Peintres

Salís Camino, José

Pintor guipuzcoano de adopción, de padre francés y madre irunesa, nacido en Santoña (Cantabria), el 1 de diciembre de 1863. Murió en Irun (Gipuzkoa), el 30 de diciembre de 1927.

A los siete años de edad quedó huérfano y su familia se trasladó a Irún (casa Beraun). En 1880 ingresó como alumno en la Escuela de San Fernando, de Madrid, embarcándose para Bruselas cinco años más tarde (1885), a fin de ampliar conocimientos artísticos en el taller del maestro Van Amme, y dos años después (1887) ingresó en la Academia Gigi, de Roma, visitando posteriormente, en 1889, las Academias de París.

Viajó mucho: Túnez, Argelia, Gran Bretaña, pintando gran cantidad de paisajes. Concurrió a las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes celebradas en Madrid en los años 1895, 1899, 1915, 1917, 1922 y 1927. Celebró exposiciones en Zaragoza (1885) y París (1900). Consiguió los siguientes premios: Tercera Medalla con el cuadro titulado Paisaje (Zaragoza, 1885); Mención Honorífica en la Exposición Nacional de Bellas Artes (1895), con dos cuadros con motivos marineros; Medalla de Tercera clase en la Exposición Nacional de Bellas Artes (1899), con el cuadro En alta mar, y Mención Honorífica en la Exposición Universal de París (1900), con su obra titulada Costa cantábrica. Sus pinturas más destacadas, aparte de las mencionadas anteriormente, son: Aldeana vascongada, Mar de playa, Mar de costa, Canal de la Mancha, Valle de Arratia, Biarritz, Caserío Ureta, Puesta de sol, Invierno, Ola, Gaviotas, Jardín de Beraun y La mujer del artista. En su faceta de grabador, realizó un total de 20 planchas para aguafuertes entre los años 1908 y 1914 en su propio taller de Irún. Sus temas, por supuesto, siempre son paisajes.

Vicente Cobreros Uranga (Radio Guipúzcoa, 1973) lo ve así:

"Salís adviene al mundo de la pintura en el momento crucial en que da ésta el paso decisivo del impresionismo. Y Salís, de formación académica como todos, entonces-así lo proclaman algunas de las obras expuestas-, intuye, se percata y se adhiere al movimiento luminista por excelencia (...), se vuelca de lleno a la caza del paisaje, no en un sentido documental, sino del momento paisajístico". A. M. Campoy (ABC, Madrid 1973): "no es exactamente impresionista José Salís sino más bien corotiano, es decir, un pintor para quien el color depende de la luz espacial del lugar y de ahí la variedad de tonos de su paleta, la diversidad de sus gamas fieles a la hora lumínica que unas veces depara argentados grises y otras veces multiplica las gamas verdeantes. Algunos de sus mínimos paisajes tienen la encendida luz de Nolde. Su pincelada es casi siempre espontánea, suelta, nerviosa y hay en su dicción una sensibilidad de extraordinario colorista".

Nestor Basterretxea:

"El mar está en la orilla misma de sus afanes. El mar naciente en su paleta, transportada febrilmente en sus pinceles, vivo en sus ojos y en su corazón (...). José Salís vivió conmovido por el irresistible encanto de sumergirse en las cosas más íntimas, sencillas e inmediatas que existían cerca de él o descubría en sus viajes. Viajaba pero siempre era recorrer el interior de su propia alma. Al final de los caminos, encontraba el otoño que ya había soñado dentro de él mismo: el monte a contraluz en los secos pardos de la arboleda, las honduras del bosque y su aire vibrante de rojos cobres traslúcidos, las nubes teñidas de los colores del valle, el duro perfil concreto de las rocas frente al mar. Y el mar".

Gaspar Montes Iturrioz (1973):

"Salís evolucionó de la pintura de Haes (que fue un gran maestro, pero que manchaba sus cuadros con una especie de betún), al colorismo de Sorolla y Mir. Los apuntes al óleo de Salís, de mar y campo, son de una verdadera maestría. Aparte las marinas, hacía figura, como los retratos de su hija que son de lo mejor suyo".