Pintores

Uranga Díaz de Arcaya, Pablo

Pintor alavés, nacido en Vitoria el 26 de junio de 1861 y muerto en San Sebastián el 6 de noviembre de 1934.

Realizó su primera educación artística en su ciudad natal, como discípulo del profesor Soubrier y después ingresó en la Escuela de Artes y Oficios. También estuvo en Jerez de la Frontera estudiando con el maestro Rodríguez de Losada y completó su formación pictórica en Madrid en la Academia de San Fernando, siendo condiscípulo del padre del pintor Oñativia. Visitó continuamente el Museo del Prado y realizó allí varias copias que consiguió vender a bastante buen precio.

Residió con Ignacio Zuloaga y Rusiñol en París, y a su regreso se estableció en Elgeta (Gipuzkoa), dedicándose a la pintura de paisajes y temas históricos. También en compañía de Zuloaga en los años 1924 y 1925 visitó los Estados Unidos y Cuba. En 1897 celebró una exposición individual en París, obteniendo un importante éxito con la noventa y dos obras presentadas. Celebró exposiciones en nuestro país y en el extranjero, siempre con buena crítica y con éxito de ventas.

La vida de Pablo Uranga, como excelente pintor está cuajada de anécdotas muy emotivas y curiosidades. El pintor y escritor Flores Kaperotxipi publicó una excelente biografía del pintor titulada Pablo Uranga (Vida, obra y anécdotas del pintor Pablo Uranga), editada por la Editorial Auñamendi, en 1963.

Sus obras más representativas: Posada de las Animas - Logroño (colección de Andrés Garmendia, de Buenos Aires), Elgueta en 1920, de la misma colección, Prueba de bueyes (Museo de Bilbao), Uranga y Zuloaga pintando en Segovia (propiedad de los herederos de Daniel Zuloaga, Segovia), A los toros (colección Garmendia), El garrochista (Estados Unidos, colección particular), La catedral vieja (Ayuntamiento de Vitoria), Paisaje de Martutene (colección Garmendia), Romería (propiedad del Museo de San Telmo, San Sebastián), Retrato de hombre (en el Museo de San Telmo, San Sebastián), La despedida del buñolero (colección particular, Estados Unidos), En el campanario de Elgueta (colección particular, Estados Unidos), La vuelta de Iparraguirre (colección Garmendia), El Cristo de Vergara (colección Garmendia), La catedral vieja (Ayuntamiento de Vitoria), Zuloaga leyendo (Museo de Luxemburgo, París), El guardia civil y las obras que tiene la familia de Pablo Uranga, en propiedad, que son las tituladas: Aizkolaris, La vendimia, Bodegón, Ergobia, Tipos segovianos, Banderillas del Ostion, Sokamuturra, La procesión en Elgueta, El anticuario, La comida, El cañonero, aparte de dibujos y apuntes. Como muralista destacan sus pinturas en la parroquia guipuzcoana de Azpeitia.

Crítica anónima (Bilbo, 1934):

"Uranga sigue, como tantos otros, la influencia francesa y se incorpora al impresionismo. Dentro de esta tendencia se desarrolla toda su obra. Pero esto no bastaría para darnos una idea del concepto pictórico de Uranga, porque dentro del impresionismo su arte adquiere un carácter impetuoso y violento muy lejano de la claridad y pulcritud que fue la característica de los maestros de aquella escuela. Para Uranga, la pintura no es un conjunto, un ensamblaje de formas; pero tampoco es más un acorde de tonos limpios y claros. Su pincel es demasiado desenvuelto y demasiado enérgico para someterse a la medida estricta y a la armonización lograda por aproximaciones y superposiciones metódicas. Más que con los dictados de la razón pinta con los impulsos de su formidable temperamento. Así resultan esos cuadros vigorosos en los que los contrastes se funden en masas de color emocionantes y en los que las formas apenas si aparecen delimitadas y separadas por trazos amplios y discontinuos".

Waldo Aguiar (1973):

"La pincelada y el caliente colorido es en los cuadros de Uranga, la resultante de su trazo maestro, es decir, rico en sugerencias, estimulante para el pintor que los contempla, y con un contenido apasionado y ardiente que parte directamente de la vibración cordial y no de la repetición ejecutante. Si alguien duda de la facultad colorista de los pintores del Norte, Uranga con su obra, de una infrecuente jugosidad y riqueza, hablada con medios muy simples, disipará esa inseguridad, puesto que su color, siempre superior al valor formal de sus lienzos, justificará por sí solo la altura de su obra".

Carlos Ribera lo ve así (San Sebastián, 1949):

"Uranga tuvo vinculaciones evidentes con un impresionismo -nada francés- oscuro, museal diría yo, muy a la manera de los pintores llamados de historia, de un Pinazo, de un Francisco Jimeno, el genial catalán, injustamente desconocido. Con Francia el parentesco que pudiera tener, habría que buscarlo en los naturalistas, en un Courbet, en un Millet, pero insisto, yo le veo más vinculado a los pintores españoles. (...). Uranga va con los pinceles al fondo de las cosas a base de toques sueltos, pinceladas cortas, nerviosas a veces y donde la insignificante anécdota trasciende, elevando sus temas corrientes de la vida sencilla a una categoría plástica de gran Arte".

Según Ana de Begoña, Mª Jesús Beriain y Felicitas Martínez de Salinas (Vitoria, 1982):

"El costumbrismo etnográfico y tradicional se mantiene en la obra de Uranga, aunque bajo una técnica de pincelada espontánea y suelta"

"El costumbrismo de Uranga puede entrelazarse con el costumbrismo romántico de un Valeriano Bécquer y el costumbrismo negro de un Eugenio Lucas, ambos pintores de la primera mitad del siglo XIX".