Syndicats

Solidaridad de Trabajadores Vascos (version de 1997)

Como sindicato nacionalista y católico desde su fundación en Bilbao en 1911, Solidaridad de Obreros Vascos ha constituido un fenómeno social excepcional tanto entre los movimientos nacionalistas periféricos como dentro del sindicalismo cristiano en España. Su singularidad histórica queda patente en los años treinta cuando STV llega a ser un gran sindicato de masas, alcanzando su madurez tras su débil implantación en las dos primeras décadas de existencia. Así, en su I Congreso, celebrado en Eibar en octubre de 1929, sólo están representadas 45 agrupaciones de Vizcaya (6.200 afiliados) y Guipúzcoa (1.500), y hasta enero de 1930 no se crea la Confederación General de Obreros Vascos. Esta situación cambia radicalmente a partir del advenimiento de la II República española en abril de 1931 . En adelante STV va a experimentar un gran auge arraiga en Vizcaya y Guipúzcoa, penetra en Alava y Navarra, extiende su organización a los pescadores y campesinos, sectores sociales no integrados hasta entonces en dicho sindicato. En el seno de la comunidad nacionalista vasca, de amplia base popular e interclasista, STV es la entidad más importante y representativa de su ámbito sociolaboral -al no llegar a formarse la "Solidaridad de Patronos Vascos" proyectada por el PNV-, y está muy unida a los ámbitos político y cultural (hegemonizados por el PNV) del movimiento nacionalista en la Euskadi del decenio de 1930.

Los solidarios vascos recibieron "con entusiasmo" la llegada de la República, según el testimonio de quien fue su presidente durante medio siglo, Manuel Robles Aranguiz. Este resaltó con razón el "crecimiento espectacular de Solidaridad" en los primeros años del nuevo régimen, la época dorada del sindicalismo nacionalista vasco. Buena prueba de ello es la cifra de 40.000 asociados en el momento de su II Congreso (Vitoria, 1933), del cual se tratará más adelante. Varios factores contribuyen a explicar un incremento orgánico tan considerable en tan poco tiempo. En primer lugar, hay que tener en cuenta la fuerte incidencia de la depresión económica de los años treinta en el País Vasco y su secuela social del paro obrero, particularmente grave en Vizcaya, la provincia más afectada por la crisis, con unos 25.000 parados en 1933. Dada la falta de un seguro público, STV ofrecía asistencia a los parados. sin necesidad de pagar la cuota sindical, y éstos afluyeron a sus filas: así, un tercio de los 15.000 solidarios de Guipúzcoa en 1933 se encontraban en paro. Entre las medidas asistenciales puestas en práctica sobresalían los "comedores vascos" gratuitos y el "Gabon del solidario" en Navidad a cargo de Emakume Abertzale Batza, la potente organización femenina del PNV (EAB colaboró mucho con STV y canalizó hacia ésta a sus afiliadas asalariadas, sobre todo maestras y enfermeras, aunque el número de mujeres sindicadas en STV fue siempre muy, reducido). Ante la adversa coyuntura económica, una propuesta recurrente de STV (compuesta casi exclusivamente por trabajadores autóctonos) consistía en que los inmigrantes con menos de cinco años de residencia en Euskadi no pudiesen acceder a puestos de trabajo. Además, la crisis y el paro debilitaban a las centrales sindicales ante los empresarios quienes en general preferían contratar a los miembros de un sindicato moderado como STV antes que a los inscritos en los sindicatos de izquierdas (UGT, CGTU, CNT). También por motivos ideológicos los patronos nacionalistas (cuyo arquetipo era el gran naviero Ramón de la Sota) optaban por los solidarios vascos. Esto no es obstáculo para considerar en esta etapa a STV como un sindicato obrero de carácter reivindicativo (en vez de primordialmente asistencial o mutualista, como en la Restauración y como casi todos los sindicatos católicos coetáneos), que participaban en huelgas y al que ya no cabía tachar de "amarillo", a diferencia del período anterior. Otro factor clave del auge de Solidaridad fue el crecimiento también espectacular del PNV en el primer bienio republicano, que culminó con su gran triunfo electoral en las municipales y legislativas de 1933.

La evolución organizativa del partido y del sindicato nacionalistas a lo largo de los cinco años de República fue muy similar. En ambos casos tuvo mucho que ver la popularidad de la reivindicación del Estatuto vasco, que capitalizó políticamente el PNV y apoyó con interés STV desde el primer proyecto de 1931 hasta el referéndum autonómico de 1933. De hecho, el capítulo dedicado a "Trabajo y Propiedad" en el texto plebiscitado se inspiraba en la doctrina social de la Iglesia -asumida como propia por STV-, según el testimonio cualificado del diputado José Antonio Aguirre Es indudable que los vínculos entre el PNV y STV fueron más estrechos en los primeros años de la República que en la Restauración. He aquí algunos datos significativos. Los dos máximos dirigentes sindicales desde el Congreso de Vitoria, el presidente Robles Aranguiz y el vicepresidente Heliodoro de la Torre, fueron diputados nacionalistas en las Cortes republicanas. Además de éstos, las candidaturas del PNV en las elecciones legislativas se nutrieron con bastantes asesores de Solidaridad: tales eran Leizaola, Izaurieta, Irazusta, Jáuregui, Lasarte... Los diarios nacionalistas de Bilbao (Euzkadi), San Sebastián (El Día) y Pamplona (La Voz de Navarra) dedicaban una página a la labor social de STV, destacando los artículos de los sacerdotes Alberto Onaindía ("Egizale") y José Ariztimuño ("Aitzol") en su doble condición de ideólogos jelkides y propagandistas solidarios. La mayoría de los sindicados eran también afiliados al PNV (el 85 % según el dirigente de STV Primitivo Abad), perteneciendo una minoría a ANV el pequeño partido nacionalista de izquierda fundado en 1930. Otra vía de influencia del PNV sobre su sindicato afín se desarrolló a través de la Agrupación Vasca de Acción Social Cristiana (AVASC), institución de adoctrinamiento católico y patronal a los obreros vascos, promovida por el jesuita Joaquín Azpiazu y respaldada por la Iglesia y el PNV.

Los líderes jelkides Aguirre, Horn e Izaurieta encabezaron en 1931 su primera junta directiva, en la cual figuraban también políticos y patronos monárquicos y carlistas (Oreja, Vilallonga...). Este componente no exclusivamente nacionalista y su "amarillismo" fueron denunciados por el ala más radical del PNV (el aberriano Elías Gallastegui desde el semanario Jagi-Jagi) y por la izquierda nacionalista (el aeneuvista Olivares Larrondo desde el diario Tierra Vasca). Encaminados principalmente a instruir a los solidarios, AVASC organizó cursillos y conferencias y creó en 1933 la Universidad Social Obrera Vasca (USOV), cuya meta era "la formación social y cristiana sólida de obreros y empleados del País Vasco", de cara a preparar propagandistas católicos en el mundo sindical. Un último factor a señalar en relación con el progresivo ascendiente de STV entre las clases trabajadoras de Euskadi fue el desgaste sufrido por el sindicato socialista hasta entonces hegemónico, la UGT que llevó a cabo una política de moderación laboral al ser su líder Largo Caballero ministro de Trabajo en los Gobiernos de Azaña (1931-33). La rivalidad tradicional entre socialistas y nacionalistas y el rechazo de estos últimos a la política de los Gobiernos republicano-socialistas propiciaron una intensa hostilidad entre UGT y STV y un sorprendente acercamiento de ésta a los sindicatos revolucionarios, enfrentados duramente al Gobierno y a la UGT. En efecto, solidarios, comunistas y anarquistas fueron juntos a algunas huelgas, como, por ejemplo, la general de índole política convocada por STV a primeros de mayo de 1933 en Bilbao y su hinterland industrial. Todo ello contribuyó a trastocar la correlación de fuerzas existente en el sindicalismo vasco: puso fin a la hegemonía ugetista y dio paso a un dualismo sindical UGT-STV Si el sindicato socialista continuaba siendo mayoritario en Vizcaya (su feudo principal), pero seguido de cerca por la central nacionalista, ésta se había convertido en la primera fuerza sindical en Guipúzcoa y Alava, mientras que en la agraria Navarra predominaban los sindicatos católicos bien implantados en el campo.

Este fue el acto más importante de su historia hasta la Guerra Civil y la mejor prueba de su rápida consolidación en los dos primeros años de la República. Basta comparar las cifras dadas anteriormente del Congreso de 1929 con las oficiales del Congreso de 1933: asistieron 274 delegados en representación de 40.342 afiliados de 135 agrupaciones, la mayoría de Vizcaya (63) y Guipúzcoa (52) y unas pocas de Alava (l2) y Navarra (8). Desequilibrio territorial equiparable al existente en el seno del PNV. En el Congreso de Vitoria se cambió el nombre inicial de Solidaridad de Obreros Vascos por cl de Solidaridad de Trabajadores Vascos, que reflejaba mejor su base social por la pujanza de la Solidaridad de Empleados Vascos (nacida en 1920 y centrada en Bilbao) y la reciente incorporación de otros sectores laborales como los pescadores (tosrartekos) y los campesinos (nekazaris), cuyas organizaciones fueron fundadas en 1932-33 por el principal propagandista de STV el sacerdote nacionalista Policarpo de Larrañaga ("Xabier de Bursain", años después su historiador oficial en el exilio). Este hecho y su notable expansión obligaron a cambiar la estructura interna del sindicato para dotarle de una nueva, más moderna y compleja, en consonancia con su ambicioso objetivo: "Solidaridad de Trabajadores Vascos aspira a comprender en su seno a todos los obreros, empleados y profesionales de Euzkadi".

En la mayoría de los municipios vascos todas las agrupaciones profesionales de STV formarían la Federación local. En este Congreso se crearon las Federaciones de Industria. La suma de ellas a nivel provincial daba lugar a la Federación Regional de Trabajadores Vascos en Vizcaya, Guipúzcoa, Alava y Navarra. Y la unión de estas cuatro Federaciones Regionales constituía la Confederación Nacional de Trabajadores Vascos, cuyo consejo directivo lo componían el presidente y ocho vocales, dos por cada Regional. Además, había tres Federeciones autónomas con un régimen especial: las mencionadas de pescadores y campesinos y la de transporte marítimo. Otra decisión relevante tomada en Vitoria fue la adhesión de STV a la Internacional Sindical Cristiana con sede en Utrecht de acuerdo con su asunción de la doctrina social de la Iglesia. La ideología de STV se caracterizaba por sus constantes antisocialismo y nacionalismo vasco de impronta sabiniana (basado en la raza) y por el catolicismo social, expuesto por los tres sacerdotes propagandistas citados y sintetizado en la declaración de principios aprobada en el II Congreso. Su texto abogaba por "la justicia y moral cristiana" y descansaba en la armonía entre las clases sociales, acorde con el carácter interclasista del movimiento nacionalista vasco y en contra de la concepción marxista de la lucha de clases. Sus propuestas concretas eran: el salario familiar, la participación de los obreros en la gestión y los beneficios de las empresas, el respeto a la propiedad privada, el fomento de las cooperativas de consumo y de producción, el acceso de los campesinos a la propiedad de los caseríos que arrendaban. etc. En suma, se trataba de una concepción reformista de la sociedad, que uno de sus mentores, el canónigo Onaindía, denominó el "propietarismo vasco" y que se inspiraba en un corporativismo de raíz cristiana.

Algunas de esas medidas fueron asumidas por el PNV y presentadas como proposiciones de ley por sus diputados en las Cortes del segundo bienio republicano, pero no tuvieron ningún éxito. En cuanto a la prensa, Solidaridad dispuso de varios semanarios: en Bilbao, El Obrero Vasco ( 1919-33), continuado por Lan Deya (1933-37); en San Sebastián, Euzko Langille ( 1935-36), subtitulado "Obrerismo-Cristianismo-Vasquismo", que se trasladó a la capital vizcaína en la Guerra Civil ( 1936-37). En ésta STV tuvo, por primera y única vez en toda su historia, un diario, Lan Deya, de vida efímera: duró apenas cuatro meses, de febrero a junio de 1937, en Bilbao. Los nekazaris contaron con el apoyo oficioso del semanario donostiarra Argia (1921-36), escrito íntegramente en euskera. Declaración de principios de STV en su II Congreso (Vitoria, 1933). "Solidaridad de Trabajadores Vascos aspira a unir a todos los trabajadores vascos en Agrupaciones profesionales para la mejor defensa de sus derechos, intereses y aspiraciones como trabajadores y como vascos. Su lema es: Unión Obrera y Fraternidad Vasca Solidaridad de Trabajadores Vascos reconoce que el actual régimen social adolece de falta de justicia, ya que las riquezas están mal repartidas e injustamente aplicadas a las distintas clases sociales. Y entendiendo que nada resuelve sino que, por el contrario, enerva el mal social, así el individualismo egoísta como el socialismo estetista, aspira a implantar un sistema social con reconocimiento pleno de los derechos del trabajador, fundamentado en los recios principios de la justicia y moral cristiana, y acomodado a las instituciones del pueblo vasco y a su especial modo de ser. Reconoce Solidaridad de Trabajadores Vascos que la raza es poderoso aglutinante entre las gentes, toda vez que no es sino una mayor extensión de la familia, cuyos vínculos, más o menos próximos se manifiestan en la sangre, lengua y demás características propias de un pueblo que tiene similares condiciones. Por eso, dados los caracteres étnicos, lingüísticos y habitudinales que distinguen todavía hoy, a pesar de los siglos transcurridos, a la raza vasca, Solidaridad de Trabajadores Vascos se apoya en los fundamentos raciales para hacer de ellos un eslabón más que ligue en el terreno económico y profesional a su agrupación. Estas mismas características peculiares y propias del pueblo vascos trascendiendo a todos los aspectos de su vida económica y social, exigen ser tenidas en cuenta en la confección de la legislación social obrera que hoy ha de afectar al pueblo vasco. Por lo que, teniendo en cuenta que nadie conoce mejor las necesidades a cuya satisfacción tienden las leyes que regulan la vida agraria, industrial y marítima que los mismo, que de cerca las sienten y padecen. Solidaridad de Trabajadores Vascos, por cuantos medios estén a su alcance, tratará de conseguir que las Corporaciones Públicas del País sean las que libremente y asesoradas por los organismos profesionales existentes, regulen la vida social del mismo, gozando para ello de la facultad de dictar y ejecutar las leyes sociales, organizar su inspección cuanto concierne a la vida sindical vasca. Solidaridad de Trabajadores Vascos es una entidad eminentemente obrera y profesional.

No es por lo tanto, un partido político. Los miembros de Solidaridad podrán ser, individualmente afiliados en su política al partido que esté en consonancia con sus pensamientos, siempre que éste, en su ideología, táctica y actuación no se oponga a los principios fundamentales, táctica y fines, de Solidaridad de Trabájadores Vascos. El régimen de propiedad privada es postulado básico y esencial de Solidaridad de Trabajadores Vascos, la cual procurará difundirla mediante el acceso del obrero a la misma siendo una de sus aspiraciones principales la de que se acreciente lo más posible en el País Vasco el número de propietarios. Asimismo velará por el uso adecuado de las riquezas, a cuya equitativa distribución aspira. Solidaridad laborará por la más pronta implantación del salario vital. Entendiendo por éste el salario que ha de lijarse no en función del individuo aislado, sino en función precisamente de la familia y que se denomina salario familiar, además del seguro contra riesgo de accidente, enfermedad, vejez, viudez, orfandad y paro forzoso. Este salario vital lo exigirá como debido en justicia al obrero. Mas como éste no agota las exigencias de la justicia y de la equidad, se reconocerá al trabajo su papel preponderante de la producción haciéndolo partícipe de los beneficios mediante la expedición de acciones de capital y admitiendo como cogestor de la empresa. Como procedimiento inmediato, laborará por el establecimiento en Euzkadi, de Cajas de compensación que permitanla implantación de este salario vital".

La segunda mitad de la República supuso un cambio sustancial en la vida política y sindical de Euskadi. Coincidiendo de nuevo con la evolución orgánica del PNV que se estancó durante el bienio radicalcedista, las cifras de sindicación de STV, publicadas en la prensa de 1935-36, prueban su estabilización e incluso un ligero descenso con respecto a las oficiales de 1933. Tenía entonces un total de 37.000 asociados. distribuidos territorialmente así: 18.000 en Vizcaya (casi la mitad de ellos en Bilbao). 15.000 en Guipúzcoa (unos 2.000 en San Sebastián). 3.000 en Alava (con 1.700 en Vitoria) y 1.000 en Navarra (con 500 en Pamplona). Estos datos muestran el gran peso de las capitales, que concentraban la mitad de los solidarios (con la salvedad de Donostia), y la persistencia del claro predominio numérico de Vizcaya y Guipúzcoa. que sumaban cerca del 90 % del total. Sin embargo, la afiliación alavesa era significativa dada la escasez de su población en esa época, hasta el punto de que STV sobrepasó a los sindicatos católicos y llegó a ser la primera central sindical, constituyendo "uno de los fenómenos más sorprendentes de la vida social y política de Alava durante la Segunda República" (S. de Pablo). Al contrario de lo sucedido en Vizcaya y Guipúzcoa, STV sí creció en el segundo bienio en las provincias en que se había organizado tardíamente a partir de 1931-32: Alava, con la notable excepción de Vitoria (donde se quedó estancada), y Navarra. En ésta Solidaridad pasó de 8 agrupaciones y 300 miembros en mayo de 1933 a 20 y 1.200 al final de la República. Aun con ese aumento, el viejo Reino continuaba siendo el "talón de Aquiles" de STV. al igual que para el PNV. En las cifras dadas no estaban incluidos los socios de la organización autónoma de campesinos, que no surgió hasta 1933 en Guipúzcoa (Euzko-Nekazarien-Bazkuna) y hasta 1934 en Vizcaya (Euzko-Nekazarien-Alkartasuna). En este caso hubo un crecimiento muy importante, pues llegó a reunir a unas 9.000 familias en 1936, sobre todo en Guipúzcoa, donde celebraba los "Días del nekazari" desde 1934 y contaba con más de 6.000 campesinos, esto es, la mitad del número de caseríos existentes en la provincia. En Vizcaya la implantación fue más tardía y lenta y se circunscribió a su mitad oriental: las comarcas de Gernika, Markina y Durango, alcanzando los 2.600 asociados.

Esta intensa incorporación al sindicalismo vasquista de los caseros, un sector tradicionalmente desmovilizado y muy influenciado por el caciquismo, molestó a los propietarios monárquicos de los caseríos (cultivados en su mayoría por arrendatarios), que aprovecharon la nueva ley de arrendamientos rústicos de 1.935 para desahuciar a bastantes caseros. Este problema de los desahucios campesinos en Vizcaya y Guipúzcoa fue uno de los centrales en la campaña electoral de 1936 y motivó fuertes críticas del PNV y del Frente Popular al Bloque de derechas, en cuyas candidaturas figuraban destacados terratenientes monárquicos y tradicionalistas (v. gr., Gaytán de Ayala, alcalde y cacique de Markina). En cambio, dicho problema no se planteó en el campo alavés y navarro, donde siguieron dominando los Sindicatos Católicos Agrarios, que carecían del carácter reivindicativo de STV. Esta no se hallaba implantada entre los jornaleros sin tierra de la Ribera del Ebro, afiliados a la UGT y en menor medida a la CNT, quienes protagonizaron duras luchas sociales a lo largo de la República. Si a partir de 1934, al quedar bloqueado el Estatuto vasco en las Cortes de centro-derecha, el PNV inicia un viraje político que le lleva a romper con las derechas y aproximarse a las izquierdas republicano-socialistas, más claro aún es el giro sindical de STV, que se distancia de los otros sindicatos católicos y se acerca al movimiento obrero izquierdista en un proceso de convergencia antifascista que culminará en la Guerra Civil. Del mismo modo que los enfrentamientos entre nacionalistas y socialistas (frecuentes y violentos en el primer bienio) desaparecen desde 1934, la hostilidad entre solidarios y ugetistas se mitiga considerablemente. Esto se puso de manifiesto en octubre de 1934 cuando la revolución contra el nuevo Gobierno radical-cediste, promovida por los socialistas y secundada por los comunistas, no fue boicoteada por los solidarios vascos. Las órdenes de no intervenir en ella, así como de no trabajar para evitar choques violentos, dadas por la dirección de STV (hasta que ordenó la vuelta al trabajo al fracasar la huelga general revolucionaria al cabo de una semana), no fueron respetadas por sus seguidores en todos los sitios. Así, las fuentes coetáneas y el reciente testimonio de dos cuadros de STV de Vizcaya confirman que los solidarios colaboraron activamente en la huelga al lado de las izquierdas en municipios de la margen izquierda del Nervión: "las bases participaron en el movimiento, a pesar de las consignas de la dirección".

Es innegable que STV (como el PNV) sufrió por ello virulentos ataques de las derechas y la dura represión gubernativa que siguió a la revolución: en Vizcaya y Guipúzcoa sus centros fueron clausurados, varios dirigentes detenidos y bastantes solidarios presos. Su convivencia en las cárceles con trabajadores socialistas, comunistas y anarquistas, también represaliados, fue un factor que contribuyó a crear una solidaridad de clase entre todos ellos, por encima de las diferencias tradicionales que hasta entonces les habían separado y a menudo enfrentado. La radicalización de STV a finales de la República se manifestó, asimismo, en una cierta emancipación de la tutela que sobre ella ejercía el PNV como prueba la prohibición desde 1934 a los solidarios de asistir a los cursos de AVASC lo cual coadyuvó al fracaso final de esta institución conservadora eclesiástico-patronal apoyada por la dirección nacionalista. Igualmente, la inclusión en las listas electorales del PNV de bastantes candidatos muy vinculados a STV y la consigna hecha pública por la dirección de ésta de votar al PNV en los trascendentales comicios de 1936, reflejan el temor a que sus bases radicalizadas hiciesen caso de los llamamientos de las izquierdas para que apoyasen al Frente Popular, en cuyo programa electoral figuraba en primer lugar la amnistía a los presos por octubre del 34, solidarios incluidos. El notable retroceso sufrido por el PNV (perdió 30.000 votantes en febrero de 1936) hace muy verosímil la hipótesis de que una parte de los solidarios votaron al Frente Popular, coalición en la que se había integrado ANV. El comienzo de la guerra aceleró la confluencia de STV con las fuerzas de izquierda frente a los militares alzados, pero truncó la creciente autonomía del sindicato con respecto al PNV al contribuir a estrechar sus lazos en defensa de la democracia amenazada y de la autonomía vasca en ciernes.

Al producirse el pronunciamiento militar de julio de 1936, el sindicato nacionalista se posicionó del lado de la República, sin que se conozca la existencia de vacilaciones o defecciones importantes, a diferencia del PNV. Algunos solidarios (caso de Heliodoro de la Torre) ocuparon cargos en las Juntas de Defensa, organismos revolucionarios que gobernaron Vizcaya y Guipúzcoa en el verano de 1936. STV y el PNV protestaron por los desmanes cometidos en esos meses, sobre todo las matanzas de presos derechistas, en particular en la zona de San Sebastián-Irún, no controlada por los nacionalistas. Con la aprobación del Estatuto de autonomía por las Cortes republicanas, el 7 de octubre de 1936 se formó en Gernika el primer Gobierno vasco, de coalición PNV-Frente Popular, pero de hegemonía jelkide, que supuso un giro hacia la moderación y el mantenimiento del orden público. Formalmente sólo estaban representados en él los partidos políticos, y no las fuerzas sindicales: pero oficiosamente UGT y STV contaban con destacados dirigentes como consejeros: el socialista Aznar, de Industria, y el nacionalista De la Torre, de Hacienda, una de las carteras claves en poder del PNV. El decreto de éste para controlar la Banca vasca sin nacionalizarla fue criticado por la prensa de izquierdas. Otros solidarios desempeñaron puestos en la Administración autonómica. STV apoyó incondicionalmente la política llevada a cabo por el Gobierno de Aguirre durante la guerra. No en vano su programa socio-económico, nada revolucionario, coincidía plenamente con los postulados socialeristianos de STV. Algunos de éstos, como el salario familiar y la participación de los trabajadores en la gestión de las empresas, fueron puestos en práctica en la Euskadi autónoma. Un proyecto de reforma agraria elaborado por el consejero Nárdiz (ANV), tendente a facilitar el acceso de los nekazaris a la propiedad de las tierras que cultivaban, se inspiraba también en el programa de STV. En enero de 1937, su presidente Robles Aranguiz propuso la creación de un Frente Nacional por la independencia de Euskadi, compuesto por todas las fuerzas abertzales: PNV, ANV, STV y la radical Federación de Mendigoizales (montañeros), la más propicia a esa idea. Pero su propuesta no cuajó por ser incompatible con la alianza antifascista que unía a los dos partidos nacionalistas vascos con las izquierdas españolas contra el enemigo común: las derechas sublevadas. No obstante, éste es un buen ejemplo de los anhelos independentistas del sindicato, corroborados por su órgano oficial, el periódico Lan Deya. STV movilizó a sus bases para la guerra: organizó tres batallones y muchos solidarios combatieron en las filas de Euzko Gudarostea del PNV. Tras la caída de Bilbao, bastantes de ellos se rindieron en agosto de 1937 en Santoña, donde dirigentes de STV, junto con otros del PNV y del Frente Popular, fueron fusilados por los franquistas en el Penal del Dueso. La cárcel o el exilio fue la «suerte» que deparó la derrota militar en la Guerra Civil a la mayoría de los solidarios vascos y sus aliados. Solidaridad de Trabajadores Vascos había convocado su III Congreso para finales de julio de 1936. El estallido bélico lo impidió y su celebración tuvo que esperar cuarenta años, hasta el verano de 1976, fenecida ya la Dictadura de Franco, pues no llegó a organizar ninguno en su largo exilio.

José Luis de la Granja Sáinz