Lexique

PRERROMÁNICO

El enigmático arte rupestre alavés. Las primeras muestras de un quehacer artístico cristiano en Euskal Herria no sólo son escasas sino también enigmáticas. Se hallan ubicadas, contra lo que podria esperarse, en el prepirineo meridional de la Vasconia ibérica, en una zona expuesta a los peligros de las incursiones godas, primero, y las razzias musulmanas, después. Por razones que se desconocen, estas primeras manifestaciones altomedievales son cuevas, naturales o artificiales, utilizadas por ermitaños, abandonadas probablemente al acaecer la invasión árabe (711) y vueltas a poblar o a utilizar en el s. IX y años siguientes. Son ermitas excavadas en la peña, algunas abrigos roqueros, en las que los ermitaños llegaron a excavar hasta la fosa de su enterramiento, de tipo antropomorfo. Es sabido que el substratum fundamental de un San Juan de la Peña, v. gr., es un gran abrigo roquero donde se aloja el complejo monasterial conocido por este nombre de San Juan de la Peña. En el rincón más recóndito del complejo, alli está la doble iglesia, núcleo primario eremítico del complejo monasterial posterior. Otro tanto cabe decir del otro complejo, famosísimo igualmente, de los Montes Distercios de la Rioja, el complejo eremítico de San Millán de la Cogolla. San Millán de la Cogolla es, en efecto, otro complejo ermitaño de origen de «abrigo roquero» de una peña fácilmente labrable y ampiable con una sencilla herramienta, hasta habilitarla, además de para habitación del ermitaño, principalmente para una verdadera basílica, donde el ermitaño dijera su misa y cantara sus salmos, como lo haría, en efecto, a fines del s. V el célebre ermitaño, natural del próximo Berceo, de tanto renombre en todo el País, como lo fue aquel San Emiliano, castellanizado «Millán», «San Millán de la Cogolla». El hecho fundamental y básico que se envuelve y oculta dentro de estas apreciaciones es un hecho conocidísimo; ahora bien, lo que para nuestro caso falta, es llegar hasta las últimas consecuencias, a base, eso sí, de la segunda premisa de este proceso explicativo: la premisa, perfectamente histórica, de que, dentro del ambiente en que nos estamos moviendo de los tiempos románicos, pre-románicos y vascónicos (o visigóticos), todo el país a que nos referimos, desde los Montes Distercios riojanos, hasta el Pirineo aragonés de San Juan de la Peña, y aún más allá, era como lo demuestra la toponimia, País Vasco, vasco de cultura y vasco de lengua. Los ejemplos de San Juan de la Peña y de San Millán de la Cogolla que hemos citado como modelos típicos de una religiosidad «troglodítica» no son únicos, porque en territorios aún más del riñón del actual País Vasco, tenemos y, no «uno que otro» ejemplar, sino un complejo eremítico de cuevas artificiales, indudables casos de «habitat» ermitaño de la Alta Edad Media, anteriores probablemente a la invasión musulmana, como historia, y anteriores a lo mozárabe, como arqueología. El complejo en cuestión está ubicado en territorio alavés, en Valdegovía, Lantarón, Peñacerrada, Bernedo y el Condado de Treviño -civilmente Burgos, pero realmente Alava-, Condado situado entre las dos sierras, de los «Montes de Vitoria» por el Norte y la Sierra de Cantabria sobre la Rioja por el Sur, a lo largo de una línea que arranca de Marquínez en la raya oriental de Navarra, y llega hasta Pinedo y Corro de Valdegovía, en la raya occidental de la Provincia de Burgos. En la Sierra de Cantabria abundan cuevas naturales con advocaciones de santos, igual que en la Sierra Aralar-Aizkorri; pero en Treviño y sus aledaños, las cuevas que decimos son cuevas artificiales, fabricadas merced a que la sierra en que se hallan -Sierra de Izkiz- es en buena parte de arenisca -«piedra franca» llaman los naturales- fácilmente labrable y perforable con una azuela y una pala, llegando algunas de ellas a revestir trazas de verdaderas «capillas» que diríamos hoy, hasta con techo abovedado con imitación de arcos fajones e impostas corridas. Pero lo que les da un verdadero carácter «basilical» es sobre todo el nicho practicado en el paño oriental, en forma de horno, un cuarto de naranja, con piso llano, en él un pequeño hueco o depresión para la colocación del ara y las reliquias con destino a las celebraciones litúrgicas y el arco de medio punto sobre el de herradura paleocristianos. Existen dos autores que abogan por la antigüedad de estos templos. Francisco Iñiguez Almech, en su estudio Algunos Problemas de las viejas iglesias españolas (1955), refiriéndose a esas grutas del País Vasco, dice: «¿De qué fecha es todo esto? Si vemos solamente las plantas de las iglesias, la contestación es obvia: visigoda». Y José Miguel de Barandiarán, después de haber abordado en distintas ocasiones el problema de las grutas alavesas, dice: «Hay, en efecto, entre las 87 cuevas 13 o 14 templos o capillas de planta semejante a muchas iglesias visigóticas. Las hay que tienen ábsides de planta en forma de arco de herradura, con altares de bloque salidizo, provistos de hueco para las reliquias; altares que siempre están situados en el lado oriental de la gruta... Añádanse a esto las inscripciones y figuras grabadas que hemos visto y copiado en varias de las cuevas, como la inscripción, ¿visigótica? de la gruta superior de Krutzia (de Faido)... Estos hechos es indudable que deben datar del período visigótico y que en una zona extensa de Alava, desde Arluzea hasta Tobillas, hubo una población, quizá grupos cenobíticos, en dicho tiempo, quizá antes». Y páginas más adelante dice: «De lo dicho cabe concluir que los pequeños templos de Sarratxo (con yacimientos prehistóricos, en Albaina) pueden datar de la época romana o de fecha no lejana de aquélla, si bien han debido ser utilizados y aun retocados en siglos más recientes, particularmente en los de la Alta Edad Media. Que en tiempos visigóticos fueron utilizadas muchas... es indudable; los trazados de algunas de ellas, las inscripciones de Faido y de Laño y los signos (cruz visigótica, crismón, rosetón) que figuran en las paredes, son prueba de ello... Los templos y capillas -más de una docena- son prueba de la importancia que puede tener el estudio de estas cuevas para el conocimiento de las antigüedades cristianas de nuestro país». Muchas de estas cuevas son contiguas entre sí, formando verdaderos rosarios de ellas, hasta el número de una buena docena en la ladera de Laño, que los vecinos de la villa llaman muy significativamente «Las Gobeas», forma esta de «gobea» que en el vasco de Vizcaya aún hoy significa «cueva», registrada además en el nombre propio del Valle de Valdegovía (lit. «Valle de la cueva»), donde las hay en efecto en un buen número. La planta de la cueva suele ser irregular, con tendencia al cuadrilátero. En el muro norte suele haber una celda igualmente excavada en la peña, celda que, sin duda, era el dormitorio del ermitaño. En el suelo es frecuente la existencia de una o más huesas, enterramientos evidentes, hoy siempre profanadas. Además de la puerta de entrada, la ermita tiene muchas veces una ventana a cierta altura. Es frecuente que la parte de la entrada, al Sur, hoy se halle derrumbada, dejando a la vista el interior de la ermita. En el caso de Nuestra Señora de la Peña, de Faido, la parte derrumbada ha sido completada con un muro de mampostería, con portada de arco de medio punto y alguna ventana. Este caso de Faido es el más completo de todos los ejemplares del conjunto Marquínez-Laño-Faido-Pinedo. Un retablo barroco de Nuestra Señora, con imagen gótica sentada, tapona lo que antes fue ábside con nichoaltar visigótico. En el muro norte, además de las celdas de los ermitaños, que en el caso debieron ser dos, hay un recinto más a modo de baptisterio, con una pila baja, de forma circular, donde el bautizado podría caber de pie. Se completa la basílica con un perfecto coro en el lado contrario al altar, coro practicable, donde los dos ermitaños, por tiempos, ejercitarían la oficiatura coral de canto de los salmos, así como en la celda-baptisterio, administrarían el sacramento del Bautismo, dando así a la ermita carácter quizá parroquial o por lo menos de especial devoción, de administrar normalmente en ella el primer sacramento cristiano, devoción esta muy frecuente hasta aún hace pocos años, de administrarlo en las ermitas, fuera de la iglesia parroquial. Sobre esta ermita de Nuestra Señora de la Peña, y excavada en la misma roca, hay otra ermita más, en comunicación con una sala de reunión de los cofrades de Nuestra Señora; y aún más arriba en la propia peña, otra ermita más de las mismas características, con acceso no muy fácil por el exterior, con algunas inscripciones de difícil interpretación, así como en la ermita anterior hay un dibujo estilizado de árbol, pintado al ocre. Estos dos lotes, de Laño y de Faido, son completables con un doble caso registrado en Albania, en el punto conocido por «Sarratxo», donde existe, en efecto, una doble cueva, de gran parecido con los ejemplares de las «Gobeas» de Laño. En el lote de los ejemplares de Marquínez hay una particularidad que señalar, y es la presencia en el abrigo roquero cercano a la Iglesia parroquial, de un relieve escultórico, una escena, al parecer, religiosa votiva, de la que se han dado diversas interpretaciones que, de todos modos, revelan y confirman lo que venimos señalando de la gran antigüedad -sin duda visigótica- de todo este conjunto de cuevas artificiales de la cuenca del Treviño alavés en la Sierra de Izkiz. Pasando de la zona de Treviño a la de Valdegovía al occidente de Miranda de Ebro, llama poderosamente la atención que la zona misma reciba su nombre, al parecer, de este detalle de las cuevas -cuevas artificiales-; Valdegovía, nombre general del Valle, al que corresponde el nombre de la «Sierra de Gobea» con que es conocida la montaña más señera y caracterizada del Valle: Sierra de Gobea, exactamente igual a como en Laño llaman al grupo de las cuevas visigóticas que decimos: «Las Gobeas». No es, sin embargo, que en Valdegovía las cuevas sean muchas en número; no las hay, al menos actualmente, más que en dos puntos del Valle: Pinedo y Corro, y en número de seis u ocho, si bien abrigos roqueros, que por tiempos han podido ser habitaciones humanas, los hay más en número. v. gr., en la antigua Sede Episcopal de Valpuesta. De uno de los espectaculares abrigos roqueros, en forma de altas largas cornisas, citaremos uno de Pinedo, en cuyo suelo se hallan varios sepulcros, tres de ellos de carácter antropomórfico, con los pies hacia el Oriente, como es corriente también en los enterramientos que se registran en las demás cuevas que hemos citado. La forma antropomórfica de los enterramientos no es que sea necesariamente signo de visigotismo, ya que el procedimiento antropomórfico se continuó también en la época Mozárabe: pero no cabe duda de que armoniza perfectamente con el carácter visigotizante de todo el resto. El lote de los sarcófagos de «Los Infantes de Lara», en el pórtico de San Millán de la Cogolla, no desentona, a pesar de su data más tardía, con el conjunto mozarabizante y visigotizante de todo aquel ámbito. Como tampoco desentona en la zona próxima a Laño y Albaina la serie de enterramientos antropomórficos, en peña viva, del interesante santuario alavés de San Formerio, cercano a la Puebla de Arganzón. Como tampoco desentona, más cerca de nosotros, la urna antropomorfa de la Iglesia, sea ella mozárabe, sea visigótica, de nuestra Astigarribia. La autoridad, de los señores Iñiguez y Barandiarán, surgiría de la comparación de nuestras cuevas artificiales con las cuevas pre-cenobíticas de los ss. V y VI, radicantes en los países donde las hay, tales como en el pueblo de nacimiento de San Benito, Nursia de Italia, cuevas cuya técnica de labra es completamente igual a la de las nuestras. Entre los detalles a destacar de estos «habitat» eremíticos, el más interesante es, sin duda, el del nicho, similar a un horno en cúpula, practicado en el muro oriental, con un rebajo en el plano del nicho para el ara y las reliquias, propio todo ello para la celebración litúrgica de la Misa... igual exactamente al nicho indicado arriba al hablar de la gruta-templo visigótico de San Millán de la Cogolla... igual exactamente a la hoy subterránea cripta visigótica de la Catedral de Barcelona... y lo mismo podríamos repetir de la Cueva de San Saturio, en Soria, y varias más. En todos los casos los indicios más elocuentes del destino religioso del recinto son, como decimos, esos típicos nichos de media esfera, dirigidos al este, según la «orientación» litúrgica del culto cristiano. Es de advertir sin embargo que en el grupo de Laño hay algún caso de doble nicho de este género, el uno hacia el Oriente y el otro hacia el Occidente, contra la ley de la orientación litúrgica. Igual que hay también recintos, de planta circular, sin carácter basilical de altar, etc., sino sólo de habitación del ermitaño. En estrecha relación con las cuevas artificiales a las que nos estamos refiriendo, está la existencia de una serie de cuevas naturales, localizadas en sierras de piedra caliza, tales como la Sierra de Cantabria, sobre la Rioja Alavesa y las Sierras de Aralar y Aizkorri y las estribaciones de la Cadena Cántabro-Pirenaica, sierras donde es la propia naturaleza la que brinda grutas naturales y abrigos roqueros que se prestan a las mismas fundaciones que las artificiales para la vida eremítica.