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EUSKARA (PUNTOS DE VISTA PARA EL ESTUDIO DEL EUSKARA)

Area euskérica y bilingüismo. Era enero de 1669, casi 1700, cuando el fraile capuchino Fr. Filippo de Fiorenza llegaba a Tafalla. Se encontró con un hecho inesperado. La gente hablaba una lengua que él no entendía. Su sorpresa quedó consignada en la relación del viaje que hizo su compañero Bernardino d'Arezzo, escrita el día 24 de agosto de 1704. Dice el fraile:

"Da Tafalla in qua comincia el linguaggio Biscaglino. che e difficile d'entendirse per asser diverso dallo Spagnolo."

Se encontraba ante un área lingüística nueva. Dejaba la de habla castellana, que entendía bien, y entraba en otra ininteligible. Otros viajeros, como Navaggiero en el s. XVI, nos cuentan que en Vitoria hablaban el castellano y entendían el vasco, pero los pueblos de la llanada hablaban sólo vascuence. El área, como se ve, no era homogénea, había claros y porciones interiores de habla bilingüe o seudobilingüe. Sabemos que en Estella (Navarra) un tercio de la ciudad hablaba romance y el resto, euskara. Ahora ya aparece un foco exclusivamente romance o monolingüe. Así es que, delimitada el área vasca, su interior ofrece focos y situaciones idiomáticas especiales. Aparte también de esa coexistencia con otros sistemas de comunicación o lenguas, la clave común ofrece diferencias. En ciertas zonas se oyen las mismas fonaciones ligeramente diferenciadas o bien con novedades. Si consideramos al habla como una cadena de palabras, algunos eslabones solamente se hacen presentes en ciertos lugares. Nos encontramos con el hecho dialectal, que consiste en una trama de lo común con lo menos común y aun con lo particular. Existe una especie de configuración espacial e incluso de densidad euskérica diversa. En este caso perturbador, el área euskérica aparece invadida por otra habla que se establece primeramente en núcleos apretados y que luego se extiende, apagándola. El hablante extraño no se asimila porque le ampara un poder político que le favorece. En esta situación anómala se encuentra el área euskaldun, amenazada de extinción lenta y progresiva. El retroceso lingüístico deja tras de si un reguero de topónimos que etiquetan todo accidente geográfico testimoniando el suceso. La toponimia nos da a conocer el área históricamente euskaldun. Es el signo de propiedad marcado en la tierra misma. Si eso ocurría en el s. XVI y en el XVII, algo parecido, pero agravado, viene ocurriendo después y ocurre ahora. El manchón euskérico que pudiera ofrecer un mapa de la lengua, no indicaría sino el área espacial de dominio euskaldun, pero compartido con el castellano y el francés. Estos hechos plantean problemas de localización geográfica, tanto en extensión como en densidad de vasco-hablantes y erdaldunes. En 1800 todavía se hablaba el euskara en Tafalla incluidos los niños. En 1936 el área euskaldun, compartida con el castellano y el francés, se reduce a una zona, cuyo eje es el Pirineo, que va, desde Zuberoa-Erronkari hasta Bilbao, y desde el Adur hasta el Norte de Pamplona. Una faja de transición separaba a la zona más euskaldun de la ya erderizada. Los dos pueblos más orientales, Santa Engracia (lindante con Bearne, en Zuberoa) e Izaba (Navarra, lindante con Aragón), no estaban en la misma situación de euskaldunidad. En el primero la población era netamente euskaldun y en el segundo ya la juventud no hablaba euskara, quedando su uso relegado a la gente mayor de cuarenta años. Recorramos esos linderos: De Oriente a Occidente, desde Izaba a Bilbao, los lugares y pueblos donde se habla o queda algún elemento euskaldun son: Izaba, Igal, Güesa, Azparren, Artozki, Gurpegi, Galduroz, Zuriain, Osakain, Nabaz, Markalain, Aristregi, Urrizola, Lizarraga, Ziordia, Zegama, Gatzaga (Salinas de Léniz), Villarreal, Aramayona, Llodio, Okendo, Zollo, Basauri, Bilbao, Deusto, Lejona. Por el Norte, la demarcatoria, es más o menos ésta: Bidart, Arbona, Basusarri, Hiriburu (St. Pierre de Irube), Lehonza, Urketa (Urcuit), Urt, Bardotze (Bardos), Bidaxune, Labastida, Sarrikota (Charrite), Ilharre, Arboti (Arbouet), Dominsaine (Domezain) Etxarri, Arue (Aroue), Urrustoi (Arrast), Ospitale, Eskiula, Hauze (Haux), Santa Grazia (Sainte Engrace). Los pueblos suletinos separan a su dialecto vasco del gascón; la línea meridional del castellano, la frontera política franco-española, separa las influencias oficiales de ambos idiomas, y la línea norteña del Adur, del gascón. Pero, a su vez, castellano y euskara, invaden sus zonas de influencia. En el extremo oriental, Izaba, establece contacto con el gascón y el aragonés, y Santa Engracia, solamente con el bearnés gascón. La orografía va colocando, unidos por las cabeceras, valle del Norte y valle del Sur, de modo que la deseuskerización se realiza desde oriente, pareja por pareja de valles. Suletino y roncalés, dialectos vascos íntimamente emparentados, se pierden simultáneamente, y así debió haber ocurrido con los valles aragoneses y bearneses. De ahí la lentitud porque el contacto era lateral, meridional y nórdico, simultáneamente pero no occidental. Los focos erdaldunes del interior, son hoy francés y castellano, respectivamente. Se originan principalmente en la escuela y en la inmigración. Los núcleos de gallegos, aragoneses, cacereños, etc., hoy ya son importantes. A pesar de la inmigración de habla castellana en Bilbao, San Sebastián, Vitoria, Pamplona, Irún, Mondragón, Baracaldo, etc., los principales bastiones castellanos del país son originados por vascos castellanizados. Junto al mapa de los contornos exteriores, seria útil la especificación de los focos a que nos referimos para un cabal conocimiento de la situación exacta del cuerpo de la lengua vasca. La masa euskérica se ha clarificado de tal modo en ciertos puntos y se ha visto penetrada de irradiaciones de tal alcance en otros, que ha llegado el momento de que peligre seriamente su existencia. Esta intrusión de las lenguas "oficiales", francés y español, ocasiona bilingüismo pero no siempre del mismo tipo. El caudal numérico de vasco-hablantes no se altera por el hecho bilingüe y hasta se da el caso de que el euskara ofrezca históricamente una mayor resistencia en las Zonas donde ha convivido y convive con el castellano. En cambio, zonas cerradamente euskaldunes, han pasado rápidamente a convertirse en zonas cerradamente castellanas. Nos vemos abocados a los problemas de densidad lingüística. La cuantía absoluta de la masa euskaldun nos la daría una estadística de los individuos de habla vasca distribuidos además por sexos y edades. Ciertos cálculos, ya muy anticuados, señalaban estas cifras a finales de siglo: 531.000 euskaldunes, de los que 39.000 vivirían en Navarra, Alava y Vizcaya; 140.000 en Laburdi, Baja Navarra y Zuberoa. Ladislao de Velasco repartía en su tiempo a los euskaldunes, 170.000 en Guipúzcoa, 140.000 en Vizcaya, 60.000 en Navarra y 12.000 en Alava. Campión cree errónea esta estadística por lo menos para Navarra, donde, en ese momento, según sus cálculos, había 85.000 euskaldunes. (Gram. Basco, p. 29.) Paralelamente al problema de la densidad absoluta se nos ofrece el de establecerla en relación al número total de habitantes y a las formas de población. La velocidad de desaparición de la lengua tampoco es pareja para todo el país. En las regiones de Laburdi y Baja Navarra se ha mantenido más estacionada, en tanto que en Navarra ofrece el máximo de rapidez, siguiéndole Zuberoa, Guipúzcoa y Vizcaya. Parece que esas diferencias no se deben solamente a la geografía, sino muy principalmente a motivos políticos. La masa de una lengua constituye una pequeña constelación de vasco-hablantes. Cada individuo que la habla es un punto de la misma. Cada individuo que la olvida es como una estrella que se apaga y pasa a brillar en otro firmamento distinto. Cada euskaldun que tiene hijos erdeldunes es el origen de un foco de erdara. Cada euskaldun que no los tiene, es elemento muerto. Esto es vital para la lengua. Es un hecho comprobado que gran número de padres de habla vasca crían hijos de exclusiva habla castellana. El caso contrario es menos frecuente. Esta natalidad erdeldún o falta de natalidad euskaldun es pérdida de masa y de vitalidad. El primero y más cercano impacto lo reciben los padres mismos que para entenderse con sus hijos han de hablar exclusivamente en castellano. La pérdida de hábito en el vasco y la nueva agilidad creciente en el castellano lleva consigo el que enmudezca aquél. A los nuevos núcleos de niños erdeldunes se suma el de los inmigrantes individuales o en forma de familias: funcionarios, trabajadores, artistas, veraneantes, turistas, soldados, gendarmes. Podemos decir que la distribución del euskara está directamente vinculada hasta con los más leves movimientos migratorios internos, modos de vida y forma de crecimiento de la población. No todos son, sin embargo, factores contrarios. Por ejemplo, en la costa, hasta hace poco (en 1936) el joven que salía de la escuela castellana o simplemente que hacía la vida en la calle donde era más fácil oír y hablar castellano, es arrancado un día de ese medio para incorporársele a los trabajos de la pesca marítima. Su ambiente cambiaba radicalmente. Era entonces, en el mar, donde el euskara de ese joven recuperaba su vitalidad mientras que sus hermanos hacían la vida en los pueblos y en la calle. Este detalle es uno de tantos que, en pro o en contra, intervienen en la vida del idioma. En los modos de vida donde los padres trabajaban todo el día en el campo, por ejemplo, era frecuente que los niños se relacionaran más con los abuelos y viejos, cuyo euskara era más lozano y potente. En cambio en los pueblos y ciudades los niños se relacionaban casi más con la gente de fuera, calle, escuela, iglesia, cine, que con sus familiares. Y como el grado de vitalidad no era el mismo en todos los puntos de la masa euskaldun, por circunstancias especiales puede ocurrir que un niño erdeldún, por ejemplo, el hijo de un guardia castellano o de un gendarme francés, llegue a hablar corrientemente el euskara al introducirse en un pueblo donde el idioma domina y se impone. Inversamente, habla lugares donde muy pocas personas bastaban para desterrar la lengua: un maestro, un sacerdote, una familia de carabineros o una fábrica cualquiera. Había en 1936 ciudades o pueblos, como Eibar, por ejemplo, que se nutrían de gente joven de los caseríos cercanos que eran euskaldunes, contribuyendo a densificar el ambiente vasco. Pero las grandes ciudades, como San Sebastián y Bilbao, por ejemplo, recibían permanentemente población nueva llegada de las más diversas y dispares procedencias. Algunos valles, como los de Salazar y Erronkari, en Navarra, se dedicaban al pastoreo en gran escala. Se daba el caso que los hombres debían emigrar todos los inviernos a las tierras llanas de habla castellana para poder alimentar a sus ganados mientras el Pirineo permanecía nevado. Era conocidísima la trashumancia de pastores y rebaños a las Landas gasconas y a las llanuras navarro-aragonesas. Aquí los hombres emigraban temporalmente a zonas de exclusiva habla castellana o gascona, mientras que las mujeres permanecían en el ambiente nativo. El resultado era que las mujeres conservaran y usaran el euskara mejor y más que los hombres, a la inversa de la costa, donde los hombres vivían en el mar, aislándose del medio erdeldún. El resultado era que las mujeres perdían primero el euskara. Poco nos faltaría por decir, en líneas generales, sobre la distribución, euskérica si no hubiéramos hecho mención, repetidas veces, a las líneas de retroceso del euskara. Entre una y otra, entre un momento histórico y otro, el proceso de retroceso ofrece una disposición dada: un núcleo central, irreductible, una zona de desaparición y otra donde desapareció ya dejando solamente vestigios toponímicos. El área en 1936 no era tan absoluta como lo indicaban los trazos de las fronteras lingüísticas. La mayoría de sus pueblos eran bilingües o con escasa densidad euskérica. Se podía hablar de pueblos de habla densa, de franca decadencia y olvido y de otros como Uztárroz, Isaba, etc., donde apenas existe ya alguien que sepa el euskara. Esta zona de transición es desigual en su ancho, en su densidad e intensidad. Se cuenta de un matrimonio de Urzainki, radicado en un pueblo aragonés, cuyos hijos hablaban en euskara y que, la primera vez que visitaron el pueblo, después de más de cuarenta años, apenas había alguien que lo supiera en la localidad. Tal ha sido de rápida la desaparición en algunas aldeas. Gayarre, era euskaldun y hoy nadie sabe euskara en su villa nativa. La demarcación de 1778 en pueblos vascongados y romanzados en Navarra es una línea de separación de los cerradamente vascos y de los bilingües. A este respecto se nos dice en los documentos de un pleito que "los pueblos reputados por romanzados, contándose y tomándose para abajo, hacia la Ribera, por los partidos de Puente la Reina, valles Ilzarbe, Valdorba y de Sangüesa, que en los más de ellos ha sido y es corriente y aún generalmente lengua vulgar la vascongada..." (fol. 56). Esta zona bilingüe debió ser muy extensa desde antiguo. En 1806, Amillano (Valle de Allín), era todavía euskaldun cerrado. Galdeano, en 1703, era euskaldun, como en 1863 era Puente la Reina. En 1730, un maestro hacía perder el euskara en Gallipienzo.