Santuario de Arantzazu. Oñati (2005 version)

D. Pablo de Lete, provincial de los franciscanos, ante la insuficiencia de la iglesia construida después del incendio de 1834, decide la construcción de una basílica nueva. La primera piedra del nuevo edificio se coloca el 9 de septiembre de 1950, tras un concurso nacional de arquitectura ganado por los arquitectos Javier Sáiz Oiza y Luis Laorga. Parte de la anterior edificación se conservó en lo que es hoy la cripta del santuario. En el resto, de modernas y atrevidas líneas, destacan las tres torres erizadas de puntas de diamante que se alzan hacia el cielo en medio de un paisaje abrupto y salvaje. Para la decoración del edificio fueron seleccionados los escultores vascos Jorge de Oteiza (fachada) y Eduardo Chillida (puertas), Javier de Eulate (vidrieras) y la pintura fue adjudicada a Carlos Pascual de Lara y al bermeano Nestor Basterrechea, artista de acusada personalidad, autor de pintura mural, escultura, vidrieras, actividades artísticas industriales y director cinematográfico de calidad. Tres años después es inaugurada la nueva basílica (30 de agosto).

En 1954 comienza Oteiza la ejecución del monumental Friso de los Apóstoles y Basterrechea la de las pinturas murales de la cripta, Pecado, expiación, perdón y gloria (640 metros cuadrados). Aproximadamente al año de iniciadas las obras, éstas son interrumpidas por orden superior. Los apóstoles permanecen durante 15 años abandonados en la carretera. Peor suerte corren los frescos de Nestor Basterrechea -11 murales dibujados durante un año de trabajo, aproximadamente el 45 % del total- que son encalados durante una ausencia del artista que había sido convocado a Madrid. En 1962, tras un concurso de ámbito nacional, el pintor madrileño Lucio Muñoz, realiza las pinturas del ábside del templo que abarcan una superficie de 600 m. cuadrados. Interrogado el autor sobre el sentido de su obra, contestó: "mi obra es más para ser sentida que entendida: no hay en ella esteticismo ni jeroglíficos de ninguna clase; todo sucede de forma tan natural y sencilla como en la naturaleza. Nadie se preguntará qué quiere decir mi obra, como nadie se pregunta qué quiere decir el paisaje de Arantzazu o el color de sus montañas". Sin embargo hay que esperar hasta 1968 para que Oteiza sea autorizado a reemprender las obras por Mons. Bereciartúa, poco antes de morir éste. El friso es colocado por fin en agosto de 1969. Se trata de 14 magníficas figuras de apóstoles en piedra gris de Marquina -"seguramente son demasiados, ya se ha dicho, pero artísticamente, cuando uno se expresa, hay que hacerlo con alguna generosidad, con alguna esperanza" que abarcan 12 m. de ancho por 2,70 de alto y 0,90 de espesor. En lo alto, una Piedad tradicional de 2,70 m. de ancho del Cristo yacente por 2,86 m. de alto y 1 m. de saliente: "al pie del muro, está el friso en el que se simboliza los apóstoles porque son figura de turbación y de dolor y, sobre todo, porque permanecen en fidelidad y ahí están, al pie de los que sufren y de los que viven y esperan". El conjunto de la portada podría ser denominado, según Oteiza, "Muro funerario del pueblo vasco para un imaginable cementerio de pueblos". Su consecución ha valido a este escultor vasco de fama internacional innumerables desengaños y amarguras ya sea por la incomprensión de la que ha sido objeto, ya por la falta de medios, canteros adecuados, etc. El mismo nos dijo: "Tiene pues que saberse, no he podido concluir, pero tiene que saberse también que ya no me importaba. A nadie le ha importado nada de lo que estaba haciendo, y tampoco estoy en la situación de otros escultores que piensan en la eternidad de sus creaciones; yo no trato de ser más que un testimonio de esta pobre hora que vivimos, yo me expreso con los demás, con los demás me hago o me arruino". Basterrechea, menos afortunado aún, conserva solamente los bocetos de la obra realizada, en espera de una más justa revisión de su caso. Hay que hacer constar que la realización de la nueva basílica fue muy facilitada por las obras que para un nuevo ábside se realizaron, con estilo diferente, por los años 1920. Dichas obras fueron costeadas por el caballero alavés Pablo Ruiz de Gámiz. En 1963 el colegio de arquitectos vasco-navarro otorgó al edificio el premio "Juan Manuel Aizpurua".

IEZ