Monarkia eta noblezia

Bonaparte, Napoleon (1991ko bertsioa)

Euskal Herria en los planes reordenatorios de Napoleón I. Bonaparte, "heredero de la Revolución" y estabilizador de la misma, hereda también la simpatía de los ilustrados por los pequeños estados. Por ello, estos pequeños estados, incorporados aunque autónomos, o independientes, forman parte sustancial de su visión política de Europa. Sabido es que el designio napoleónico contempló la reordenación de Europa dentro de los cánones revolucionarios y de la obtención de un sistema de paz y de equilibrio sustentado sobre dos Imperios: el de Occidente, con capital en París y compuesto por Francia y sus estados incorporados o amigos, y el de Oriente nucleado en tomo a Rusia. Ya antes de la llegada de Bonaparte al poder, la Convención francesa había incorporado Bélgica y había creado la República Bátava u Holanda. Con Bonaparte, la paz de Campo Formio en 1797 había consagrado esto y la creación de la República Cisalpina (Lombardía, Módena, Ferrara, Bolonia), luego Reino de Italia. La República Romana, la Partenopea (Nápoles) y la República Helvética siguen a éstas en 1798. El I Reich desaparece con la constitución en 1806 de la Confederación del Rhin -que abarca a casi toda Alemania salvo Prusia, Brunswick y Hesse-, la incorporación de Venecia y la creación de los reinos de Wurtemberg, Baviera y Badem el año anterior. Al firmar Bonaparte la Paz de Tilsit (1807) casi toda Europa occidental está en sus manos, salvo Inglaterra. Someter a Portugal y neutralizar a España es el siguiente paso para doblegar a los ingleses y obligarles a entrar en el Imperio de Occidente.

Desde los tiempos de la Convención Vasconia peninsular entra dentro de los planes reordenatorios de Francia. El descontento de las tres provincias vascongadas y el Reino de Navarra ofrece posibilidades en este sentido. Durante la guerra con España Moncey entra en tratos con diputados de las tres provincias (Goñi, 1985), Guipúzcoa se separa de España y a Navarra le es ofrecida la incorporación a Francia con la salvaguarda de sus Fueros (Castillo, 1986). Cuando J. Dominique Garat escribió, en 1803, su conocida carta al primer cónsul Bonaparte. [Darricau, A.: France et le Labourd, Dax, 1906, pp. 63-65. Fragmentos en Goihenetche, E.: Le Pays Basque, Pau, 1979, p. 383] sugiriéndole "les points des Pyrénées par lesquels il faut faire passer les nouvelles démarcations" del futuro imperio francés, no sabemos si le comunicó una idea nueva o si, por el contrario, el ex-ministro de la Convención no hacía sino proporcionar nuevos elementos en la construcción de un puzzle ya empezado, y cuyos antecedentes más cercanos se remontan a apenas 1795, cuando Guipúzcoa, previa capitulación de sus autoridades forales, estuvo a punto de agregarse a Francia mediante las estipulaciones de la Paz de Basilea. [GOÑI GALARRAGA, Joseba.: Guipúzcoa en la Paz de Basilea, "Homenaje a J. I. Tellechea Idígoras", San Sebastián, 1982-1983, t. II, pp. 760-803. Véase también el mismo autor: La Revolución francesa en el País Vasco: la Guerra de la Convención (1793-1795), "Historia del Pueblo Vasco", San Sebastián, Erein, 1979, t. III, pp. 5-69]. Sea ello como se quiera, el caso es que en los años siguientes veremos delimitarse, a nivel ya de ministerios [FUGIER, A.: Napoleón et l'Espagne, París, 1930, t. II], un plan francés, más o menos concreto, de estructuración de una unidad político-administrativa diferenciada con los territorios españoles situados al Sur del Pirineo.

Corren los años de Trafalgar, las Noticias de Llorente, la Demostración de Aranguren y Sobrado, y saltan a la vista las onerosas consecuencias de la zamakolada. Dice Labayru, refiriéndose al clima político y a la enagenación de Zamácola que "había estallado el odio contra Euskeria y todo anunciaba el delenda Bizcaya por los cortesanos". [Cfr. HGSB, t. VII, p. 102]. El Tratado de Fontainebleau (27 de octubre de 1807) garantizó, para el rey de España, "la posesión de sus Estados del continente de Europa situados al mediodía de los Pirineos", pero, como se sabe, éste resultó letra muerta; en la mente imperial se había alojado ya el pensamiento del cambio de dinastía. Las tropas francesas habían comenzado a penetrar en España en noviembre de 1807 ocupando las plazas transpirenaicas sin la menor dificultad. Pero no marchan sólo rumbo a Portugal, como estipula el tratado, sino que van quedándose, a modo de establecimientos permanentes, en la zona sobrecitada. Tanto la facilidad de la operación como la descomposición de la corte española tienen que haber sido dos factores determinantes para que Bonaparte vuelva a plantear claramente su designio de separar el "País transpirenaico" de España. La moneda de cambio que se establece en las Especies o cuestiones proponibles que lleva a Madrid Izquierdo, el 24 de febrero, es el Portugal: "Aún sobrado, como Su Majestad Imperial podía hallarse, de antecedentes históricos y de razones políticas para añadirlas al Imperio (las provincias fronterizas), o establecer al menos entre las dos naciones una potencia neutra que fuese un valladar entre una y otra, se limitaba a indicar un cambio favorable a las dos partes, que era ceder el Portugal entero contra un equivalente en las provincias fronterizas de la Francia". [Príncipe de la Paz. Memorias, Madrid, 1965, pp. 275-276]. Por estas fechas, J. D. Garat, acrecentada su experiencia mediante su estancia como encargado de misión en Holanda (1805), ha formulado a Napoleón una proposición concreta: una entidad compuesta por tres provincias vasco-españolas, dos vascofrancesas y el reino de Navarra unificado [DARRICAU: Op. Cit., pp. 65-72, y GOIHENETCHE: Op. Cit. Más recientemente: AGUDO HUICI, Rosa M.ª: La Nueva Fenicia. Proyecto de Unión vasca bajo Napoleón, "Muga", núm. 26, 1983, 36-55. El informe de Garat se titula Exposé succinet d'un projet de reunion de quelques cantons de l'Espagne et de la France dans la vue de rendre plus facile et la soumission de l'Espagne et la création d'une marine puissante]. Y el subcomisario de Marina francés dirige también a Napoleón otra Memoria instándole a anexionar el puerto de Pasajes, que considera puede convertirse en "le plus beau et le plus vaste port de refuge du golfe de Gascogne", ya que a su valor estratégico, añadiría el potencial logístico que suponen "les approvisionnements maritimes qui se trouvent dans la Guipuscoa, la Viscaye et la Navarre" [Arch. Nat. de France, 11 de marzo de 1808. Publicado en la R. I. E. V., 1926, XVII, 175-193]. ¿Se suponía que esta Nueva Fenicia se integraría en una unidad mayor, en una especie de confederación iberopirenaica? No lo dice el informe de Garat ni ninguna de las notas y estipulaciones que hemos consultado que dejan flotar el asunto en una atmósfera de indeterminación que va desde la independencia (estado tapón) hasta la anexión pura y simple al Imperio. Así el navarro Izquierdo de Lezaun que, manifestando su desagrado, comunica a Godoy haber insinuado a Napoleón que "si no había otro remedio, podría erigirse un nuevo reino o virreinato de Iberia, estipulando que este reino o virreinato no recibiese otras leyes ni otras reglas de administración que las actuales y que sus naturales conservasen sus actuales fueros y exenciones" [Príncipe de la Paz: Op. Cit., t. II, pp. 512-515].

Tal es el estado de la cuestión cuando, tras el golpe de Aranjuez, el Príncipe de Asturias asume el poder y se dirige a Bayona, donde será desposeído de la corona de España junto con su padre. Surge entonces la insurrección madrileña alimentada -o suscitada- por Inglaterra y un clero a la defensiva, exacerbado contra la Francia revolucionaria. La Constitución de Bayona no cita el proyecto pero sí el status particular de los fueros vascos cuyo reconocimiento se posterga para las primeras Cortes Generales, que no se celebrarán nunca debido a la guerra. Sin embargo, no sólo sigue vigente el plan sino que es objeto de nueva recomendación por parte del general Mangourit, ex-secretario de la legación francesa en España, [Mémorie sur la situation actuelle des affaires en Espagne (París, 17 de agosto de 1808). Arch. Nat. de France. El texto, traducido por mí, en "Cuaderno de Historia" n.° 8, 1986, de Eusko-Ikaskuntza], recomendación que debió surtir efecto ya que José I manifestó días después a Cabarrús su deseo de visitar el valle del Ebro [Carta de Cabarrús al obispo Aguiriano (24 de agosto) citada en García de Cortázar, F.: Guerra y religión en el País Vasco, "Saioak", n.° 3, 1979, p. 151]. Tras la derrota del nuevo rey en Bailén, los elementos antifranceses y españolistas consiguen suscitar, entre julio y agosto, en el País Vasco un conato de insurrección que, es abortado. El "País Transpirenaico", ocupado en permanencia, es organizado en 1810 en cuatro Gobiernos particulares: Cataluña, Aragón, Navarra y Vizcaya (esta última comprende a las Vascongadas) [Decreto del 8 de febrero de 1810]. Napoleón no ceja en su deseo de separarlo de España, pero, según explica Azanza al rey José, pese a que "se prepara todo ello, no es todavía una cosa resuelta, según el dictamen de algunos, y se deja pendiente de los sucesos venideros" [Carta del duque de Santa Fe (Azanza) a José I en Lafuente: Historia de España, Barcelona, 1889, t. 24, apéndice n.° III]. Y, pesara lo que pesare a D. José ["L'Empereur, désire-t-il que je rentre dans la retraite?" se queja a su hermano, a propósito de la madura intención imperial anexionista. C fr. Arch. Nat. de France, 381 AP 33, doss. 12], los preparativos se llevaron adelante. Entre ellos está la elaboración de un estudio sobre las provincias concernidas [Cfr. Arch. Nat. de France, 381 AP 17, doss. 1. Doc. del 26 de octubre de 1810 precedido de una pequeña introducción del Conde de Melito: "Sire: J'ai l'honneur de remettre á Votre Magesté le manuscrit sur le statistique des Provinces de Biscaye, Guipuscoa, Alava, Aragon et Catalogne que'elle a bien voulu me confierr", publicado por mí en el "Homenaje a J. C. Baroja", II, 1986]. El informe destaca las peculiaridades político-administrativas de Vizcaya -pago de donativos en vez de contribuciones, independencia interior, inexistencia de quintas- consignando que Navarra, Alava y Guipúzcoa disfrutan de un régimen semejante. Nada dice de Aragón pero sí de Cataluña a cuyos habitantes caracteriza como "afectos a las costumbres antiguas... no olvidando jamás que han disfrutado de una buena constitución". Meses después entregaba Garat al ministro de relaciones exteriores del Emperador, duque de Bassano, su proyecto de formación de un Estado Nacional vasco denominado Nueva Fenicia. Pero, por estas fechas, la campaña de Rusia acapara todas las atenciones del Emperador. La ofensiva angloespañola contra las tropas de José I viene a sumarse en 1812 a las preocupaciones imperiales. Ambos planes, el meramente vasco y el transpirenaico, no pudieron llegar a realizarse. Ver NUEVA FENICIA.

Idoia ESTORNÉS ZUBIZARRETA