Udalak

Arraioz

En 1612 tiene lugar un sonado proceso de brujería en Arrayoz. Fueron acusadas de tratos con el demonio Sabina de Zozaya, Beatriz de Zubiria, María Martín de Elizaguibelea, María de Mendi, María de Arozarena, Maria de Aldeco y Catalina de Gortari. Sometidas a malos tratos, posteriormente se condenó a los mismos acusadores a cumplir condenas de diversos grados. Tomamos de la competentísima pluma de D. Florencio Idoate la relación de los hechos: "Tres de ellas eran casadas, una viuda, y el resto doncellas. Parece que intervinieron los comisarios del Santo Oficio en la tierra, el abad de Urdax y el escribano Miguel de Narvart. Los acusadores eran sobre todo niños de corta edad, de cuatro o cinco años, que aseguraban ser llevados al consabido aquelarre. Sus "cándidos" papás lo tomaron en serio y... proceso al canto. Según Pedro Iriartea, de Irurita, de 22 años, un día se presentó en casa de Sabina de Zozaya el jurado con varios compañeros, entre ellos un tal Chuito, quien le espetó estas palabras: "Bell aca, bruxa, en Logroño has de ser quemada". Algunas de las acusadas, como ésta, fueron apresadas y encerradas en los palacios de Jaureguizar y Jaureguizubiri, de Irurita. Parece que el abad de Urdax fue avisado de todas estas cosas, como tal comisario de la Inquisición.

El reciente auto de fe de los brujos de Zugarramurdi estaba bien presente en las mentes de toda la tierra, como estamos viendo. Uno de los testigos implica en el asunto a la familia de los Ursúa, de Tristán de Ursúa, raza de conquistadores de América, como es bien sabido. Interesante es la declaración de doña Catalina de Itúrbide, dueña del palacio de Jaureguizar y viuda de Pedro de Larralde. Nos dice que conocía a Sabina y a sus hijas, de nombre Beatriz ambas, y Zozaya de apellido, "buena gente, limpios de toda raza y sospecha de bruxos, hasta que han levantado cizaña de dos años a esta parte..." En su casa las depositaron en las peores condiciones: atadas a un mástil, siendo Pedro de Larrunaga el que más se cebó; a éste le oyó decir la Iturbide: "Siquiera se pierdan y mueran, pues pierden a mis creaturas". Ella misma les sugirió que podían llevarlas a la Inquisición, "porque allí no las trataran tan mal". Esa era, al menos, su opinión. Todas estas declaraciones se habrían hecho en la lengua vernácula, que traduce en el proceso el escribano Martín Ruiz de Murillo. Hasta qué punto llegaría la cosa, que, a María de Mendi, una pobre vieja también presa en Jaureguizar (siempre siguiendo la declaración de su dueña), la ataron a un palo, hasta que llegó el escribano y comisario Narvarte, que informó de que la tenían crucificada.

IEZ