Concepto

El habla y la música, afinidades

La devoción que siente Euskal Herria por la música es de sobra conocida. El euskara ha tratado de expresarse verbalmente, siendo muy moderna la diferenciación entre escritura y oralidad, de tal forma que tanto el bertso como el canto y la narración han evolucionado en torno a la oralidad, y en general habiendo pocas divergencias entre sí. El bertso, en tanto que medio transmisor de información, desempeñaba antaño una función más relevante que la actual, puesto que rima y ritmo forman un buen sistema para memorizar una información.

Hoy por hoy el instrumento musical de la txalaparta está vinculado a la expresión; sin embargo, alberga también rasgos de identidad colectiva. Antiguamente se emplearía quizás para llamar a la gente bien a tomar sidra, bien para realizar los trabajos vecinales, así como para transmitir otra serie de mensajes, como "llegan extranjeros" mediante sonidos que sólo los locales pudieran entender e identificar. En cierta ocasión, tocábamos la txalaparta frente al Notre Dame de París cuando se nos acercó un flautista navarro y empezó a tocar junto a nosotros. Entonces se nos aproximó una zuberotarra para preguntarnos si éramos vascos, pues eso le sugería el sonido de la flauta.

En estos tres ejemplos destacan como principales funciones del lenguaje la identidad y la comunicación. La flauta, la txalaparta o el bertso son expresiones de una determinada individualidad que exteriorizan los sentimientos e ideas personales, pero en ellas se percibe asimismo la pincelada de una cultura concreta, de un espacio comunicativo.

El investigador Bryan G. Levman trata del habla y la música, la colectividad y la individualidad (ver "Musika eta Mintzairaren Sorrera" in Musiker, 11), dado que en su opinión parten de un mismo origen, y sostiene que dicho ancestral sistema comunicativo era esencialmente musical. ¿Acaso es posible que nuestros antepasados primates conocieran y se sirvieran de la música? Sí, si tenemos en cuenta la amplitud del espacio que yace bajo el paraguas léxico "música". Tiempo atrás, en la sociedad occidental resultaba más fácil otorgar una definición a la música, pero del siglo XIX en adelante y hasta nuestros días han surgido acalorados debates, suscitados principalmente por la teoría de la evolución. Mientras que unos consideran música el sonido de la txalaparta y de los bongos, otros piensan que lo es la guitarra o el txistu, y hay incluso quien cree que lo es el croar de las ranas.

Independientemente de si la música era ritmo o melodía, el antiguo lenguaje musical no buscaba el placer estético, definición ésta frecuentemente asignada a la música en la sociedad occidental, sino la supervivencia tanto del grupo como del individuo, cumpliendo las funciones que hoy en día se le otorgan al habla, tales como ser de utilidad para la caza, la defensa del grupo, la territorialidad, etc. y se exteriorizaban mediante rimas, ritmos y melodías específicas que los oyentes reconocían, puesto que el mensaje que se hacía acompañar de un determinado tipo de sonido resultaba más fácil de recordar. Ya para entonces la comunicación y la identidad cumplían esas funciones, pero, a decir verdad, el abanico de mensajes que aquellos primates podrían transmitir mediante esas expresiones semi-musicales sería bastante limitado: alegría, temor, odio, pasión, amor, enfado... si bien había también expresiones más especiales que alertaban de la presencia de un extraño o que expresaban el "poderío" del emisor, por ejemplo.

Sin embargo, llegó un momento en la evolución de los primates en el que la limitada capacidad expresiva de la música condujo a que se empezaran a dar los primeros pasos hacia la simbolización, gracias a la infinita combinación de vocales y consonantes. Ese sería el comienzo de la denominada doble articulación, y de la lengua. El ancestral sistema musical fue perdiendo su vigencia, se hizo más frío y apagado para poder expresar ideas cada vez más concretas y heterogeneas. Se distanció de la inmediata expresión de los sentimientos y perdió la iconicidad del sonido, de tal forma que en adelante la forma y el contenido no tendrían por qué ir necesariamente unidos.

Sin embargo, aquel lenguaje musical dejaría su huella en el nuevo sistema comunicativo, puesto que el lenguaje, lejos de ser monótono y oscuro, cuenta con tonos, entonaciones y acentos. Clara muestra de ello son las lenguas como el thailandés y el chino, en los que una misma palabra, dependiendo del tono melódico que se emplee, adquiere diversos significados y donde se concede una especial importancia a la prosodia. También en el caso del español con frecuencia es el acento el que determina el significado, como por ejemplo en el caso de /cábra/ 'cabra' y /cabrá/ 'entrará'. En cuanto al euskara, no parece que exista un único acento para cada palabra; muchas veces es el contexto del sintagma o de la frase el que determina el lugar que habrá de ocupar, como si la unidad semántica, en vez de una palabra, fuera una frase. En todo caso, la importancia de la entonación en el habla no ha sido lo suficientemente desarrollada.

El lenguaje infantil también da qué pensar sobre la relación entre la música y el habla. Algunos expertos han constatado en la expresión corporal y oral de los niños la evolución del lenguaje de la humanidad. Los psicólogos han efectuado una clasificación en el desarrollo del niño hasta el momento en que comienza a hablar: al principio, el niño expresa sus necesidades básicas a través del llanto y gestos; más tarde aprende a reir y a balbucear. Entre los cuatro y ocho meses el niño se divierte con la boca y con los sonidos bucales, y tratando de exteriorizar su inquietud, balbucea, aunque sin una forma en concreto. La repetición de sonidos o esquemas se localiza dentro de ese juego. Por último, más o menos en el plazo de un año, el niño comienza a separar las sílabas y a llenar de significado la combinación de segmentos consonánticos y vocálicos. No obstante, en ese plazo de aproximadamente un año antes de llegar al habla, el niño expresa su estado interno de un modo directo, repentino y no simbólico; sus gestos y articulaciones son directos exponentes de su interior, y, en lo que respecta a su voz, el niño expresa su impaciencia mediante entonaciones y tonos melódicos. Un estudio ha dado a entender que los niños chinos o thailandeses primero aprenden el tono correcto de las palabras, y a continuación la correcta sucesión de consonantes y vocales.

En ese sentido, varios expertos (Wallasheck a finales del siglo XIX y C.M. Bowra en la actualidad) conciben que, en su origen, la danza y la música estaban ligadas en ese afán de expulsar el ímpetu y temblor naturales del cuerpo, motivo por el cual algunos autores han vinculado más la música con el ritmo que con la melodía, y, en consecuencia, con la danza.

Entre las características de la lengua cabe destacar el hecho de tener que aprenderla y su naturaleza "abierta", en el sentido de que copiamos el habla de nuestros padres y de cuantos nos rodean (tradición), aunque, dada la segunda peculiaridad, permanece abierta a la productividad y creatividad. Retomando nuestro caso, ello explica por qué un aprendiz de txistu, cuando las partituras eran todavía inexistentes, podía repetir de oído los sonidos que le enseñara un viejo txistulari. Ello no era impedimento, sin embargo, para que el txistulari novel se recrease en los temas aprendidos, crease sus propias variaciones e incluso nuevas melodías. Así es como una misma melodía podía tener diferentes versiones según el pueblo.

En lo que respecta a los animales, podemos observar que también los pájaros aprenden sus canciones, habiéndose constatado que al añadir, eliminar o modificar determinados elementos a sus cantos, han desarrollado sus variantes locales de idéntica forma que los humanos, siendo precisamente esas variaciones las que identifican a un individuo y grupo concreto. Parece ser que la destreza que tienen los pájaros para el canto es beneficiosa para atraer a la hembra y se encuentra además relacionada con la territorialidad (expresa, por ejemplo, si la tierra en la que el pájaro se encuentra en más fértil o más pobre...). Así es como ciertos primates emplean el canto, pero también es utilizado para estrechar los lazos de la pareja monógama, proporcionar seguridad familiar y ahuyentar a los extraños: cuanto más sincrónico sea el dueto de una pareja, más evidente es quién reinaba en aquel paraje. Si por música entendemos serie de "tonos estructurados", habrá que afirmar que los animales se sirven de ella (se dice que las ballenas jorobadas "cantan" y que los cachalotes de las Islas Canarias emiten sonidos similares a los de los bongos). Algunos animales recurren a una especie de música para formular una serie de mensajes: encandilar a la hembra en la época del cortejo, alertar al grupo de la presencia de depredadores, manifestar fuerza y superioridad. Claro está que los mensajes distan de ser complejos, puesto que mediante la estructuración de unos pocos tonos la idea comunicada es muy genérica, aunque suficiente para sobrevivir.

Los antiguos homínidos, sin embargo, en su afán de expresar ideas cada vez más concretas (concernientes a la elaboración de los aperos, a tácticas grupales para la caza...) se iniciaron en la simbolización, rompiendo así el vínculo natural entre sonido/forma y significado/contenido. A partir de dicha ruptura la música y el lenguaje emprenderían caminos independientes que dieron lugar a dos sistemas de identidad y comunicación. Toda cultura cuenta con su música y lenguaje propios, y a la hora de justificarlas recurren a la mitología. Si bien el contenido admite diferencias, consideran la música un lenguaje original o voz de los dioses y espíritus, o don otorgado por los dioses para el progreso personal y comunitario. Esas explicaciones, por lo tanto, sugieren, por una parte, el vínculo perdido con la naturaleza y las raices, la comunicación directa de la que el habla carece debido a la simbolización y, por otra parte, dan fe de que la música ubica a una colectividad o individualidad en su contexto original, en su identidad primera.