Architects

Miranda, Alejo de

Bergara, 1760; Bergara, 1821. Arquitecto guipuzcoano que ejerció su profesión en Gipuzkoa y en Bizkaia principalmente; se le considera uno de los primeros arquitectos con formación académica e introductor del neoclasicismo.

Como ocurre con la mayoría de sus compañeros de generación y de profesión, son muy escasos los datos que se han podido recopilar sobre el arquitecto neoclásico guipuzcoano Alejo de Miranda. Se sabe que nació posiblemente en Bergara en 1760 y que falleció en Bergara en 1821, y que se casó también en este pueblo en 1784 con María Antonia de Urizar. También hay constancia de que en 1803 estaba inscrito como arquitecto de mérito en la Real Academia de San Fernando de Madrid.

Este último dato es muy importante ya que Alejo de Miranda fue uno de los primeros arquitectos vascos que cursó los estudios de arquitectura en la academia, inaugurada a finales del siglo XVIII con el patrocinio del rey Carlos III y gracias al empeño del arquitecto Ventura Rodríguez, que de este modo pretendía dignificar la profesión. Como consecuencia, los maestros de obra que hasta entonces habían tomado las responsabilidades de los arquitectos tuvieron que ponerse al servicio de éstos. Gracias a esta formación Alejo de Miranda fue uno de los primeros arquitectos que construyeron en el lenguaje neoclásico que la academia decidió difundir, convirtiéndose en uno de sus primeros valedores a finales del siglo XVIII en el territorio vasco.

Poco se sabe también de los proyectos que diseñó y los trabajos que ejecutó ya que, además, algunos de ellos no se han conservado hasta nuestros días. De los primeros proyectos de los que se tiene constancia es la construcción del ayuntamiento de Ordizia en 1798, donde Alejo de Miranda interpretó de una manera culta, a la manera romana, el esquema de los ayuntamientos vascos barrocos del siglo XVIII introduciendo un vestíbulo columnado.

Entre 1799 y 1808 lo encontramos trabajando en Bizkaia, participando en los diferentes proyectos de la Plaza Nueva de Bilbao, en el proyecto para el Puerto de la Paz también en Bilbao -en ambos junto con Silvestre Pérez -, los dos sin realizar, y construyendo aunque destruidos posteriormente la fábrica de Harinas del Pontón y el Coliseo de las Comedias de Bilbao que diseñó junto a Agustín de Humaran y que se incendió en 1816.

Durante estos años también realizó importantes proyectos y obras en el ámbito religioso, participando en diferentes proyectos finalmente no ejecutados como la iglesia de San María de Bermeo también junto con Silvestre Pérez, y construyendo tres proyectos: la iglesia de Santa María de Gorostiza en Nabarniz, la iglesia de San Martín de Tours de Ibarra en Aramaio y la iglesia de San Miguel de Iurreta. En Nabarniz realizó una planta centrada que se inspiraba en la rotonda del Panteón romano aunque sin óculo, al igual que hizo el arquitecto navarro Santos Ángel de Ochandategui en la iglesia de San Pedro en Mañeru, traduciéndose al exterior como una cruz griega con el módulo central cuadrado tenuemente resaltado. En Aramaio, aunque es conceptualmente similar a la de Nabarniz, destaca más el acentuado juego volumétrico exterior similar al utilizado por Silvestre Pérez y el propio Alejo de Miranda en Bermeo, dominando el conjunto la cúpula y el pórtico frontal decástilo sobre sencillos pilares cuadrados sin éntasis. Finalmente, en Iurreta Alejo de Miranda con un planteamiento similar a la iglesia de Larrabezu de Ventura Rodríguez, apostó por la sala tetrástila con prolongación de la nave hacia el presbisterio y el coro.

Sin embargo, Alejo de Miranda recibió su encargo más importante en 1814 con motivo del incendio de San Sebastián en 1813. El proyecto inicial para la reconstrucción de la ciudad fue realizado por Pedro Manuel de Ugartemendia pero fue rechazado por los propietarios de los solares ya que Ugartemendia propuso un proyecto ilustrado y radical en el que pretendía crear una ciudad desde cero, completamente nueva y en la que se superponían dos tramas, una reticular con vocación igualitaria y otra radial que tenía como núcleo una nueva plaza mayor donde se ubicaban los edificios más representativos. Pero los propietarios de los solares apostaron por el trazado anterior de la ciudad ya que no querían perder sus privilegios previamente adquiridos y forzaron a la Academia de San Fernando a rechazar el proyecto y a Ugartemendia a trazar uno nuevo junto a Alejo de Miranda, a quien se contrato seguramente porque era mayor que el arquitecto andoaindarra, con más experiencia y quizás menos vehemente y radical que éste.

En el nuevo proyecto Ugartemendia y Miranda rectificaron y regularizaron las calles y los bloques de vivienda respetando la anterior división de la trama urbana; también se mantuvo la ubicación y las dimensiones de la anterior plaza. En general, fue una solución práctica pero menos radical que pretendió racionalizar el trazado medieval. Finalmente, tras algunas modificaciones se impuso este segundo proyecto al que Ugartemendia y Miranda consiguieron introducir severas ordenanzas que dieran unidad a las casas construidas.

Dos años más tarde, en 1816, después de las primeras obras de reconstrucción, Ugartemendia y Miranda también proyectaron y ejecutaron la plaza de la Constitución de San Sebastián, que se ubicó con el mismo trazado, en el mismo lugar y con la misma forma que la existente antes del incendio. La plaza se planteó como un desventramiento de una manzana alargada entre dos calles; así, las dos calles interrumpen la continuidad de las fachadas que se intentan unir y uniformizar mediante unos arcos elípticos en la planta baja. La plaza, por tanto, se compone de cuatro edificios independientes -los dos laterales continuando su fachada a lo largo de las calles adyacentes-, cada una con su autonomía correspondiente. Esto propició la posibilidad de introducir en uno de los lados la casa consistorial con un diseño distinto que proyectó el arquitecto Silvestre Pérez. Con el objetivo de dar unidad al conjunto como se estableció en el proyecto de reconstrucción de la ciudad con unas ordenanzas muy rígidas, pero también intentando dotar a la plaza de un carácter diferente, los dos arquitectos guipuzcoanos emplearon tres elementos que diferencian y destacan la plaza del resto de las calles: el pórtico en planta baja, los balcones corridos y los arcos de entrada.

En cuanto a los ordenanzas citadas, hay que destacar que en las mismas tanto Ugartemendia como Miranda se hicieron eco de las tendencias ilustradas en cuanto a la salubridad y la comodidad de las casas, ya que no sólo regularizaron las fachadas sino también los espacios interiores, eliminando ángulos agudos en las habitaciones y buscando una redistribución más lógica de las mismas en las que se primase la luz y la ventilación, eliminando las oscuras alcobas de épocas anteriores.

Después de esta última obra y hasta su fallecimiento en Bergara en 1821 no tenemos constancia de más trabajos proyectados o realizados por Alejo de Miranda.