Lexikoa

MOBILIARIO

Armarios. Los armarios más antiguos que de nuestra región se conocen, no parecen ser de época anterior al siglo XVI. Se hicieron en dos tipos diferentes, aunque con grandes analogías entre sí. Unos tenían unos montantes muy anchos, que a veces alcanzaban hasta los 25 cms., y entre ellos fue lo más frecuente que hubiese una puerta, aunque algunas veces fueron dos, siendo su único motivo de decoración unos haces de dos o tres ranuras paralelas muy juntas, que iban de alto en bajo. Esas puertas solían estar hechas en general de una sola pieza, pero cuando se hallaban construidas con dos trozos, éstos no estaban ensamblados siquiera, permaneciendo unidos merced a dos gruesos travesaños clavados en el interior de la puerta, quedando vistas al exterior las cabezas de los clavos, que solían ser siempre planas y redondas, es decir del tipo conocido con el nombre de "gota de sebo". Las bisagras eran siempre gruesas, anchas y de una silueta muy sencilla, consistiendo en dos planchas o palas que se engranaban entre sí por anillos terminales que quedaban unidos por un eje común. Una de esas palas, la más corta, iba clavada al ancho montante y la otra, la más larga, quedaba clavada a la puerta. El otro tipo de armario de esa misma época, que bien pudiera ser ligeramente más moderno o probablemente coetáneo pero construido en talleres más cercanos a las grandes villas, solía hacerse con los montantes mucho más estrechos, de sólo unos 5 cms. como máximo, pues no eran en realidad sino el propio costado del mueble usado como tal montante. En ellos las bisagras fueron más largas y corrían por una buena parte del costado, solución muy elegante y que daba a las puertas una gran firmeza. Este tipo de bisagras, que fue también común a todo España en la misma época, tenía su parte más larga clavada en la puerta, estando la otra parte forjada en forma de "L", con su trozo más corto unido al montante del armario y el brazo más largo clavado al costado del mismo. Las puertas de estos armarios eran como las del modelo antes descrito, o sea lisas y en general hechas de un solo trozo de madera, llevando con frecuencia el adorno de los dos o tres haces de ranuras paralelas y muy juntas de alto en bajo. Quizá esta decoración tan simplista y no obstante sumamente decorativa en su ejecución, de la talla de "servilleta" tan usual en toda Europa en la segunda mitad del siglo XV y una buena parte del XVI, y que en la vecina Navarra continuó siendo usual todavía en la centuria siguiente. Fue frecuente en estos dos tipos de armario, que las baldas sobresaliesen por los costados, en los que quedaban afianzadas por medio de clavijas de madera. También fue común en ambos modelos, la gran economía de clavos que en ellos se hacía, por lo que el uso de clavijas de madera fue en ellos muy abundante. No totalmente populares, pero sí bastante usuales en esta tierra, fueron los armarios de "servilleta", que a mediados del siglo XX no eran difíciles de hallar sobre todo en la vecina Navarra. Solían ser de roble o a veces de roble el armazón y de sabina las "servilletas", teniendo fuertes bisagras clavadas a los montantes. En sus puertas el agonizante estilo gótico solía enriquecer sus "servilletas" con conchas de peregrino y otros bellos motivos. Quizá ya de finales del XVI o más probable de entrado el siglo siguiente fueron unos clásicos armarios muy frecuentes de hallar todavía hoy en el comercio de antigüedades, cuyas características más acusadas son las de haber sido construidos con dos puertas lisas arriba, otras dos análogas abajo, llevando a media altura entre las de arriba y las de abajo, un estrecho cajón. Iban provistos de fuertes bisagras, siendo armarios muy simples, sin llegar a ser rústicos y se hallaban carentes de talla, salvo alguna muy ingenua en el cajón. En ellos, ya las baldas no sobresalían al exterior, su cajón seguía teniendo tirador de madera, nunca de hierro, y las cuatro puertas aunque alguna vez seguían cerrándose con una pieza de madera que giraba sobre su centro, fue ya frecuente que se utilizase el cierre de cerraja, cuya entrada quedaba oculta por bocallaves de gracioso recorte, pero nunca de tan bella silueta como las colocadas en los armarios de Navarra y Rioja, donde abundaron las bocallaves de elegante recorte. Claro que tampoco faltaron aquí los artesanos que tuvieron el capricho de encargarlas más originales, como por ejemplo las de un armario, procedente de Idiazábal que se conserva en el Museo Municipal de San Telmo, que se hicieron con la silueta de un lobo, que muy posiblemente fue copiado de alguno de los muchos que verian esculpidos en los blasones de esta tierra. Esta solución de armario con dos puertas arriba, otras dos abajo y uno o dos cajones intermedios a media altura, acabó siendo el modelo exclusivo con que estos útiles muebles se ejecutaron durante los siglos posteriores en nuestra tierra, hasta el punto de que aquellos realizados en el siglo XVIII por encargo de los "jaunchos" para sus ricas casas, se hicieron invariablemente en este modelo, con la sola modalidad de que sus puertas tenían ya cuarterones y en algunos casos una excesiva profusión de partes talladas, con lo que sólo se consiguió, con frecuencia, quitarles su sabor local y suprimirles su elegante sencillez. La llegada del barroco con su amor por la línea curva, pasó inadvertida para aquellos de nuestros artesanos que estuvieron dedicados a la construcción del armario realmente popular, pues a lo más que se atrevieron fue a colocar en lo alto de las fachadas de estos muebles un sencillo frontón triangular o a tallar con "agallones" los cajones, así como a distribuir abundantemente por las cuatro puertas unos cuadros tallados en bajorrelieve, en los que iban enmarcadas unas sencillas flores de ocho hojas; figura que en ese tiempo acabó siendo uno de los motivos de decoración más abundante en los armarios y en las arcas de esta región. Este tipo de armario ligeramente barroco, es posiblemente la más bella pieza de la artesanía vasca, no obstante su sencillez y estar concebido y construido por humildes artesanos cuyos golpes de hachuela quedaron patentes en sus costados. Probablemente de ya acabado el siglo XVII, son algunos armarios bajos o de media altura, en los que por excepción se colocaron las puertas decoradas con cuarterones. Son muebles sencillos y bien proporcionados, pero en los que el artesano vasco cayó en el error de realizar todos los cuarterones de la misma forma y tamaño, con lo que sus puertas adolecen de una cierta monotonía; error que supieron eludir hábilmente sus congéneres del resto de España haciendo alternar los cuarterones verticales con los horizontales, lo que, aunque aumentaba la dificultad de la construcción de tales puertas, les daba a éstas una mayor belleza. No obstante tal error, se produjeron aquí en esta modalidad de decoración piezas muy estimables, como por ejemplo unos aparadores que debieron ser bastante comunes en la zona de Alava en sus lindes con Navarra y que son muebles de una indudable elegancia, no obstante su sencillez. De esta época y estilo poseemos hoy una pieza de un mayor interés, pieza que nos hace lamentar que no se emplearan más los artistas locales en la ejecución de armarios semejantes. Procede de Oñate, y en ella su autor tuvo la delicada idea de reemplazar dos de los cuarterones por sendos escudos del apellido Garibay excelentemente tallados. Una variante tardía de los armarios vascos, por ser ya de bien mediado el siglo XVIII a juzgar por sus bisagras de una sola pieza, son otros aún más altos, en los que se daba la curiosa modalidad de que teniendo las características de construcción de los clásicos de esta tierra, poseían también una buena parte de influencias castellanas y francesas. En ellos las puertas de arriba se hicieron con el enrejillado castellano, a media altura solían tener una pieza abatible y a veces unos cajones, acabando abajo con otra pareja de puertas yendo todo ello cubierto con unos cuarterones cuadrangulares con las esquinas cortadas en curvo, decoración muy propia del estilo Luis XIII de la vecina Francia; siendo ésta la única influencia ejercida por ese vecino país en el mueble vasco- español de origen popular. Parece ser que tales armarios debieron emplearse en las cocinas o en las habitaciones donde se acostumbraba a realizar las comidas, a juzgar sobre todo por la pieza que se abate y que pudo ser utilizada para colocar en ella los platos o los vasos, ya que por hallarse a un promedio de 1,20 mts. de altura no cabe suponer que fuese puesta allí para usarse como escritorio. Ya a partir de esa época sucedió al armario lo mismo que al resto de los muebles vascos de origen popular, que desapareció totalmente, pues en el siguiente siglo XX no se construyeron piezas que se distingan en nada de las producidas en otras regiones.