La muerte -(h)eriotza, balbea- ha suscitado en los vivos a lo largo de la historia un conjunto de actitudes y creencias, evidenciadas en ritos y cultos, destinados a honrar al muerto, ayudarle a dar el paso postrero (un viaje) y lograr que su espíritu consiga renacer de alguna manera (transmigración, reencarnación, palingénesis, salvación del alma...). Con la correcta ejecución de los ritos funerarios quedaba asegurado el éxito de la empresa salvadora, lo contrario producía almas en pena, que podían resultar molestas e incluso dañinas. Los siglos de implantación en el País Vasco del cristianismo, cuyo sistema para afrontar la muerte desde una óptica regeneradora comparte algunas de las aspiraciones del paganismo arcaico, no ha podido evitar que el poso de estos fondos culturales materialistas y animistas afloren con cierta lozanía hasta épocas muy recientes.
Las actitudes ante la muerte y las creencias sobre su esencia se componen pues, en el País Vasco, de dos órbitas que se presentan con frecuencia entremezcladas: por una parte, el dogma católico y el Ritual Romano, implantados de forma ecuménica y homogénea por encima de las peculiaridades culturales de los pueblos; por otra, los despojos de los antiguos cultos pre-cristianos que han supervivido de forma fragmentaria; citaremos a continuación algunas de estas prácticas pertenecientes al acervo de la antigua cultura sobre la muerte.