Nekazaritza eta abeltzaintzakoak

Trujal de La Marquesa

La maquinaria del trujal "La Marquesa" se ha conservado en buenas condiciones. En la primera sala se disponen los "trojes" o depósitos donde se almacenaban los frutos recién recogidos. Buena parte de la calidad del producto final dependía de la rapidez con que se acometían las dos siguientes fases del proceso de obtención del aceite de oliva, esto es, la molturación y el prensado. La primera de ellas se practicaba mediante un molino de sangre dotado con un único rulo accionado por un burro o macho. A continuación se procedía al prensado por medio de una gran prensa de viga que se instaló en el interior del edificio a la par que levantaba éste. Se trata de un magnífico ejemplar de casi 16 metros de largo, realizada en madera de pino. Se cree que hubo otra anterior ya desaparecida. Uno de los extremos queda encajado en el muro de la torre, en un punto entre dos pilares conocido como capilla. Para el husillo o tornillo helicoidal se emplea una madera resistente como es la de encina. Unido a éste se coloca una gran piedra conocida como quintal o libra que actúa como contrapeso del sistema. La de Cabanillas se calcula que ronda los 2.000-3.500 kilogramos. La presión y descompresión se regulaba mediante la colocación en el punto medio de la viga de unas traviesas de madera llamadas lavijas.

Bajo el extremo opuesto de la viga se disponía una cuba llena de la pasta de aceituna obtenido en el molino de sangre. Esta cuba o comporta se coronaba con un disco (el marrano) sobre el que incidía la prensa. Se ha podido documentar que, a diferencia de la mayoría de los trujales, en el de Cabanillas no se colocaba la típica pila de capachos rellenos de oliva molida. El líquido fluía por unos canalillos hacia dos depósitos cuadrados. Los resultados mejoraban con sucesivas prensadas y vertidos de agua hirviendo sobre la masa de aceitunas. En los pasos siguientes se dejaba reposar el néctar obtenido para decantarlo y separarlo de impurezas las veces que fuera necesario. Al final quedaba un líquido, aceite refinado, que se almacenaba en grandes tinajas de cerámica, ya listo para su venta y consumo.

A lo largo de este proceso se generaban una serie de residuos contaminantes denominados alpechines que se acumulaban en unos depósitos subterráneos (infiernillos) de un anexo al trujal.

De acuerdo con el sistema empleado de viga y quintal (o de viga y libra) en el trujal de "La Marquesa" de Cabanillas, así como la tipología del edificio permiten a los especialistas que su construcción se remontaría al siglo XVIII o quizá al XVII. No obstante, por otro tipo de informaciones consta que su período de mayor actividad se desarrolló a caballo entre el finales del siglo XIX y la siguiente centuria. A partir de los años 30 del siglo XX surgieron métodos más modernos y eficaces que, por ejemplo, empleaban la electricidad. Entonces quedaron relegados sistemas tradicionales tales como los molinos de sangre y las grandes prensas de madera. Por si fuera poco, las iniciativas cooperativistas de mediados del siglo XX se impusieron sobre las pequeñas explotaciones particulares. A este momento correspondería el abandono definitivo de las instalaciones cabanilleras de "La Marquesa".