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VILLANUEVA DE TOBERA

De su bello caserío destaca la iglesia, situada en alto en el centro del pueblo y a la que se accede por unas bellas escaleras con pretiles de piedra ejecutados en 1677 (M. J. Portilla Vitoria y J. Eguía López de Sabando, 1968: 229/232). Es un conjunto rectangular de dimensiones considerables, con contrafuertes laterales, y al que se han ido añadiendo a lo largo de la historia otras construcciones adyacentes. A sus pies todavía conserva una ventana de arcos apuntados geminados que descansan en un alfeizar destacado y que nos dan idea de su pasado medieval. En el muro norte de la iglesia encontramos el tramo más antiguo de la construcción, también medieval y que queda marcado por un baquetón vertical en el tramo cercano al hastial. Todo el conjunto ha sido construido en mampostería, reservándose el sillar para los esquinales. Se adosan con posterioridad la torre, de planta cuadrada y cuerpo de campanas separado por elegante cornisa del fuste y decorada con placas recortadas, propio del siglo XVIII. El último cuerpo alberga cuatro campanas entre arcos de medio punto y decora su chapitel apuntado con bolas, resabio de la arquitectura barroca clasicista. En el lado sur se adosa un pórtico con gran arco de medio punto. Encima de su clave una ventana con reloj de sol inciso en la piedra del alfeizar y debajo de ella una venera decorada y la inscripción que data la obra, 1764.

El ingreso al templo se hace a través de un arco de medio punto ligeramente apuntado con cinco arquivoltas decoradas con baquetones lisos y apoyadas en cuatro columnas también románicas con sus capiteles decorados con motivos vegetales estilizados y puntas de estrellas y garras en sus basas. Esta bella portada, ejemplo del arte Románico se data en el siglo XIII.

El interior nos muestra una nave con cuatro tramos, capillas laterales a ambos lados y cabecera recta. Los dos tramos de los pies muestran su carácter medieval a través de las esbeltas columnas románicas adosadas a la pared, con sus capiteles decorados, que soportan la bóveda de cañón apuntada que cubre estos tramos. En los siguientes la bóveda descansa sobre pilastras La cabecera se cubre con bóveda barroca de arista. En los años finales del XVI, concretamente en 1584, se documenta al cantero cántabro Rodrigo de la Cantera recreciendo los muros de la iglesia para cubrirlos con bóvedas de crucería gótica, obra que no llega a su fin, pero de la que quedan vestigios, como los arranques de los nervios, visibles por encima de la bóveda actual y bajo el tejado. A los pies de la iglesia se abre un arco rebajado sobre el que descansa el coro alto, obra también barroca. Frente a la puerta, una pequeña capilla con la pila bautismal románica, con pie circular decorado con motivos vegetales y florales y copa circular lisa (G. Bilbao López, 1994: 134). Sobre ella se conserva una bella talla de Cristo Crucificado.

El ajuar más destacado que orna este templo es un interesante conjunto de retablos barrocos, cuatro laterales situados en las capillas de la nave y el mayor, que muestran una variedad tipológica y cronológica de gran interés. El retablo mayor es una obra de talla que se realiza entre 1663 y 1684, en el que todavía perviven las características del Barroco Clasicista. Es obra de Francisco de Foronda y de Pedro de Arenalde. Consta de dos cuerpos, tres calles y ático con aletones vegetales en los laterales. Los soportes empleados son columnas torsas con tercio inferior diferenciado, en el primer piso y de fuste estriado en el segundo, mientras en el cuerpo de remate se emplean pilastras ganchudas. Comienza a tener cierto protagonismo la decoración vegetal en los entablamentos, pilastras y tarjas de remate de las cajas, así como en el ático. La iconografía del retablo nos presenta en lugar principal al santo titular, San Vicente y sobre él, el Calvario. En las calles laterales san Juan Bautista y san Juan Evangelista en el primer cuerpo y san Esteban y san Lorenzo en el segundo, también diáconos y mártires, como el titular. Destaca dentro de este conjunto el sagrario, un bello templete de planta central con dos pisos y remate con peana de asas, de la misma cronología que el retablo. Emplea los mismos soportes que el retablo en sus dos pisos y se decora con el Resucitado en la puerta entre dos tallas de san Pedro y san Pablo. En el segundo piso, dos santos apóstoles. Toda la obra se policroma también en los años finales del siglo XVII, combinando sabiamente el dorado bruñido con el color en la talla vegetal, especialmente rojos, azules y verdes. Es la policromía conocida como de la "distensión barroca" (P. L. Echeverría Goñi, 2003: 103) o de "luces y sombras" (F. R. Bartolomé García, 2001: 193/197) que intenta compensar el fulgor del oro con el color aplicado en la decoración vegetal.

Entre los retablos laterales, al lado del evangelio destacan el de la Virgen del Rosario y el del Santo Cristo. El primero es un conjunto del Barroco Churrigueresco, con una hornacina entre columnas salomónicas. Cobija la talla neoclásica de la Virgen, próxima al taller de los santeros de Payueta y en el ático la imagen barroca de san Roque. En la capilla contigua el retablo del Santo Cristo, también del Barroco, nos muestra un estadio previo a la etapa churrigueresca, pues sus columnas aún tienen el fuste liso aunque ya decoradas con uvas y pámpanos. Alberga una bella talla romanista del Crucificado y en el ático una imagen renacentista de san Blas obispo en actitud de bendecir. La policromía que lo cubre es semejante a la del retablo mayor, propia de fines del siglo XVII.

En el lado de la epístola encontramos los retablos de san José y san Antonio de Padua. Ambos son obras barrocas de pervivencia manierista y contrarreformista, de hacia 1660-1670, como corresponde al uso de columnas onduladas, serpenteantes o machihembradas, así denominadas por tener decorado el fuste con estrías en zig-zag (J. J. Vélez, 1990: 160). En ellos se custodian dos tallas barrocas de los santos titulares y conservan su policromía original de finales del siglo XVII.

Otros elementos de ajuar litúrgico conserva esta iglesia, entre otros, un púlpito de piedra y reja de forja con su tornavoz y un curioso confesionario empotrado en el muro y con puertas de madera.

Las artes del color se manifiestan en un lienzo barroco de fines del siglo XVII ubicado en el respaldar de la cajonera de la sacristía en el que se representa la Piedad y otro lienzo, hoy ubicado en el sotocoro y que representa la última cena, obra del siglo XVIII avanzado y que probablemente formara parte del monumento de Semana Santa. Tanto los muros como las bóvedas se mantienen revocados y encalados, lo cual garantiza que la decoración pictórica de los muros se conserva debajo y nos ofrece la posibilidad de ser algún día investigado.

Amaia GALLEGO SÁNCHEZ (2008)