Concept

Azti, Aztru, Aztua

Mago, Adivino. Este es el nombre de las personas que se dedican a adivinar y a practicar la magia, pretendiendo actuar sobre las cosas mediante sus representaciones, sean éstas objetos materiales, simples imágenes, gestos, símbolos o nombres.

La magia -en euskera aztikeri- en el País Vasco es conocida o es practicada en diferentes formas, las cuales pueden ser apreciadas en los casos que apuntamos seguidamente entre los muchos que pudiéramos citar.

Argi "luz", es considerada en muchos sitios de Vasconia como uno de los nombres y símbolos del alma humana. El alma de un difunto aparece, según es todavía creencia bastante extendida, en forma de luz. Y con luz de cera (en euskera argizai "¿guardián de almas?") que la representa, se influye sobre ella o se le alumbra, según es creencia y práctica usual en las casas y en las iglesias aun en nuestros días. La luz de la cera, símbolo del alma y de la vida, que, en virtud de una fuerza mágica, hace que las almas de los difuntos tengan luz en su morada de ultratumba, es también utilizada para consumir la vida de una persona. Así, en una casa de Leitza -para citar un caso típico- trataron de descubrir y castigar al ladrón de su vecindad que, a su juicio, les había robado un barkillo (plato de plata). Para lograrlo encendieron una vela de cera que, en su intención, representaba al ladrón, pensando que la vida de éste se iría extinguiendo a medida que la vela se fuera consumiendo. En este caso no murió ninguna persona de la vecindad, porque no hubo robo alguno; pero en el manzanal perteneciente al dueño del barkillo se secó un manzano en cuyo hueco estaba perdida la preciosa vasija. En otros casos, para vengar una injuria, retuercen y queman una vela, esperando que luego quedará retorcido y consumido el individuo causante de la injuria.

Es la moneda la que representa a veces en las operaciones mágicas a la persona a quien trata de castigar el mago. Este retuerce o dobla una moneda y la echa al fuego o en el cepillo de una iglesia, para lograr que la persona odiada sufra y finalmente se muera. Para curar enfermedades cardíacas, el mago sacrifica un gallo cuyo corazón deposita debajo de la tierra para que se pudra, con lo que se espera que se curará el corazón del enfermo. Para curar contusiones, distensiones, etc., el mago coloca una prenda -una media o calcetín, si la lesión es en una pierna- sobre el miembro herido y con una aguja y un hilo simula una costura en dicha prenda, esperando que con esto quedarán cosidos o unidos los músculos distendidos.

En los fuegos solsticiales, tanto de verano como de invierno, se queman yerbas, pellejos o muñecos que representan el año viejo o tutores del tiempo pasado, esperando que aquella combustión acabará con los malos espíritus que perjudican a las cosechas o causan enfermedades al ganado.

Otra forma de magia es la de quienes producen lluvia artificial asperjando con agua a un santo, a fin de lograr lluvia natural para los campos. Para alejar la nube tempestuosa que amenaza descargar pedrisco, el mago le señala con la planta uztaibedar "yerba de arcoiris" (rumex crispus) el lado a donde aquélla debe dirigirse. Para hacer que el rayo no caiga en una casa o se mueva en sentido contrario, se coloca en el umbral de su puerta de entrada un hacha -símbolo del rayo- con el filo mirando arriba.

No sólo la semejanza, sino también otras circunstancias y cualidades confieren la representación mágica a las cosas. En el espíritu del mago, una parte separada de un objeto, o simplemente algo que ha estado en contacto con él o le ha pertenecido, representa al mismo. Por eso, lo que el mago haga en aquella -uniendo a la acción una intención- se efectuará en dicho objeto -persona, animal o cosa-. Así, para curar el herpe que padece una vaca, tocan a ésta con ramas verdes de acebo y de enebro. La vaca se cura al secarse dichas ramas. En una gruta de Iuskadi o Iduskimendi (monte del sol) existe una estalagmita que es considerada como una santa petrificada. Los que sufren eczema tocan con un pañuelo dicha estalagmita y luego su miembro enfermo. Después dejan el pañuelo en las rocas de la gruta. La enfermedad debe desaparecer con el pañuelo. En la curación de infartos y verrugas tiene también su aplicación este modo de representación basada en el contacto.

Quien tiene infartos en su cuerpo, toma en su mano un grano de sal común, frota con é1 la parte enferma, trazando cruces, mientras dice esta fórmula: Gainguillak dira | bederatzi; bederatziak | zortzi; zortziak | zazpi; zazpiak | sei; seiak | bost; bostak | lau; lauak | iru; iruak | bi; biak | bat; gainguillak egin dezala zirt-zart."Los infartos son | nueve; los nueve | ocho; los ocho | siete; los siete | seis; los seis | cinco; los cinco | cuatro; los cuatro | tres; los tres | dos; los dos | uno; que el infarto haga zirt-zart, que reviente". A estas últimas palabras lanza al fuego el grano de sal, el cual crepita al instante, hace zirt zart. Con otro grano efectúa la misma operación; después, con otros hasta echar al fuego el noveno grano. Se practica esto en nueve días consecutivos con nueve granos cada vez. Así quedan curados los infartos o las verrugas, según el mago. En lugar de granos de sal, se utilizan también granos de trigo, bayas de enebro, juncos, etc. Pero éstos no son lanzados al fuego, sino sepultados en la tierra: se espera que, al pudrirse tales objetos, desaparecerá la enfermedad.

El nombre de una cosa es considerado como una representación de la misma, íntimamente unido con ella conforme al dicho: izena duen guztia omen da; izengaberik ez omen, "todo cuanto tiene nombre existe; nada existe sin nombre". Por eso el mago actúa sobre el nombre: así la cosa designada por éste será alcanzada dondequiera que se halle. Tal es el caso del birao "imprecación", "genio maligno", en el que una fórmula imprecatoria montada sobre un nombre, proyecta sobre la persona o cosa significada por aquél una desgracia, una enfermedad o un diablo. Cuando se ignora el nombre de la persona contra quien se desea lanzar el birao, el mago puede lograr todavía un certero disparo de su imprecación. Para ello debe ir repitiendo incesantemente durante todo el día la fórmula imprecatoria, puesto que hay un momento en el día en que el birao halla indefectiblemente su objeto. Un ejemplo de imprecación: etsaiak artuko al au (que el diablo te coja). Ese diablo o espíritu maligno que, en virtud del birao, se introduce en una persona, se llama también gaixto, mamu, galtxagorri.

Al mismo círculo de ideas pertenecen las imprecaciones que aparecen frecuentemente en documentos medievales. Así, en la Carta en que el rey Sancho el Sabio de Navarra consigna los fueros otorgados a la villa de Laguardia en el año 1.165, pone estas palabras:

"Que esta Carta, é estos fueros, é Costumbres quisieren desrromper, o quebrantar sea maldito, e apartado de Dios, que es Padre, e fixo, e Espíritu Santo, e de Santa María, e de nuestro Señor Jesu-Christo, et sit en la maldición de los Angeles, e de los Arcangeles, e de los Patriarcas, e de los Profetas, e de los apóstoles, e de los Evangelistas, e de los Mártires, e de los Confesores, e de las Vírgenes, e de todos los Esleitos de Dios, e sea danado, como judas traidor, en el infierno de fivo et perezca assi como perecieron Sodoma e Gomorra, vean los sus días pocos, e su muger sea fuida, e sus Fixos huerfanos sea destruido de el libro de los que viven en buena vida e no fagan commemoración de el de aquí adelante Amen, e sobre aquesta maldicion Pecha al Señor Rey diez mil maravedis".