Lexique

Sindicalismo

De lo dicho se desprende que los sindicatos son organizaciones de base voluntaria de representación de los trabajadores asalariados cuyos intereses defienden, y en su caso definen, mediante la acción colectiva obrera, a través de la movilización, la negociación colectiva y la concertación con los empresarios y las instituciones, proporcionando habitualmente a sus afiliados bienes selectivos en forma de prestación de servicios.

Si se relaciona el sindicalismo con las pautas históricas de organización del trabajo, se distinguen los dos tipos sucesivos del sindicalismo de oficio y el sindicalismo de industria.

El sindicalismo de oficio, el primero en aparecer, se corresponde con la fase inicial de la evolución tecnológica. La división del trabajo es simple, y la especialización incipiente. En el taller, el obrero produce un objeto particular, trabajando a su propio ritmo. La remuneración es a la tarea. El obrero polivalente defiende su única propiedad: su oficio. A esta modalidad productiva corresponde un modo de organización basado en la solidaridad interprofesional de tipo corporativo. El objeto del socialismo es en esta fase la recuperación por el obrero de los medios de producción de los que ha sido desposeído.

En el sindicalismo de industria, posterior al de oficio, el empleo de la mano de obra descansa sobre una masa de obreros mecánicos que se especializan rápidamente en una máquina o en un puesto de trabajo. Por encima de ellos se sitúa una capa numéricamente decreciente de obreros con formación profesional completa; por debajo, otra masa de operarios sin especializar, empleados en tareas de mantenimiento. Predomina el trabajo en cadena, parcelizado y descalificado, lo que permite la fluctuación de la mano de obra. El proletario adquiere una conciencia de clase basada en el sentimiento de explotación y en la fuerza del número; es la edad de oro de las ideologías obreras colectivistas.

Tras la II Guerra Mundial se debe relacionar a los sindicatos con los dos regímenes sucesivos de acumulación capitalista, el régimen fordista (fines de los años 40 a mediados de los 70) y el posfordista (de los años 70 hasta el siglo XXI).

Para prevenir la repetición de la gran crisis de superproducción de 1929 cuyos efectos desembocaron en una década en la II Guerra Mundial, el Estado asumió en el Occidente avanzado posbélico nuevos roles (keynesianos), y tras la derrota del movimiento obrero radical llegó a un compromiso de concertación tripartita entre sindicatos, grandes empresas y Estados-nación. Los Estados orientaron su política fiscal y monetaria hacia la inversión pública, a fin de garantizar el pleno empleo; y reforzaron, en la perspectiva del Estado de Bienestar, el salario social, cubriendo la seguridad social, la sanidad, la educación, la vivienda, al tiempo que garantizaban los acuerdos salariales y los derechos de los trabajadores.

Los sindicatos se convirtieron en un elemento estructural del pacto fordista; depurados de sus militantes radicales, fueron aceptados si controlaban sus bases y permitían aumentar la productividad a cambio de alzas salariales que estimularan la demanda. Esta fue la época dorada de la negociación colectiva y la concertación sindical.

El fordismo mantuvo hasta 1973 el alza del nivel de vida y de los beneficios de los países del centro: posteriormente el equilibrio se resquebrajó, y sobrevino su crisis y las distintas secuelas posfordistas en las que vivimos hoy. La organización taylorista de la fuerza de trabajo y la cadena de montaje como elementos nucleares del proceso productivo propios del fordismo fueron considerados obsoletos, y progresivamente eclipsados por el concepto matriz de la "flexibilidad". Los empresarios libraron una batalla en diversos frentes: sustitución de la negociación colectiva por la individual; adaptación automática de la fuerza de trabajo a las fluctuaciones de la demanda, en forma de trabajo temporal, facilidad de despido, recurso a la sub-contratación... Las consecuencias del régimen posfordista sobre la fuerza de trabajo y el sindicalismo han sido drásticas:

  1. El trabajador fordista en masa dio paso a una clase obrera cada vez más heterogénea que vendía su fuerza de trabajo en mercados segmentados. Aumentó paralelamente la desregulación de las relaciones laborales.
  2. Nuevos conceptos de gestión empresarial (círculos de calidad) establecieron lazos estables entre las firmas y los núcleos de las plantillas más cualificados. Se excluyó a los sectores de la subcontratación y al trabajo doméstico. El trabajo menos cualificado lo ejecutaron operarios precarios, sobre todo mujeres. El Estado asistencial y las políticas keynesianas entraron en crisis. Se desmontó el Estado social, y se privatizó la cobertura de los riesgos de los asalariados. Las funciones estatales de represión y control, en aumento, se complementaron con la "regulación de la marginalidad".
  3. Los colaboradores sociales del fordismo, partidos catch-all y sindicatos, entraron en crisis, la cual se manifestó en pérdida de legitimidad y afiliación y en el escaso seguimiento de las bases. Cobraron fuerza los emergentes movimientos sociales, así como el individualismo.
  4. Las tendencias posfordistas erosionaron las bases del compromiso asumido por los sindicatos, al hacerse inviable su papel de negociadores del pleno empleo. Nuevas formas de regulación prescindieron de ellos: alianzas exclusivas Estado-capital (corporatismo sin trabajo), micro-corporatismo de empresa, neo-liberalismo radical de mercado... Los Gobiernos alegaron la competitividad internacional y el fomento de la inversión como pretexto para exigir, frente a las reivindicaciones sindicales, la disciplina y moderación de la fuerza de trabajo. Los sindicatos vieron disminuir su base tradicional organizativa de trabajadores varones especializados de las grandes empresas, al aumentar la proporción de mujeres, trabajadores precarios y parados por una parte, y empleados, técnicos y cuadros por otra.

Otras perspectivas explican la emergencia histórica de los cleavages (divisorias) funcionales y políticos generadores de la diversidad sindical actual:

  1. La pervivencia de las tradiciones artesanales dio lugar a los sindicatos de oficio, cuyos herederos son los actuales sindicatos sectoriales.
  2. La división de trabajadores de cuello azul y de cuello blanco generaron el binomio sindicatos de trabajadores manuales versus sindicatos de empresa. Los primeros están en el origen de los sindicatos generalistas.
  3. Las estructuras políticas estatales y la expansión del sector público han dado lugar a la distinción entre sindicatos del sector público y del sector privado.

A estas exposiciones diacrónicas debe añadirse otra división sindical sincrónica basada en la triple orientación de clase, de mercado y de sociedad.

  1. La lógica de clase se expresa en el sindicalismo anti-capitalista de oposición, el cual da prioridad a la militancia y a la movilización política (los primeros sindicatos socialistas, después los sindicatos comunistas).
  2. La lógica del mercado da lugar a un sindicalismo de empresa economicista, en el que priman la negociación colectiva y los objetivos ocupacionales; ése fue el modelo sindical norteamericano.
  3. La lógica de la sociedad se asocia al sindicalismo como vínculo de integración social (inicialmente los sindicatos cristianos, después los sindicatos social-demócratas).

Pero todos los sindicatos han desarrollado las tres lógicas en distintas proporciones; hoy, las diferencias entre los tres modelos se han difuminado en gran medida.