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Puerto de Mutriku

Sito en el límite con Bizkaia, en uno de los parajes más bellos e impresionantes de la cornisa cantábrica, el puerto de Mutriku es uno de los más vetustos de Gipuzkoa pero, también, el primero que construyó muelles de cantería.

Está ubicado en una pequeña cala natural protegido de los temporales del noroeste del Cantábrico por el promontorio de Burumendi y la punta de Akolea o Talaia. Pese a tener una entrada bastante complicada e incómoda a causa de la fuerza de las corrientes y de los flujos y reflujos del mar, en su dársena han buscado abrigo pataches, lanchas pesqueras y otras embarcaciones menores desde fechas muy tempranas. Es por ello, por lo que la actividad económica de Mutriku ha estado desde siempre ligada al mar e, incluso, es anterior a la fundación de la Villa el año 1209 por Alfonso VIII de Castilla, tal y como lo acredita un documento de Serapio Múgica. Por él sabemos que, en tiempos de la conquista castellana, había en esta jurisdicción unos hombres que solían entregar todos los años una ballena al Monarca, tributo que en 1200 fue transferido a los Caballeros de la Orden de Santiago.

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Desde entonces, la pesca ha sido uno de los motores económicos de esta localidad guipuzcoana y, además, ha tenido un efecto multiplicador sobre otros sectores económicos, concretamente, la industria naval y la conservera. Es por ello, por lo que el mantenimiento, adecuación y modernización de las instalaciones portuarias fue desde fechas muy tempranas una de las mayores preocupaciones y prioridades de las Autoridades.

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Al parecer, ya en el siglo XIII el puerto de Mutriku registraba una importante actividad económica puesto que, de no ser así, es incomprensible que en tiempos de Fernando III de Castilla (1199/1201-1252) se decidiera construir dos muelles de cantería cuando lo habitual por aquel entonces era que este tipo de infraestructuras fueran de madera.

El puerto mantuvo esta fisonomía hasta el reinado de Juana La Loca, momento en el que los dos atracaderos mentados fueron ampliados y reparados. Para poder hacer frente a tan sustancial inversión, las Juntas Generales celebradas en 1550 autorizaron al Concejo mutricuarra a hacer un reparto de 300 ducados entre sus vecinos, que resultó insuficiente, por lo que se impuso un canon del 1% sobre la pesca. No es casual que las obras se llevaran a cabo en este preciso momento, puesto que eran tiempos de bonanza económica y estabilidad política en los que muchas eran las naos que cada año iban a aguas de Terranova a cazar ballenas, el comercio había experimentado un inusitado crecimiento y los astilleros de Mutriku se empleaban en los pedidos de los armadores vascos para estos menesteres.

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Sin embargo, los fuertes temporales del Cantábrico que azotan esta zona han ocasionado repetidos y costosos daños en el puerto a lo largo de su historia, por lo que ha sido su conservación, precisamente, su gran hándicap. Así por ejemplo, hubo una tempestad mediada la década de 1580 acompañada de una "creciente de mar" en la que los destrozos fueron de tal magnitud, que en 1596 las Autoridades Municipales solicitaron a Provincia la exención de fogueral durante una década para proceder a su reconstrucción. En 1686 una nueva embestida del mar volvió a causar estragos de consideración, en cuya reparación colaboraron las instituciones provinciales. Pero fue en la siguiente centuria cuando la furia del mar originó daños de tales dimensiones, que los ancianos del lugar dijeron no haber visto jamás cosa semejante. No les faltaba razón, puesto que en diciembre de 1738 el agua se llevó una parte del lienzo del muelle imposibilitando el acceso al puerto a las cabalgaduras; y en 1749 hubo que volver a construir el malecón norte y reparar un enorme socavón en el sur.

Ante tan reiteradas y costosas obras, se llegó a tener la sensación de que no se estaba actuando correctamente. Se intentó atajar el problema de raíz en 1765 contratando al afamado arquitecto Francisco de Ibero, quien optó por demoler una parte del morro, hasta dejar al descubierto sus cimientos, y construir un murallón de protección en la zona de Arichirri. Y así fue.

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Entre 1815 y 1831 el puerto pasó a poder de la Cofradía de Mareantes de Mutriku en virtud de un convenio suscrito con el Regimiento por el que se le cedía su propiedad a cambio de conservarlo en condiciones adecuadas para su utilización y de no establecer nuevos tributos. Empero la Cofradía no cumplió con su compromiso, por lo que en 1831 la Villa recuperó su titularidad.

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Los problemas económicos de la villa de Mutriku para el mantenimiento de su dársena terminaron en 1866 cuando el Estado lo declaró puerto de 2ª clase y pasó a ser de su titularidad, aunque, paradójicamente, no se acometió obra de importancia alguna hasta 1877 con evidente perjuicio para los pescadores y los astilleros de la localidad. El trabajo fue encomendado al ingeniero Evaristo Churruca y se trató de solucionar el problema de la penetración de las olas en el interior del atracadero. Con este fin, planteó la construcción de un dique rompeolas al noroeste de 178 metros, que arrancaba al pie del cerro de Burumendi, y otro en el sector sur, al pie de la punta de "Cristo-soluco". El proyecto se completaba con la erección de un muelle de ribera, al abrigo del segundo de los rompeolas. En 1902 estas infraestructuras fueron complementadas con la construcción de un segundo muelle en la parte norte.

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No obstante, la solución definitiva al problema vino dada por el ingeniero Ramón Iribarren cuando en el año 1932 desarrolló y puso en práctica en Mutriku su revolucionario "método de los planos de oleaje". Con este procedimiento teórico pudo determinar el avance y dirección de las olas teniendo en cuenta el efecto de las profundidades, la forma de las costas así como las obras previamente existentes. Estimó que en el caso del puerto mutrikuarra lo más oportuno era la construcción de una rampa rompeolas, primero en el puerto exterior y luego en el interior, con el fin de producir la rotura de la ola y evitar los efectos de su reflexión. Y no le faltaba razón, puesto que los resultados obtenidos en el fondeadero fueron muy satisfactorios, pero no definitivos.

Aunque en los años 1990 se hicieron varios estudios de modelización del oleaje, el puerto mantuvo este aspecto hasta comienzos del siglo XXI. En 2001 se redactó el Plan de Ordenación del puerto consistente, básicamente, en convertir la vieja dársena pesquera en un puerto deportivo, construir un nuevo dique para los barcos pesqueros y erigir una plataforma para las reparaciones a flote que uniría los dos núcleos anteriores.

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Ejecutadas estas obras, el Gobierno Vasco suscribió un protocolo de colaboración con el Ente Vasco de Energía con el fin de aprovechar la nueva infraestructura para la implantación de una planta de generación de energía con el oleaje del mar, es decir, una central undimotriz. Inaugurada el 8 de julio de 2011, consta de 16 turbinas capaces de producir 970MWh al año y es la primera de su especie a nivel mundial.

El puerto de Mutriku fue pionero en el siglo XIII y continua siéndolo en el XXI, lo cual le ha proporcionado unas señas de identidad propias caracterizadas por su apuesta por la innovación y la modernidad.