Pintor vizcaíno contemporáneo, nacido en Bilbao en 1935. Autodidacta, participa en 1957 por primera vez en una muestra, presentándose a la Exposición Nacional de Madrid. El mismo año, consigue el segundo premio en el III Curso de Orientación Artística celebrado en la capital española. En la I Gran Semana Cultural de Bilbao (1959) obtiene el segundo premio interprovincial de Dibujo. En 1961 presenta su primera exposición individual de acuarelas en la sala «Arthogar». Entre 1961 y 1962 estudia en París Arte Moderno; participa en varias exposiciones y colabora con ilustraciones en revistas de Artes y Letras. Desde 1961 realiza originales para «Editions Nicole de France». Expone de nuevo sus acuarelas en «Arthogar» en 1963 y 1965; en la galería «Mikeldi» en 1967 y 1969, presentándose este último año en la galería «Toisón» de Madrid. Es seleccionado en 1969 para la I Bienal de Arte de Seguros Bilbao. En 1971 vuelve a exponer en «Mikeldi»; en 1972, en Valladolid y Oporto. Entre su extensa obra, destacan La Modelo, En la ruta de D. Quijote, Pescadora, Orio, Bilbao, Bermeo y Figura.
Juicios críticos:
El «Diaro Montañés» lo veía así (1972): «No hace falta arañar demasiado bajo la piel pictórica de los cuadros de Alfau para encontrar el substrato cultural nativo. La sobriedad cromática, el vigor expresivo, la solidez constructiva de la imagen son huellas perceptibles de lo vasco. Pero quizás haya sido Arteta el que mejor dejara establecida la peculiaridad creativa del realismo plástico en su pueblo. Y del magisterio y de la actitud ética-estética de Arteta parece provenir el arte de Alfau. Las raíces culturales nativas están tanto en la concepción plástica como en la solidaria identificación con lo más entrañable y dolorosamente «suyo». Por la reiteración de los temas podemos hablar de crónica de un brumoso paisaje portuario, de duro relato sociológico de un urbanismo suburbial, de borrosa descripción de siluetas humanas apenas perceptibles en su marginación existencial. Hay también otros temas menos repetidos, como un expresivo retrato de niño, un paisaje parisino y un paisaje agreste, este último quizá la obra más audaz y lograda del autor».
Josep Elías (Bilbo, 1974): «su manejo reflexivo del color, su composición de bloques y figuras, dúctiles y a la vez contenidos con dureza, me descubre una imaginación encerrada por condiciones muy insustituibles de existencia, es decir, por su orígenes. Y es que Ortiz Alfau trabaja en función de ambientes concretos, y lo positivo de ese trabajo, su fuerza, consiste en reflejarnos cómo un individuo es el resultado de un país, cómo ese país posee una existencia propia y vigente a través de la obra de sus individuos».
Bernardo ANAUT
Juicios críticos:
El «Diaro Montañés» lo veía así (1972): «No hace falta arañar demasiado bajo la piel pictórica de los cuadros de Alfau para encontrar el substrato cultural nativo. La sobriedad cromática, el vigor expresivo, la solidez constructiva de la imagen son huellas perceptibles de lo vasco. Pero quizás haya sido Arteta el que mejor dejara establecida la peculiaridad creativa del realismo plástico en su pueblo. Y del magisterio y de la actitud ética-estética de Arteta parece provenir el arte de Alfau. Las raíces culturales nativas están tanto en la concepción plástica como en la solidaria identificación con lo más entrañable y dolorosamente «suyo». Por la reiteración de los temas podemos hablar de crónica de un brumoso paisaje portuario, de duro relato sociológico de un urbanismo suburbial, de borrosa descripción de siluetas humanas apenas perceptibles en su marginación existencial. Hay también otros temas menos repetidos, como un expresivo retrato de niño, un paisaje parisino y un paisaje agreste, este último quizá la obra más audaz y lograda del autor».
Josep Elías (Bilbo, 1974): «su manejo reflexivo del color, su composición de bloques y figuras, dúctiles y a la vez contenidos con dureza, me descubre una imaginación encerrada por condiciones muy insustituibles de existencia, es decir, por su orígenes. Y es que Ortiz Alfau trabaja en función de ambientes concretos, y lo positivo de ese trabajo, su fuerza, consiste en reflejarnos cómo un individuo es el resultado de un país, cómo ese país posee una existencia propia y vigente a través de la obra de sus individuos».
Bernardo ANAUT