Directores

Iglesia Diéguez, Eloy de la

Director de cine guipuzcoano nacido en Zarautz el 1 de enero de 1944. Falleció el 23 de marzo de 2006 tras una operación de cáncer de riñón.

Marchó pronto a Madrid donde estudió Filosofia y Letras, pero el cine le atraía demasiado y dejó la carrera en tercer curso. Intentó ingresar en la Escuela Oficial de Cine pero como no tenía 21 años, la edad mínima para realizar el examen de ingreso, abandonó esa vía y consiguió colocarse en Televisión Española.

Participó como guionista en una serie titulada Nuestro amigo el libro (1964-65). Trabajando para esa serie le llamaron la atención unos cuentos de Baum, Andersen y Grimm. Esos autores fueron la base de su primera película Fantasía...3 (1966), título destinado al público infantil con el que Eloy de la Iglesia pretendía más que nada tomar experiencia laboral y hacerse con el oficio. Con su segunda película Algo amargo en la boca (1969) se topó con un enemigo que le perseguiría constantemente a lo largo de su carrera; la censura. Tras realizar Cuadrilátero (1970), una obra abandonada en el montaje por las intromisiones del productor, Eloy de la Iglesia obtuvo su primer éxito con Techo de cristal (1970) una película de suspense con elementos eróticos. A esta le siguieron varias producciones ambientadas en el mundo del crimen y del terror; La semana del asesino (1972), Nadie oyó gritar (1973), Una gota de sangre para morir amando/Le Bal du vaudou (1973) y Juego de amor prohibido (1975).

Cada vez más asentado en la industria, a partir de 1976 su cine se decanta cada vez más hacia las fijaciones del autor. Obsesiones que van desde el apoyo a la ideología marxista (Eloy empezó a militar en el Partido Comunista de España a principios de los setenta) hasta la apología de la homosexualidad, pasando por una tendencia dirigida al mundo del melodrama con una debilidad por el exceso y el escándalo, sazonado todo de una estética deliberadamente sucia. Su universo creativo se aproxima mucho en este sentido al de Rainer Werner Fassbinder y Pier Paolo Pasolini. Películas como La criatura (1977), El sacerdote (1978), El diputado (1978) o Miedo a salir de noche (1979), realizadas durante la etapa de la convulsa Transición, generaron reacciones radicales. La crítica las despreciaba por considerarlas sensacionalistas, oportunistas y frívolas. Mientras, a la vez, el público acogía entusiasmado estas propuestas cinematográficas de Eloy de la Iglesia.

A partir de la década de los ochenta el director vasco mostró un gusto también obsesivo por un mundo que en principio, por ambiente familiar, le era ajeno aunque él lo tomó como algo íntimo y propio. El mundo de los suburbios (con claras referencias a Pasolini y al cine neorrealista italiano), de la delincuencia juvenil y la droga. Títulos como Navajeros (1980) o Colegas (1982) plasman bien estas inquietudes, prolongadas en trabajos como El pico (1983) y El pico 2 (1984). En éstas últimas, además de arrojar su mirada a la falta de expectativas de una juventud marginal, Eloy de la Iglesia, aprovechando el auge del naciente cine vasco, aportaba su singular mirada a la Euskadi de los ochenta. En estas películas los jóvenes viven atrapados en una trampa dominada por la violencia política y la dependencia de la heroína. Al habitual rechazo sufrido por la crítica general se le sumó ahora el de los críticos afines al nacionalismo vasco más radical que veían en estas aproximaciones de Eloy de la Iglesia a la realidad vasca un ejercicio de oportunismo imperdonable. En 1985 el cineasta zarautztarra sorprendió a todo el mundo con Otra vuelta de tuerca (1985), su primera y única producción con subvención del Gobierno Vasco. Se trataba de una recreación de la novela homónima de Henry James filmada en un tono académico y preciosista insólito en la filmografía de este cineasta heterodoxo. A pesar de que la película no tuvo éxito intentó proseguir con su aventura vasca poniendo en pie un proyecto titulado Galopa y corta el viento, una historia de amor entre un guardia civil y un joven abertzale. Este antiguo guión perseguido ya por el gobierno de UCD se encontró ahora con la oposición de la opinión pública nacionalista y tuvo que ser abandonado definitivamente. Retomó el tema de la delincuencia callejera en La estanquera de Vallecas (1986), película con la que logró gran éxito.

Pero tras este film Eloy de la Iglesia entró en un periodo de crisis personal. Su atracción al abismo y la adicción a la heroína le alejaron del cine durante varios años. Se había enganchado a la droga en esos rodajes de los años ochenta, junto a Antonio Flores, actor en Colegas, o a José Luís Manzano, un joven delincuente analfabeto al que Eloy adoptó, educó y convirtió en su amante y en un actor prometedor. Tras pasar un largo periodo de exilio en el infierno Eloy de la Iglesia se desenganchó de la adicción a la heroína en 1992. Probablemente influyó el hecho de que en ese mismo año José Luís Manzano, que llevaba dos años mendigando por la Gran Vía de Madrid, apareciera muerto de sobredosis en un descampado. En todo caso en 1994 en la III edición de los Premios al Cine Vasco de "El Mundo" Eloy de la Iglesia fue galardonado con el Premio Especial a su labor profesional. En 1996 el Festival de Cine de San Sebastián le rindió homenaje y ofreció una retrospectiva de su obra. Además la Filmoteca Vasca y el certamen donostiarra reivindicaron su figura con la publicación del libro Conocer a Eloy de la Iglesia. Se habló mucho de un posible retorno del cineasta. Éste llegó en el año 2000, dirigiendo para el programa Estudio 1 de TVE una adaptación del Calígula de Albert Camus. En el 2002, durante la 50 edición del Festival de San Sebastián, recibió el Premio Ama Lur en reconocimiento a su trayectoria profesional. En el 2003, tras 17 años alejado del cine, Eloy de la Iglesia estrenó dentro de la sección Panorama del Festival de Berlín (2003) su último largometraje Los novios búlgaros, obra que, fiel a los planteamientos existenciales, estéticos y artísticos de su autor, narraba una historia de amor homosexual con el tema de la inmigración como telón de fondo. La crítica la recibió con complicidad.