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SAN ROMÁN DE SAN MILLÁN

El Jueves de Lardero es fiesta dedicada al niño. En la tarde del miércoles, los niños y niñas se dedican a postular. Uno de ellos va vestido de obispo y cuenta con dos ayudantes, ataviados de monagos, con roquete blanco, sotana roja y esclavina de igual color. Los restantes componentes del grupo no lucen disfraz alguno. En la cuestación se les obsequia con huevos, morcilla, chorizo, manteca, arroz y dinero, y para el «obispo» queda el recitado del agradecimiento: «Gracias le damos, señora, por su obra de caridad y que el Señor bendiga esta casa por su bondad». Los postulantes, con el alcalde, el párroco y el maestro se reúnen para comer y, más tarde, algunos niños se pintan la cara y se disfrazan de cualquier manera. La fiesta del Domingo de Carnaval comenzaba por la tarde. Los «porreros» llevaban en la mano un palo con una vejiga de cerdo llena de aire y jugaban con los niños, que se refugiaban en el pórtico parroquial, lugar prohibido a los «porreros», al igual que en otros varios pueblos. A la caída de la tarde se desenmascaraban los disfrazados y daba comienzo la romería, con música de guitarra y acordeón. El Martes de Carnaval solía ser el día de los casados, quienes preparaban a «La Vieja», vestida de hombre. «La Vieja» era un tronco de burda línea de persona. Un tronco algo desbastado con el hacha, con piernas y brazos postizos. A la altura del ombligo le hacían, con el barreno, un orificio para medio cartucho de dinamita con la correspondiente mecha y le ponían la camisa y los pantalones rellenos de paja. A continuación le vestían la chaqueta y le colocaban la boina. «La Vieja» carecía de pies y manos y quedaba con una altura de metro y medio aproximadamente. Hacia las cuatro de la tarde, «La Vieja» y un «porrero» montaban en un burro ornado con un collarón de flores, un cinto de cascabeles, una manta de color y, en ocasiones, unos pantalones en las ancas delanteras. De esta forma y acompañados de los restantes «porreros» daban varias vueltas por el pueblo, hasta que, hacia las seis, apeaban al muñeco y terminaban con él, después de haberlo dejado apoyado en un pretil. Con los restos de «La Vieja» y un carro o dos de leña se encendía una fogata llamada «zumarzo». Los últimos carnavales de San Román de San Millán fueron los del año 1936. Se conserva únicamente la fiesta infantil del día de Jueves de Lardero [Ref. J. Garmendia Larrañaga: Carnaval en Álava, pp. 124-125, San Sebastián, 1982].

Ainhoa AROZAMENA AYALA