de que el aligeramiento del vehículo es compatible con la seguridad contra el descarrilamiento y la comodidad; de que es posible tal resultado empleando material ligero (como el aluminio), descendiendo el centro de gravedad y adaptando la rodadura a las inflexiones de la vía. Para esto último, Goicoechea ideó un sistema de articulación singular, formado por triángulos isósceles que servían de soporte a ruedas independientes, pudiendo girar cada una independientemente de la otra.

Se puede decir que hubo otros precursores, es cierto, pero TALGO inició la nueva época del transporte ferroviario clásico (de gran velocidad, de tara reducida). Si se observan otros proyectos --como los trenes japoneses Tokaido y Sanyo (1964), los turbotrenes norteamericanos (1962), el E.T.G. francés (1967) y el A.P.T. británico (1964)-, se verá que basan sus avances en materiales ligeros y en la propulsión. El guiado de ejes y el logro de ruedas independientes, unido a la aplicación de técnicas aeronáuticas para la estructura, hacían del TALGO un tren singular.

Durante la década siguiente a la constitución de la, todavía experimental, Patentes TALGO, Goicoechea ensayó sus ideas revolucionarias, primero con el Talgo I (llamado popularmente "tren oruga") y a partir de 1945 con el Talgo II, el primer modelo comercial en el que introdujo importantes novedades de confort en relación con los trenes convencionales europeos, como el asiento reclinable, el aire acondicionado o cafeterías tipo avión.

El Talgo II hubo de ser construido en los EEUU (por la American Car & Foundry), ya que la guerra no permitía que se fabricase en Europa. En marzo de 1950, Franco procedió a su inauguración en la línea Madrid-Valladolid, que fue bautizada en la prensa como 'el más alto exponente de la tecnología española', uno de los acontecimientos más sonados de la época. Da idea del éxito que cosechó el tren el que el mismo día de su inauguración se batió el record de velocidad media en España; en 1962 nuevos Talgos enlazaron capitales de España y Europa. Entre sus otros logros se encuentran: el sistema de rodadura desplazable (1967), que permite acoplar los distintos anchos de vía español y francés; el proyecto de enlace España-Marruecos, a través del Estrecho de Gibraltar; el tren de reacción Jet-C; y varios trenes ultraligeros.

En unas manifestaciones pronunciadas en 1984, con motivo del fallecimiento de Goicoechea, Lucas Oriol, uno de los sucesores de la compañía, expresó con un ánimo de agradecimiento la aportación, no siempre reconocida, de sus ideas innovadoras. Así, afirmó:

"Su sistema revolucionario se basaba en tres condiciones: bajo peso, bajo centro de gravedad y sistema de guiado sobre la vía. De estas tres condiciones, la que ha sufrido más modificaciones, hasta llegar al Talgo Pendular que hemos desarrollado y ha entrado en servicio en 1980, ha sido el sistema de guiado." (M.R.E., 1984).

Hasta el último de sus días continuó Alejandro buscando soluciones al enlace del estrecho de Gibraltar, y desarrollando un tren vertebrado con el que pudiese resolver el problema del tráfico urbano. No era éste, sin embargo, el único ferrocarril especial de nueva concepción; otros sistemas (el Alweg alemán, el Aérotrain francés, el Hovertrain británico, etc.) presentaban características similares: no tenían movimientos pendulares y el centro de gravedad coincidía con el plano de sustentación. Pero el suyo tenía visos de ser comerciable. De hecho, formó una compañía propia, realizando, en 1970, ensayos positivos en Santa Cruz de Campezo. Hoy, el Tren de Alta Velocidad parece haber demostrado que su aguda intuición no anduvo descaminada.



Hijo de farmacéutico, ingresó en la Escuela de Ingenieros del Ejército, tras haber estudiado en el Colegio de los Jesuitas de Orduña. De su estancia en Guadalajara le quedaron los grados de teniente e ingeniero de Armamento y Construcción, siendo el número uno de su promoción (1918). Prefirió, sin embargo, el mundo de los trenes, y en 1920 colgó el uniforme de capitán, tras haber servido, durante dos años, en el regimiento de Ferrocarriles de Madrid. Ese mismo año ingresó en la Compañía de Ferrocarriles de La Robla, la empresa en la que trabajó durante veinte años, y donde desarrolló sus primeras ideas inventivas.

La primera situación polémica en la que se vio implicado fue cambiar de bando militar a comienzos de la guerra civil. Aunque las autoridades del Gobierno Vasco tenían dudas sobre su afinidad ideológica, le encomendaron la dirección de la defensa de Bilbao. Más tarde, se pasó al bando franquista, llevándose consigo los planos del famoso cinturón de hierro de Bilbao, además de datos sobre municiones e industria armera vasca, lo cual facilitó, sin duda, la conquista de los insurgentes. En aquellos años colaboró con las tropas de Franco, pero también pudo profundizar en lo que terminaría siendo la obsesión de su vida: el aligeramiento del peso de los trenes. En 1938, asistió al Congreso de ciencias de Santander, en donde dio a conocer algunas de sus ideas.

Tras terminar la guerra, en 1942, Goicoechea pidió al empresario vasco José Luis de Oriol y Urigüen (1877-1972) que le financiase el proyecto que tenía en mente desde los años veinte, relativo a la construcción de un tren ligero. Oriol sopesó el asunto: consultó a expertos ferroviarios extranjeros, quienes se mostraron reacios; pese a todo, aceptó el reto.

El 28 de octubre de 1942, constituyeron "Patentes TALGO" -acrónimo de Tren Articulado Ligero Goicoechea Oriol-, creando la primera empresa española que desarrollaría tecnología propia en la fabricación de tren remolcado. En un país en que las condiciones económicas eran desfavorables, en el que muchas infraestructuras y medios de transporte estaban destruidos, habiendo sido el ferrocarril uno de los más perjudicados, y, quizá lo peor, habiendo existido en España muy poca innovación ferroviaria, la decisión de Goicoechea es, al igual que la de Oriol, audaz.

El tren TALGO se basaba en la idea básica de la reducción de peso, la idea de que el aligeramiento del vehículo es compatible con la seguridad contra el descarrilamiento y la comodidad; de que es posible tal resultado empleando material ligero (como el aluminio), descendiendo el centro de gravedad y adaptando la rodadura a las inflexiones de la vía. Para esto último, Goicoechea ideó un sistema de articulación singular, formado por triángulos isósceles que servían de soporte a ruedas independientes, pudiendo girar cada una independientemente de la otra.

Se puede decir que hubo otros precursores, es cierto, pero TALGO inició la nueva época del transporte ferroviario clásico (de gran velocidad, de tara reducida). Si se observan otros proyectos --como los trenes japoneses Tokaido y Sanyo (1964), los turbotrenes norteamericanos (1962), el E.T.G. francés (1967) y el A.P.T. británico (1964)-, se verá que basan sus avances en materiales ligeros y en la propulsión. El guiado de ejes y el logro de ruedas independientes, unido a la aplicación de técnicas aeronáuticas para la estructura, hacían del TALGO un tren singular.

Durante la década siguiente a la constitución de la, todavía experimental, Patentes TALGO, Goicoechea ensayó sus ideas revolucionarias, primero con el Talgo I (llamado popularmente "tren oruga") y a partir de 1945 con el Talgo II, el primer modelo comercial en el que introdujo importantes novedades de confort en relación con los trenes convencionales europeos, como el asiento reclinable, el aire acondicionado o cafeterías tipo avión.

El Talgo II hubo de ser construido en los EEUU (por la American Car & Foundry), ya que la guerra no permitía que se fabricase en Europa. En marzo de 1950, Franco procedió a su inauguración en la línea Madrid-Valladolid, que fue bautizada en la prensa como 'el más alto exponente de la tecnología española', uno de los acontecimientos más sonados de la época. Da idea del éxito que cosechó el tren el que el mismo día de su inauguración se batió el record de velocidad media en España; en 1962 nuevos Talgos enlazaron capitales de España y Europa. Entre sus otros logros se encuentran: el sistema de rodadura desplazable (1967), que permite acoplar los distintos anchos de vía español y francés; el proyecto de enlace España-Marruecos, a través del Estrecho de Gibraltar; el tren de reacción Jet-C; y varios trenes ultraligeros.

En unas manifestaciones pronunciadas en 1984, con motivo del fallecimiento de Goicoechea, Lucas Oriol, uno de los sucesores de la compañía, expresó con un ánimo de agradecimiento la aportación, no siempre reconocida, de sus ideas innovadoras. Así, afirmó:

"Su sistema revolucionario se basaba en tres condiciones: bajo peso, bajo centro de gravedad y sistema de guiado sobre la vía. De estas tres condiciones, la que ha sufrido más modificaciones, hasta llegar al Talgo Pendular que hemos desarrollado y ha entrado en servicio en 1980, ha sido el sistema de guiado." (M.R.E., 1984).

Hasta el último de sus días continuó Alejandro buscando soluciones al enlace del estrecho de Gibraltar, y desarrollando un tren vertebrado con el que pudiese resolver el problema del tráfico urbano. No era éste, sin embargo, el único ferrocarril especial de nueva concepción; otros sistemas (el Alweg alemán, el Aérotrain francés, el Hovertrain británico, etc.) presentaban características similares: no tenían movimientos pendulares y el centro de gravedad coincidía con el plano de sustentación. Pero el suyo tenía visos de ser comerciable. De hecho, formó una compañía propia, realizando, en 1970, ensayos positivos en Santa Cruz de Campezo. Hoy, el Tren de Alta Velocidad parece haber demostrado que su aguda intuición no anduvo descaminada.