Concept

Silbote

De este modo, a lo largo del siglo XIX y principios del XX, el término silbo se utiliza con frecuencia para designar al instrumento musical, y de este modo aparece a menudo en las fuentes escritas, como por ejemplo en los cuadernos de partituras de sus intérpretes. El pueblo llano, sin embargo, mantuvo los nombres antiguos tanto para denominar al instrumento como a los músicos al menos hasta la tercera década del siglo XX. En esa época, y especialmente debido a los esfuerzos de la Asociación de Txistularis del País Vasco creada en 1927, poco a poco se difundieron los términos que hoy día son más usuales, txistu y txistulari, probablemente derivados de la traducción al vascuence de silbo. Que al silbote no le ocurriera algo parecido es buen exponente de su poco prestigio. Las referencias del siglo XIX son, en efecto, muy escasas. En 1859, según un artículo publicado por José María Rodríguez Ibabe (1979), se convocó por medio de oposición una plaza de tamborilero municipal en San Sebastián, y entre los ejercicios que se hicieron -muy completos, ya que además de tocar se pedía también improvisar tanto melodía como polifonía, así como teoría de la música y composición- se exigía la composición en tres cuartos de hora de un zortziko y una contradanza para dos silbos y silbote. Lo que no sabemos, claro está, es si lo que se pedía en esta prueba era exigencia motivada por la práctica o bien el mero examen de la capacidad teórica de los opositores.

En general, puede decirse que a través del siglo XIX desapareció entre las clases altas aquel interés por la música popular y el txistu, y por ello desaparecen en buena medida las referencias respecto al silbote. A fines de siglo, sin embargo, tendremos nuevas noticias respecto a él de la mano de otro movimiento. El Renacimiento cultural vasco, en efecto, intentó recuperar e impulsar las costumbres vascas, y especialmente aquéllas que veía en peligro. Para ello utilizó especialmente los concursos que se realizaron en los Juegos Florales. En efecto, en 1884, en los Juegos Florales de San Sebastián se premiaba con una escribanía de níquel al autor del mejor arreglo hecho para dos silbos y dos silbatos [sic] sobre música exclusivamente bascongada, o bien tomada de los clásicos Haydn ó Mozart (Euskal Erria, t. 11, 1884, pp. 330-9).

La intención de los organizadores era clara, y así lo manifestaron al año siguiente, cuando , a pesar de que aparentemente desierta, repitieron la convocatoria: popularizar en el país basco aquellas composiciones de musica clásica que por su sencillez y semejanza con la de estas provincias podian ser facilmente comprendidas y ejecutadas por toda suerte de gentes. (Euskal Erria, t. 12, 1885, p. 344). En ese sentido cabe entender esta nueva combinación -dos txistus y dos silbotes- aunque no tuviera tradición. Aquí es patente la influencia de la música erudita, ya que en ella la organización en cuatro voces tiene una gran importancia. Y por otro lado, además, los organizadores habían captado la fuerte influencia clásica, es decir, la de la música de la segunda mitad del XVIII, en el repertorio txistulari, citando expresamente muchos minuetos de Haydn y Mozart. En ese año, en efecto, se presentó un trabajo bajo el nombre de El silbo vasco=Mendelssohn, pero sólo se le concedió el accésit ya que en su opinión obras de ese tipo, aunque fueran muy apropiadas para txistus y silbotes, difícilmente pueden ser populares en nuestro país.

Los organizadores, con todo, no tuvieron en cuenta que, a diferencia de lo que ocurre con los coros o los cuartetos de cuerda, el silbote sólo ampliaba en una quinta el ámbito del txistu, y en esas condiciones era muy difícil obtener resultados similares a los de esas formaciones. Por ello seguramente, la confianza que expresamente manifestaron no se confirmó en las convocatorias de años sucesivos, y la repetición sistemática del mismo concurso en años sucesivos no produjo gran fruto. En 1896, sin embargo, en un concurso de interpretación de los Juegos Florales de Bilbao se completaron en pos del premio cuatro bandas con dos txistus y dos silbotes (todas guipuzcoanas: Elgoibar, Zumárraga, Amorebieta e Irún). Pero está claro que en la práctica esa interpretación resultaba extraña. A una de las convocatorias del concurso de composición mencionado, por ejemplo, presentó Raimundo Basurco una obra que se conserva en el museo de San Telmo de San Sebastián con un nombre muy significativo: Aurresku aristócrata arreglado para dos txistus y dos silbotes. Para el aurresku bailado en Sn. Sn. ante SS.MM.= 29 de agosto de 1887 (Beltran Argiñena 1997: 116). está claro qué inusual fue aquella interpretación.

Y otro indicador de la escasa utilización del silbote es la falta de una denominación clara en vascuence. En este concurso, por ejemplo, se utiliza en ese idioma el término chirola, pero en otros, como los de Oyarzun (1897) o Cestona (1898), se utiliza chistu-lodi, "chistu gordo". En este sentido, además, en la dura polémica que tuvo lugar en 1908 en Navarra entre El Eco de Navarra y Diario de Navarra estudiada por Karlos Sánchez Ekiza (1996), el que pretendía defender el txistu frente a la gaita decía expresamente: silbo no es instrumento; es el ruido producido por la acción de silbar. Silbote no es ruido, ni es instrumento, ni es nada (Diario de Navarra, 27-6-1908).

El silbote, en efecto, no conseguía encontrar del todo su lugar. Y el caso de san Sebastián , quizás el lugar de mayor encuentro del txistu con la música erudita, puede ser en este sentido muy clarificador. Unos años más tarde, en 1893, entra en la banda de tamborileros como silbote un niño de trece años, Raimundo Basurco, hijo otro tamborilero de la banda, Eusebio Basurco, y ahijado del famoso compositor Raimundo Sarriegui. Después de pasados cinco años tocando sin cobrar consiguió una retribución del ayuntamiento, pero no un puesto fijo. Cinco años más tarde, en 1903, Raimundo pidió permiso para marchar como violinista al Teatro Real de Lisboa, y al no concedérselo se vio obligado a dejar el cargo de San Sebastián. Entonces ocupó el puesto su hermano Nemesio sin someterlo a los honores de un concurso visto que el cargo no es de importancia. Y en 1910, cuando los otros dos tamborileros, Eusebio Basurco y Julián Unanue, pidieron una subida de sueldo, el ayuntamiento encontró la solución en el sueldo del silbote, suprimiendo de esta manera este puesto (Rodriguez Ibabe 1979: 27-28).