Monarquía y Nobleza

Sancho I Garcés (versión de 1996)

La campaña de Muez: Batalla de Valdejunquera o de Yunkadia (920). Ordoño II con sus tropas, cuatro condes castellanos con las suyas y el rey pamplonés con los vascos, esperaron en sus puestos la arremetida. A los castellanos estaba encomendada la defensa de importantes fortalezas de la orilla derecha del Duero y en particular las de San Esteban de Gormaz, Osma y Clunia. Las primeras avanzadas pamplonesas se hallaban ya en las tierras de Soria, cercanas al río Duero. La orilla izquierda de este río era todavía cordobesa. El cronista musulmán Arib ibn Saad narra así la memorable entrada de Abd-al-Rahmán III y su poderoso ejército en tierra cristiana: «Salió el Amir de Córdoba el sábado a trece días del mes de Mahorram de dicho año y después de diferentes empresas, en las que tomó los castillos de San Esteban de Gormaz, Osma y Clunia, el sábado veinticuatro de Safar (25 de julio) movió su hueste con dirección a Tudela, por haber sabido que el Elche Sancho molestaba a la guarnición y tenía cercada la ciudad; deseando el Amir quitar a sus tropas, que venían ya cansadas con tan largas marchas, todo pretexto para murmurar, resolvió acompañarlas en la expedición.» Llega a Tudela, ataca Carcar y toma Calahorra. «Después de haber atravesado las montañas cercanas al Duero, y haber acampado cinco veces, llegó a Tudela, en donde puso sus reales. Allí vino a reunírsele Mohammad ben Lupo, gobernador de dicha ciudad, al cual ordenó que con la caballería de su mando se adelantase hacia Calcara, que Sancho, rey de Pamplona, había ganado por fuerza de armas algún tiempo antes. Lo mismo fue acercarse Lupo al castillo, que los que lo defendían se salieron de él y lo abandonaron. Apoderándose de él los muslimes y Abd al-Rahmán se dirigió a otro castillo llamado Calhera, que el rey Sancho había poblado y fortificado, y en el cual residía de ordinario. Mas al llegar allí la hueste del Amir lo halló desamparado; pues el día antes se había salido Sancho con los suyos.» Cruza el Ebro y choca con los vascones. Avanza hacia el interior del Reino. «Bajaron los cristianos de sus montes y atacaron a los muslimes, pero quedaron muy mal parados; pues una división compuesta de gente de la frontera y esclavos de la guardia que el Amir envió contra ellos, los acuchilló y alanceó de tal suerte, que muy pocos escaparon, y los demás se pusieron en desordenada fuga perseguidos de cerca por nuestra caballería. Como unos mil cristianos salvados de esta derrota se metieron en un castillo de aquellas cercanías llamado Muyas (Muez: Valdejunquera), en el cual trataron de hacerse fuertes; mas como fuesen al punto cercados por nuestras tropas, tuvieron que rendirse a discrección. Los prisioneros fueron conducidos al campamento y degollados en presencia de Abd al-Rahmán; son incalculables los despojos que dentro de ese castillo fueron hallados en ropas, armas, ricas joyas, y mujeres hermosas, sin contar más de mil trescientos caballos y el mucho botín que se hizo en los alrededores.» Destrucción de fortificaciones y cosechas. «En ese sitio permaneció el Amir cuatro días, al cabo de los cuales movió su campo hacia otro castillo que el rey Sancho había fortificado para que sirviese de baluarte y antemural contra la gente de Viguera; hallólo desierto, y dispuso lo destruyesen; mas no contento con esto, mandó a los habitantes de aquel distrito que llevasen a Viguera mil almudes de trigo, y no se movió de allí hasta ver exactamente cumplidas sus órdenes y haber avituallado la guarnición del castillo a expensas de los cristianos. La misma conducta observó durante toda la campaña; cuantos castillos halló en aquella tierra ocupados por los muslimes, otros tantos surtía de víveres, pertrechos de guerra y de todo cuanto necesitaban; si había en las cercanías alguna torre o fuerte desde donde los cristianos pudieran incomodar, al punto lo mandaba derribar, y hacía prender fuego a las mieses y plantíos; de tal manera, que el país incendiado ocupaba 80 millas en cuadro, y que fue tanta la cantidad de granos y mandamientos que los muslimes acopiaron en esta expedición, que no podían llevarlos consigo ni podían venderse a ningún precio, para dar una idea de la baratura de las subsistencias y del trigo en el campamento, bastará decir que seis cahíces de trigo se vendían por un dracma, y a pesar de esto no había quien lo tomase. Así, antes de emprender la retirada, fue necesario quemar lo que no se pudo transportar.» Cayeron prisioneros Dulcidio, obispo de Salamanca, y Hermogio, de Tuy. Fueron llevados a Córdoba.