Concepto

Zigantiak (versión de 1984)

La exhibición de comparsas de gigantes y cabezudos en ciertas festividades no es una costumbre castiza del país sino un reflejo, más o menos original de las de Zaragoza, Valencia, Madrid, etc. Tampoco se sabe a ciencia cierta su significado en procesiones y desfiles. Su noticia en Euskalerria data de comienzos del siglo XVII proliferando después en otros pueblos. Por ejemplo, en Pamplona, se sabe ya que, en 1600, se pagaba a Juanes de Larrainzar y siete compañeros suyos por llevar los gigantes de la ciudad en la procesión del Corpus y en la de San Fermín, acompañados por tres juglares o chunchuneros. Del mismo modo y del mismo año es el pago a Miguel de Burlada y Consortes (40 reales) por andar con los gigantes el día de San Roque y regocijar así a la ciudad. El encargado de sacar los gigantes en 1607 fue Juanes de Azcona, labrador, acompañado de un juglar. El carpintero irunxeme Juan de Torrabas arregló en 1620 los cuatro gigantes de la ciudad cobrando por ello 88 reales. Por esas fechas también se sacaron gigantes revestidos de fuegos artificiales con motivo de corridas de toros. La costumbre se siguió durante todas las fiestas memorables del siglo XVII y se cuenta que en 1738, con motivo de la llegada de la princesa María Ana de Neoburg, se sacaron dos gigantes que fueron bailados a los sones de un salterio. La reina que presenciaba la fiesta desde un balcón sufrió un gran susto cuando estallaron de súbito los fuegos artificiales de que se hallaban revestidos [al decir de la gente se le curó un hipo crónico que sufría desde hacía mucho]. En 1647 se les renovaron los trajes por otros nuevos. Se sabe que en 1648 ya salían los zaldikos, pero este nombre data de hacia 1755. En 1669 el carpintero Miguel de Ariza tenía por misión vestir, desnudar y guardar los gigantes y gigantillas, peinar sus pelucas, buscar los danzantes y pagarles sus haberes en nombre de la ciudad. En 1686 la ciudad encargó nuevos trajes y arreglos de los gigantes. Por las cuentas municipales a lo largo del siglo XVIII se conocen las andanzas de los gigantes y sus vestidos, pelucas y sombreros. Los gigantes sin embargo eran de la Catedral.

Durante el siglo XIX el Ayuntamiento compró gigantes propios con kilikis, zaldikos y cabezudos. En 1860 se renueva la comparsa con otros gigantes nuevos por propuesta del pintor pamplonés Tadeo Amorena. Se trata de cuatro gigantes representando a Europa, Asia, Africa y América. En Guipúzcoa, en 1657, había ya un hombre dedicado a la fabricación de gigantes pero ya antes, el 1 de agosto de 1622, con motivo de la canonización de San Ignacio, hubo en Azpeitia una danza de gigantes ricamente vestidos, que por ser nueva en este país gustó mucho. En 1660 se sacaban ya en San Sebastián. Dice en su carta el abate francés de Montreuil que vio pasar "unos cien hombres vestidos de blanco, danzando con espadas y cascabeles en las piernas, llevando en su mano la punta de la espada de su compañero. Detrás bailaban cincuenta muchachos con panderetas provistos de máscaras de papel o de pergamino. Pero lo interesante es que después marchaban siete figuras de reyes moros, cada uno con su correspondiente mujer detrás, y un San Cristóbal, de unas dos picas de altura, de suerte que sus cabezotas se veían pasar al ras de los tejados. Dice que dos o tres hombres escondidos dentro los hacían bailar y que eran de acero y telas pintadas". San Sebastián siguió sacando sus gigantes en los festejos populares y en las cabalgatas anunciadoras de las fiestas de carnaval. En 1882 abría la marcha una pareja de heraldos a caballo, con trajes del siglo XV, seguía el tamboril, una pareja de gigantones y cuatro cabezudos o enanos. En la comparsa del 20 de enero de 1884 figuraban dos enormes gigantes traídos de Alemania y varios cabezudos cedidos por el Ayuntamiento de Pamplona. Y en 1897 el empresario José Arana trajo para amenizar las fiestas una comparsa de gigantes que actuó durante muchos años. Así se fueron renovando los gigantes hasta llegar a los actuales entre los que figuran un roncalés y una roncalesa. La única noticia, más o menos antigua, sobre los gigantes de Vizcaya es del 4 de diciembre de 1605, fecha en la cual el pintor Antonio de Ibernia tenía el encargo de vestirles y desnudarles, y retocar las máscaras con que anualmente salían en las fiestas del Corpus con sus vejigas "a dispartir el gentío que de ordinario suele concurrir en las procesiones". Y en atención al cuidado que en ello había empleado se le expidió por el Ayuntamiento una escritura para que, por el espacio de nueve años, siguiera ocupándose de esto, desde enero de 1606, con el haber de doscientos cuarenta reales al año, y suministrándole las vejigas y las ropas que fuesen necesarias para la composición de la vestimenta.

En el siglo XIX ésta caracterizaba a tres parejas de tres razas diferentes y a una cuarta de personajes de la época de Carlos IV de España. De Alava, y en particular de Vitoria, existen breves noticias que se remontan casi al siglo XVII. Consta que salían gigantes y danzantes con motivo de las fiestas de San Prudencio y la procesión del Corpus, únicos días en que ambos lucían sus habilidades delante del Santísimo o del Santo. Según Landázuri eran ocho gigantes y dos enanos. Otra mención de exhibición de gigantes es de 1728 y la hallamos en el libro denominado el Cuaderno, segundo libro impreso en Alava. Se dice que con motivo de la canonización y beatificación de algunos hijos de San Francisco actuaron los gigantes, junto con los danzarines, e iban en la procesión que se celebró. En 1861 hubo un intento de restaurar la costumbre pero tropezó con la incomprensión del Ayuntamiento. En 1917, en la tarde del 3 de agosto, se recibían en la Casa de la Ciudad de Vitoria las dos primeras parejas de gigantes y los cuatro cabezudos de nueva hechura. Se hicieron por iniciativa popular mediante una suscripción que cubrió los gastos. Hubo muchas opiniones sobre los tipos populares que debieran representar concretándose en que una pareja representaría la zona de Aramayona y la otra a la gente de la Montaña. La primera resultó la más acertada de acuerdo con dibujos del artista alavés Isaac Díez y la ayuda de Díaz Olano. La segunda pareja, hecha en la casa F. Losada, de Madrid, fue devuelta para su retoque por falta de expresividad. Los nanetes o cabezudos representaban a Celedón, Cachan, El Escachapobres, vestido de levita y sombrero alto, y otro a los "pintores de Vitoria". En 1929 se hicieron nuevos cabezudos pero sin personificar a los tipos. Eran inexpresivos y se les distinguía por detalles fisonómicos: Ojo biriki, Calva Seca, La Señorita y El Llorón. En 1943 la casa Fournier representó con gigantes nuevos los cuatro reyes de su baraja. Estaban decorados por Víctor Guevara y Enrique Sáez. No solamente las capitales exhiben sus gigantes y cabezudos sino también ciudades y villas como Tolosa, Sangüesa, Tudela, Estella, Elizondo, Leiza, Echalar, Olite, Santesteban, Viana, Alsasua, Falces, etc. En Bilbao se introdujo modernamente el Gargantua. Ver Gargantua.

Un gigante figura también en la farsa del carnaval de Lanz, junto con Xaldiko. En la Baja Navarra, en Ultrapuertos, existen dos gigantones femeninos, las basandereak, de origen problemático. Forman parte de las cabalgadas llamadas charivari (v.) que desfilan con motivos festivos o memorables. Los gigantes de Pamplona, por ejemplo, pesan entre los 48 y 55 kg. y los cabezudos rondan los 22 y 27. Los kilikis, unos 20 ó 25, y los zaldikos, 32 kilos. En 1977 la Orden del Volatín Tudelana bautizó con el nombre Ribero al cabezudo que desde ese año engrosa la comparsa de Pamplona, por expreso regalo de Tudela. Quiere esto decir que cada comparsa tiene su historia y sus más y menos en el número de gigantes, de cabezudos, y demás componentes.



Refs. Baleztena, J. Comparsas de gigantes. Navarra, Temas de Cultura Popular, n. 3, Pamplona, 1967; Labairu, E. Historia general de Vizcaya, t. VI, p. 32; Varios, Homenaje a Odon de Apraiz, Vitoria, 1981; Echevarria, J. Gigantes y Cabezudos de la villa de Bilbao, "Vizcaya", 1963, n. 21.

ABE