Lexikoa

CARRO VASCO

De los aperos de labranza el mayor es el carro, de importancia trascendental para trasladar el arreo o equipo de la novia como también se hace en muchos puntos de Alemania y Suiza. Tiene aquél de común con el portugués, gallego, leonés, asturiano, santanderino y sardo, con el del Asia menor (país de los antiguos gálatas y el Ponto), Norte de China y Manchuria, que el eje está fijo a las ruedas y gira cantando entre los peines o correderas de la caja del carro. Pero desde Bilbao y Pamplona hasta el Pirineo (no más allá), las ruedas son macizas, de llanta estrecha, formadas por tablas yuxtapuestas perpendicularmente a una media viga diametral y reforzadas con mucho hierro en Bizkaia, con poco en Navarra; de forma semejante son las de Cerdeña, Asia menor y Filipinas, Norte de Escocia hasta 1730, e Irlanda hasta 1791; pero en el Noroeste de ésta última no hubo ninguna especie de carro hasta 1823. En las Encartaciones de Bizkaia, Álava y Ribera de Navarra y por la costa hasta la mitad oriental de Asturias, como por el interior al Norte de Burgos, hasta las inmediaciones de Reinosa, son las ruedas muy semejantes a las del carro de la Manchuria y Norte de China, es decir, con dos solas perpendiculares (rejas = errailleak) que atraviesan al diámetro (mediano = masterra) y 6 piezas arqueadas (cambas = makoak), todo bien reforzado con hierros; semejan a las pintadas en algunos vasos griegos y etruscos del siglo VI antes de J. C. Haddon supone que estos carros puedan ser característicos de la agricultura mediterránea y las ruedas con cubo y radios de los movedizos pueblos arios, siendo la guerra el estímulo de esta nueva invención. Con ello están acordes las manifestaciones de Angelo Mosso y M. Hoernes de que los arios no tienen nada que ver con los comienzos de la civilización mediterránea. Pero hay que añadir que los manchúes, chinos y otros pueblos asiáticos tienen de aquellos carros y en la Península Ibérica casi se limita a las regiones que más resistieron las dominaciones romanas, goda y árabe. Tales ruedas, macizas o con rejas, pueden modernamente ir unidas a un eje de hierro que gira, pero no canta; puede también, sin perder su forma y estructura, adquirir cubo para girar alrededor de un eje fijo y ensanchar su llanta aumentando también el tamaño de aquéllas. Todo lo cual se observa en Vizcaya y Guipúzcoa en los carros de tráfico por influencia del aumento de caminos bien cuidados y del menor impuesto que en ellos carga a las llantas anchas. Pero en la heredad y en los caminos primitivos de las montañas, la condición más indispensable es la robustez (como en los vagones de tren y tranvías), mientras que la independencia entre eje y ruedas da más facilidad para virar en los recodos. De eje fijo y ruedas independientes y radiadas es el tosquísimo carro de algunos puntos de la provincia de Soria y de Bosnia y al mismo principio obedecen las tartanas que en Levante dan ocasión a innumerables ex-votos por accidente, cosa que muy rara vez ocurre con el carro vasco. (Telesforo de Aranzadi, «Geografía General del País Vasco-Navarro», Provincias Vascongadas, pp. 143-145)· Otra característica del carro vasco, además de la rueda maciza, es su cama rectangular. A Caro Baroja le recuerda los «plaustra» romanos como el reproducido en un bronce votivo de Cività Castellana (Metropolitan Museum of Art, de Nueva York), el del sarcófago de Annio Octavio Valeriano (Museo Laterano, Roma), el del mosaico de Santa Constanza, del s. IV. La cama rectangular ya no aparece en las carretas santanderinas y asturianas, que la tienen ligeramente curvada por la parte delantera, según los viejos modelos hispánicos. En Asturias y zonas occidentales del Norte el carro de ruedas macizas sólo se encuentra en forma esporádica, pero reaparece en el sur de Portugal. El uso reciente del carro chillón se limita a la zona húmeda de prado artificial. De todos modos el origen del carro vasco plantea problemas etnológicos de indudable interés. El chirrido del carro lo ha estudiado H. Polge en un artículo especial publicado en «Fontes». Ya el P. Donostia había llamado la atención sobre él haciendo notar que aquí, entre vascos, se habla de chirrido, no de canto. Sin embargo, Telesforo de Aranzadi habla de «canto» del carro y en esto se acerca a Jorge de Oteiza cuando dice que «nos podemos explicar así por qué el chirrido del carro que canta, encanta a nuestros aldeanos». Dice asimismo que «nuestro tradicional irrintzi (relincho humano) se explica lo mismo si lo relacionamos con el relincho del caballo (o quizá resulte más exacto) con el chillido de su viejo carro que canta, cuando el aldeano no tiene carro». El conocido cantor Atahualpa Yupanqui (Héctor Chabero Aramburu) es autor de esa preciosa melodía y canto «Los ejes de mi carreta», dedicados al chirrido del carro. En 1789 se había dado la orden de que los carreteros del Señorío evitasen el chirrido de los carros en los caminos de las anteiglesias; sin embargo, fue necesario levantar tal prohibición, ya que los perjudicados se negaron a proseguir en su oficio, con gran perjuicio del comercio y de las ferrerías.